La piedra angular de los Rolling Stones
En Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts, Mike Edison brinda un merecido tributo al añorado músico
Jesús Zotano
Aclaremos una cosa: Charlie Watts, el batería de los Rolling Stones, fue mucho más que ese tipo elegante e introvertido que durante casi seis décadas ejerció de testigo de las aventuras y desventuras musicales de Mick Jagger y Keith Richards. La carrera de «la banda de rock más grande de la historia» se habría ido al garete si él no hubiera ejercido de contrapunto entre las ínfulas del cantante y los desvaríos del guitarrista. Fue el propio Richards quien confesó que «sin Charlie no habrían existido los Stones». Y todos están de acuerdo en que, de no haber existido, los Rolling habrían tenido que inventar a Charlie Watts. Así que es de justicia destacar su aportación al grupo.
Tal y como apunta Mike Edison en Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts, este fue siempre el «insobornable custodio de la fórmula secreta de los Rolling», la piedra angular sobre la que reposa el legado de sus Satánicas Majestades; el techo y el suelo de una enorme casa en la que la mayoría solo entraba para asomarse a los dos grandes y contrapuestos ventanales (Jagger y Richards) por los que entraba la luz. El reconocido periodista y batería de varias formaciones -Raunch Hands, Pleasure Fuckers, Guadalupe Plata…- despliega su admiración por Watts en un entretenidísimo ensayo en el que intercala la biografía del músico con la historia de los Stones, todo ello regado de curiosas anécdotas y certeros análisis críticos sobre las canciones y los discos.
Amante y estudioso del jazz, heredero de Gene Krupa y ferviente admirador de Charlie Parker, Watts tejió con su cadencia y ritmo las costuras de los Rolling a su antojo; dando cuando tenía que dar y abriendo espacios suficientes para generar una impronta que lo convirtió en un batería único. «Marcaba con fuerza cuando se le requería y se relajaba cuando la canción no lo exigía; al fin al cabo, era un tipo humilde que siempre se ponía detrás de la canción», relata Edison. Pero además de ser un refinadísimo batería, más interesado en encontrar el roll que el rock, era el menos Stone de los Stones. No quiso saber nada de las orgías de grupies -se casó a los 23 años con Shirley Ann Shepherd y jamás estuvo con otra mujer- y siempre rechazó entrar en las sesiones drogadictas que se organizaban durante las grabaciones y las giras. Pese a haber pasado años al margen de ese circo, cayó en brazos de la heroína y el speed a comienzos de los 80, justo cuando sus colegas estaban ya de vuelta de todo. Su coqueteo con las drogas duró poco: «Me paré en seco, por mí y por mi mujer. Nunca fui yo, en realidad», confesó después, y al poco retomó su tarea de marcar el ritmo de los Rolling.
Sus Satánicas Majestades celebran estos días el lanzamiento de Hackney Diamondas, con dos cortes -Live by the sword y Mess it up- grabados por Watts antes de su muerte. Y acaban de anunciar una gira para 2024. La parca no les pillará en un sofá, sino haciendo rock, afirman. Wats siempre se consideró un músico de jazz, al que se dedicaba cuando no estaba con la banda. El rock era su trabajo, y decía que ir con los Rolling era como ir a la oficina.
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