Cuanto más cortas, mejor

Jacobo Bergareche regresa con Las despedidas, un relato sobre la memoria sentimental

'Las despedidas' de Jacobo Bergareche.

'Las despedidas' de Jacobo Bergareche. / INFORMACIÓN

Jose María de Loma

Jose María de Loma

«Cuando leo a Jacobo Bergareche me entran ganas de escribir frases para las fajas de sus libros», ha dicho el novelista Juan Tallón. No es el único. Pero de lo que de verdad dan ganas es de hacerse preguntas sobre uno mismo, de indagar en la cotidianidad propia, de inquirir sobre la elección de caminos que es toda vida. El peso del pasado. La burbuja de la rutina que nos envuelve y de la que salir es el verdadero reto.

Tras el éxito de Los días perfectos (Libros del Asteroide, 2021), novela traducida a 10 idiomas y en la que se narraba la historia de Luis, un periodista hastiado de su matrimonio y de su trabajo que decide acudir a un congreso en Texas como excusa para encontrarse con una mujer, llega ahora Las despedidas, corta e intensa, muy bien escrita. Con briznas de humor trufada de solemnidad no pomposa. Conmovedora. Diego y Claudia preparan un fiestón en su casa en Menorca. Unas jornadas antes, mientras da una vuelta con su mujer, Diego atisba en una cafetería a una americana con la que coincidió en un festival en EE UU. Vivieron un carrusel de música, sexo, drogas, complicidad y cariño. Una semana. Lleva 20 años sin verla; ella le ayudó a superar un suceso que le apesadumbraba. Desea acercarse a esa mujer, bastante carcomida por el tiempo, pero no quiere dar explicaciones a Claudia. Traza entonces un plan para volver a verla. Nunca supo su nombre.

Bergareche (Londres, 1976), guionista, productor audiovisual y autor también de historias infantiles, bucea en esta nouvelle en el calibre que pueden tener las relaciones del pasado y en cómo afectan a nuestro presente. También profundiza en las decisiones, con personajes que desoyen a Bertrand Russell, que decía aquello de que revisar una decisión es una de las principales fuentes de infelicidad.

La historia es un ejemplo de cómo se conquista el nirvana, se pierde, se añora, y de cómo los convencionalismos nos atenazan. No importa que bien avanzada la obra ciertos acontecimientos sean algo previsibles, ya que la lectura nos envuelve, nos aísla de la realidad, nos enseña y nos obliga a reflexionar sobre cuanto pudiera haber (¿de insatisfacción?) también en nosotros. Y una habilidad literaria: cambiar la percepción, poco a poco, que uno tiene al principio de algunos de los personajes. El protagonista está logradísimo. Lo tiene todo (sería muy interesante enumerar o desgranar ese «todo», que generalmente entendemos que está compuesto por trabajo bien remunerado, matrimonio estable, hijos, propiedades inmobiliarias y buen coche). No está aburrido pero su vida no es emocionante, es serio pero presenta tendencia al botaratismo.

Particularmente logradas, aunque menos poéticas, son las páginas en las que Diego zascandilea por el puerto en un ir y venir, asaeteado por llamadas de Claudia y percutido por la idea de las tareas y deberes domésticos pendientes mientras piensa en cómo ver a esa mujer que conoció dos décadas atrás. Humor y ternura. Monólogos interiores que paralizan o impulsan. Diego logra ver a esa mujer, claro que lo logra, no hacemos spoiler, pero hay sorpresas. El pasado no vuelve o si lo hace, viene idealizado. En esta ocasión ese pasado tiene nombre de mujer, que no está sola, y viene de EE UU. El propio Bergareche, que empezó a estudiar Bellas Artes en Madrid, pasó una gran temporada formativa, en literatura, en ese país, en Boston. Viene de EE UU ese pasado, sí, como podría venir de otro lugar; viene en forma de recuerdo de la propia juventud y de los sueños. Aquí está el dilema: ha triunfado según los cánones convencionales y vulgares, pero tal vez no ha triunfado sobre sí mismo.

La novela se lee con mucho placer y el lector está deseando saber más sobre esa mujer y tener información sobre aquel festival de 20 años atrás, información que se nos va dosificando. Eficazmente se transmite esa mezcla de recuerdo nítido pero sensaciones difusas que tiene el protagonista.

Bergareche tiene ya una legión de lectores, no solo en España, que, y más a partir de ahora, esperarán ansiosos sus nuevas entregas. No hay artificios y sí buenos materiales: una historia y prosa trabajada. Es un libro de esos que los personajes te acompañan durante mucho tiempo. Personajes que pueden tener algo de ti pero que también puedes tener muy cerca observando el ejemplo vital de quienes nos rodean. No hay moralinas. Sí un gran consejo, que se repite en el libro: las despedidas, siempre, siempre, muy cortas.