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Leer el Quijote

Realidad y ficción en un mismo plano narrativo: el relato en los primeros capítulos de El Quijote de Miguel de Cervantes

Leer el Quijote

Leer el Quijote / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

Vamos, que no te das cuenta y ya llevas 100 novelas recomendadas, 100 Leemos. Sí, este es el 101 que publico en las páginas del diario INFORMACIÓN. Y, claro, un número así debe contener una gran novela. Y, en castellano, esa es El Quijote (1605-1616). Pero no se asuste el lector, no voy a comentar en 700 palabras una novela como esa, la primera novela moderna, la más de todas, la novela de novelas… No. Propongo leer y comentar El Quijote (Galaxia Gutenberg, 2004) a intervalos, tanto si la leíste, como si no (aunque siempre digas que sí). Lejos quedan mis 16 años en tercero de BUP cuando pensaba que algo muy malo había hecho para merecerme leer sus dos tomos, uno en Navidad y otro en Pascua.

Empezamos por los seis primeros capítulos de la novela, que contienen lo que es la primera salida del protagonista. Cervantes, con el referente de Bartolo (personaje que enloquece al abusar de su lectura de romances en el llamado Entremés de los romances, cuyo autor podría ser el propio D. Miguel), nos presenta a un hidalgo manchego al que le ocurre lo mismo, pero con las novelas de caballerías, un género de éxito durante todo el siglo XVI.

En el capítulo I presenta al protagonista mediante la técnica de la parodia. Toma como ejemplo al héroe de las novelas de caballería y lo transforma con humor y cierta maldad: si aquel era joven y atractivo, este será mayor y con poca presencia; si el otro tenía castillos, este vive en un pueblo que ni tan siquiera se nombra; si el otro tenía el amor de una bella doncella, este tendrá solo a una aldeana como amada irreal; si aquel tenía un fuerte caballo, este tendrá a Rocinante. Todo con un firme propósito: ridiculizar los libros de caballerías por su nulo aprovechamiento para la razón. Pero apareció «el efecto Streisand» y El Quijote encumbró la lectura de estos libros.

Cervantes utiliza, como rasgo moderno, un narrador omnisciente que deja actuar a los personajes con indeterminaciones, como el no recordar el lugar de La Mancha, y con una progresión temática lineal y ordenada en el tiempo. Nos cuenta quién es, su hacienda, dónde vive, cómo es su físico, su afición a los libros de caballería y cómo «del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio» (p.42). Y de ahí, de la locura como tal, decide ser caballero andante, por lo que buscará sus armas, su caballo, su nombre, don Quijote, y la doncella a la que amar, Dulcinea. Sale de su casa como caballero andante y entendemos el funcionamiento de su cerebro: «Y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la vienta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata» (p.52). Don Quijote no inventa, transforma.

El estilo de la prosa cervantina es ordenado y claro, al modo renacentista, como su educación, aunque le tocara vivir el barroco. Destaca el empleo de figuras de pensamiento sencillas, el símil, la personificación, y sobre todo la ironía, siempre utilizada hacia él por otros personajes, bien por su aspecto, bien por sus acciones, bien por su lenguaje. De ahí que el lector, en este comienzo, se encariñe con este loco al que todo le tiene que salir mal, un héroe siempre magullado. Es el enganche para que comiencen muchas más aventuras: armarse caballero, su encuentro con el muchacho azotado, su vuelta a casa compungido y el famoso escrutinio de sus libros, un claro ejemplo de censura al gusto del renacentista Cervantes; todo ello nos muestra un mundo novelesco simplemente magistral. El lector todavía no sabe todo lo que se va a encontrar en las muchas páginas que le restan.

Y ¿por qué deberíais de leer estos seis primeros capítulos de esta novela? Aunque es innecesario argumentar un porqué, de momento, siempre es hora de que te pongas a ello, si no la has leído nunca; y si ya la leíste, leerla de nuevo, pues no hay una novela que tenga tan diferentes lecturas según quién y cuándo lo hagas. Yo estoy en ello otra vez. Seguiremos informando.