Vuelve «El niño del pijama de rayas»

John Boyne sigue en Todas las piezas rotas a Gretel, hermana del niño protagonista de la novela original que descubre la realidad de los campos de concentración

Elena Hevia

Hace casi dos décadas que John Boyne (Dublín, 1971), por entonces un desconocido escritor irlandés de novelas populares y juveniles, publicó una novela, El niño del pijama de rayas, capaz de trasmutarse en un crossover -una obra concebida para los niños que como el caso de Harry Potter acaban leyendo los adultos- y expandirse hasta los 11 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, que se dice pronto. Nada de lo escrito por Boyne con posterioridad se acercó remotamente a aquel fenómeno, y aunque el autor había anunciado que la secuela de aquel hit iba a coincidir con el final de su carrera, ha decidido adelantar el proyecto para alegría de sus fans. Todas las piezas rotas (Salamandra / Empúries) sigue la historia de Gretel, la hermana mayor del niño protagonista de aquella fábula, hoy una mujer de 91 años que vive en el barrio más elegante de Londres mientras esconde el venenoso secreto familiar de ser hija del comandante de Auschwitz.

No sin polémica

Pese al éxito global, El niño del pijama de rayas, que cuenta la amistad de Bruno, el niño ario hijo de nazi con un niño judío internado en el campo de exterminio, no ha estado exenta de polémica desde el minuto uno de su publicación. Se le reprochó una ingenua aproximación al Holocausto al rediseñar en la ficción un campo como el de Auschwitz sin las imponentes alambradas, torres de vigilancia y guardias cada pocos metros y apurar al máximo la suspensión de incredulidad del lector obligándole a aceptar que un niño de 9 años confundiera los esqueléticos vecinos con simples granjeros. Otro de los reproches persistente es haber minimizado la responsabilidad moral de la población alemana ante el nazismo. Hace dos años y ante el hecho de que la novela se ha utilizado masivamente en todo el mundo con fines académicos pese a sus inexactitudes históricas, el Memorial de Auschwitz advertía que aquella novela «debía ser evitada por cualquiera que estudie o enseñe la historia del Holocausto».

Vuelve «El niño del pijama de rayas»

John Boyne Todas las piezas rotas Editorial 368 páginas / 20 euros / porELENAHEVIA

Todas las piezas rotas, destinada esta vez a un público adulto, encaja argumentalmente con la historia anterior sin transformarla pero el autor, consciente de los reproches, se encarga de remachar en el epílogo la «responsabilidad» que todo escritor deber tener frente al genocidio judío.

Desde Adelaida, una de las ciudades australianas donde Boyne suele huir del frío y húmedo invierno dublinés cada año, el autor se explica. Siente que se le entendió mal. «Yo no escribí un libro de texto ni una obra universitaria, sino un fábula destinada a los niños que les permitiera entrar en ese tema y ser un acicate para acceder a libros de no ficción como El Diario de Ana Frank, las memorias de Primo Levi o La noche de Elie Wiesel, autores que entendieron mucho mejor que yo lo que ocurrió», matiza, al tiempo que rechaza haber fomentado o pedido la utilización de su libro en las escuelas -«espero que los profesores que utilicen este libro expliquen que las cosas no ocurrieron exactamente así»- y lamenta que sus críticos no aprecien «el esfuerzo de haber mantenido la memoria viva del Holocausto entre los jóvenes, algo que es la estricta labor del Memorial».

El escudo del silencio

Gretel, la protagonista de Todas las piezas rotas, tenía 12 años mientras ocurrían los hechos narrados en la novela anterior y su personaje puede interpretarse como un ejemplo de cómo buena parte de la ciudadanía alemana encaró su pasado escudándose en el silencio. Y aunque no se le pueda imputar culpa, Gretel sí escondió su pasado tras la guerra evitando así que la información de la que disponía saliera a la luz.

«Ella, además, representa algo que me ha obsesionado siempre y que se ha filtrado en muchas de mis novelas y es la complicidad. A mí no me interesan tanto las personas que cometen los crímenes como las que conocen ese mal y deciden no hacer nada», explica Boyne al tiempo que vincula ese aspecto a su historia personal. Fue uno de tantos niños que sufrió abusos en el colegio -un mal endémico en Irlanda-, algo que marcó, asegura, su atormentada identidad como gay y que dio origen a su novela Las furias invisibles del corazón.

El autor, que pertenece a la generación que ha podido hablar con los últimos supervivientes de los campos, muestra, sin embargo, una mirada compasiva frente a los hijos y nietos de los dirigentes nazis, niños a quienes sus padres situaron en el lado equivocado de la historia. «Los niños y los adolescentes no tenían opciones en una sociedad como aquella, muchos de ellos entraron a formar parte de las juventudes hitlerianas de forma casi obligada. Sabemos que Günter Grass y Benedicto XVI confesaron años después haber formado parte de aquello, pero me parece injusto juzgarlos cuando aún no tenían ajustada la brújula moral».