Paseando por jardines de palabras

Entre naturaleza y arquitectura de Marta Llorente contribuye a recuperar el sentido y los valores de la idea de jardín que debería de incorporarse a un proyecto urbano y arquitectónico contemporáneo dominado por la insípida expresión de «zona verde», o por esa otra más reciente y tecnocrática de «infraestructura verde»

Ian Hamilton, jardín Little Sparta   (Escocia, 1975).

Ian Hamilton, jardín Little Sparta (Escocia, 1975). / porJoséRamónNavarroVera

José Ramón Navarro Vera

«El dueño fui de mi jardín de sueño»,

Rubén Darío

En Occidente, la idea del jardín está ligada en su origen a la nostalgia por la pérdida del Paraíso; sin embargo, con el paso del tiempo, el concepto de jardín se ha establecido y ha evolucionado como lo ha hecho la mirada sobre la naturaleza construida desde diferentes enfoques en los que se despliega desde la ciencia a lo poético y literario: «La naturaleza abraza y rodea el mundo que nos hemos empeñado en hacer habitable y donde se abre de muchos modos el territorio del jardín». Esta cita pertenece al ensayo de Marta Llorente Entre naturaleza y arquitectura. El remanso del jardín en el que su autora nos conduce por jardines reales o imaginarios en los que la palabra poética o literaria es el hilo conductor.

Este no es un texto de historia de los jardines, sino que como dice su autora, trata sobre «el camino que lleva al jardín» para encontrar en él su sentido como parte del espacio construido: «No solo la técnica o la arquitectura ha creado jardines. También la imaginación sabe inventar sus rincones, sus rumores, su color. Y dar vida a los seres que lo habitan (…) Novelas, relatos, poemas y crónicas de todos los tiempos han prestado sus palabras para recordar la existencia de jardines del pasado, a menudo destruidos o trasformados. Muchas veces esos mismos jardines han permanecido solo gracias a la literatura que supo recordarlos y darles una vida distinta». Para Marta Llorente, arquitecta y profesora en una escuela de esa disciplina, un jardín es «una idea, una forma de pensamiento, una imagen. Ocupa un lugar en el espacio que media entre la naturaleza y la cultura (…) Un jardín es un territorio semejante al alma con el enredo de sus pasiones».

En la ciudad, «el jardín posee un orden propio que lo diferencia por completo del entorno construido». Esa distinción no es solo espacial, sino de significado. Un jardín es una «heterotopía», como ha sido definido por Foucault la cualidad de algunos lugares de la ciudad donde la vida transcurre o se dan circunstancias diferentes de lo que ocurre en el resto de la ciudad. El limite del jardín, el muro que lo delimita es visto desde afuera «como un guardián de un tesoro inalcanzable, manteniendo el valor simbólico que requiere la autonomía de los jardines», leemos en las páginas del libro que comento.

Marta Llorente  Entre naturaleza y arquitectura. El remanso del jardín   Acantilado  432 páginas / 25 euros

Marta Llorente Entre naturaleza y arquitectura. El remanso del jardín Acantilado 432 páginas / 25 euros / INFORMACIÓN

La autora recorre jardines históricos, muchos de ellos jardines de la realeza y del poder que han sido recuperados para la ciudadanía, junto al relato de lo que allí aconteció y lo que le inspiraron cuando los visitó. Desde el Retiro de Madrid al parque de la Ciudadela de Barcelona, y desde la Villa Médici de Roma- un jardín ligado a dos pinturas de Velazquez que como a la autora, también intrigan al autor de este articulo- al Central Park neoyorquino; un recorrido acompañado de relatos literarios, como El jardín de los Finzi Contini de Giorgio Bassani, Los miserables de Victor Hugo, o el Nueva York que recorre el inolvidable Holden Caulfield en El guardián entre el centeno, sin olvidar las imprescindibles miradas literaria y poética sobre la Barcelona de Vázquez Montalbán y Gil de Biedma; y una película, Vivir de Akira Kurosawa, la historia de un oficinista que termina su vida luchando para conseguir un parque publico para los ciudadanos.

«El jardín ha cambiado el ritmo de las técnicas y de sus instrumentos, ha sido en buena parte un territorio perfecto para la experimentación. Las herramientas que empuñan las manos humanas desde el principio de los tiempos han sido empleadas siempre en jardines», leemos en el comienzo del capítulo dedicado a las técnicas del jardín, en la que la autora se detiene en dos de las materias que confieren identidad al jardín: la piedra y el agua, aunque también encontramos numerosas referencias al arte, la arquitectura y la ingeniería hidráulica de los jardines que se nos muestran a lo largo de sus páginas y que nos lleva a través del tiempo desde Egipto, pasando por el misterioso jardín renacentista de Bomarzo y relato homónimo de Manuel Mujica Laínez, hasta los Kew Gardens y el Crystal Palace de Paxton. Los «juegos de agua», artificios destinados al placer y a la contemplación de la realeza y la corte, contribuirán al desarrollo de la técnica hidráulica que tiene en Versalles a partir del siglo XVII uno de los más sofisticados artificios y sistemas hidráulicos.

En este recorrido tiene un lugar particular la Alhambra granadina, en la que se da una maravillosa confluencia de arquitectura, espacio, jardín y palabras, estas últimas expresadas en las que decoran estancias como la de la sala de las Dos Hermanas que comienza así: «Jardín yo soy que la belleza adornas / Sabrás mi ser si mi hermosura miras» (poema de Ibn Zamrak, poeta de la Alhambra, traducidos por Emilio García Gómez). En la Alhambra se produce una mágica transformación de los espacios a través de la música del agua, como ocurre en los patios de los Leones y de los Arrayanes: «Vivir oyendo siempre el agua debía de significar algo más para aquellos habitantes del palacio, algo que no podemos comprender», nos dice la autora de este ensayo.

La última parte de este ensayo se dedica a acompañar la imagen del jardín en la literatura y el arte desde finales del siglo XIX a la actualidad. Un tiempo en que se comienzan a perder, refiriéndose a Baudelaire, «las pocas señales de la naturaleza en el entorno del poeta. Estaba solo, deslumbrado ante la ciudad contemporánea». Encontramos también en este final, «el murmullo de un jardín abandonado» (Valle Inclán), habitado por «ecos de pisadas en la memoria» (T.S.Eliot), un jardín en el que la naturaleza, extendiéndose en libertad, ilustra la visión de la autora sobre la idea de jardín futuro: «Solo en compañía de una naturaleza más libre es posible encontrar un final viable para el jardín».