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Cuestión de clase

Según Balzac, detrás de cada fortuna hay un crimen escondido: "Los treinta apellidos" de Benjamín Prado

Benjamín Prado

Benjamín Prado / INFORMACIÓN

Paseando por las estanterías de la biblioteca de mi pueblo, actividad que desde siempre me agrada, me encontré con un autor que nunca había leído, si bien conocía de su prolija actividad literaria, mi conocimiento abundaba más en su actuación como tertuliano televisivo. Así que, teniendo en cuenta estos preliminares, fue fácil la elección y más cuando iba a disponer de tiempo lector distendido.

Hay formas de singularizar lo que es una novela policiaca o de detectives. Una, que no falla y que no falta nunca, es la creación de un personaje que se vaya a encargar de la investigación y que sea singular; otra es la que cada autor particularice, de acuerdo con su presencia literaria e ideológica, mediante la introducción de determinados elementos o temáticas que se escapen de lo esperado en este género textual. (Aunque leído lo ya leído, yo creo que todo es ya característico de este género).

En el caso de "Los treinta apellidos" (Alfaguara, 2018) de Benjamín Prado esa buscada diferenciación del resto de autores del género se consigue, en primer lugar, mediante la creación de un personaje principal, que resulta ser un profesor de literatura española en excedencia, lo que le confiere un bagaje cultural suficientemente amplio para incluir abundantes citas literarias a lo largo de toda la novela: Jorge Manrique, (p.99), Neruda (p.329), Cervantes (p.333), Boscán (p.364), César Vallejo, (p.367), Calderón (p.369), Balzac (p.332) y de muchísimos más autores, incluso repitiéndolos. Además, también ejerce de periodista de investigación, por lo que nos lo encontramos al principio de la novela como testigo protegido de una investigación anterior a la que nos va a ocupar, con un guiño claro a lo que es la novela de espías con rusos incluidos.

La segunda característica que la singulariza es la inserción de toda una ideología sustentada en los males del capitalismo en la sociedad actual. De esta forma, lo que podría haber sido una historia tradicional de búsqueda de alguien a quien se quiere reconocer y recompensar por una familia que no conoce, es decir, lo que el lector encuentra como motor de arranque y posterior sustento de toda la novela, se convierte en un testimonio histórico, social y político de lo que es una forma de ser rico en la España actual, de toda una filosofía de vida de las grandes fortunas del país de tiempos inmemoriales: «En este mundo, siempre competitivo, y con frecuencia despiadado, los que llegan más lejos no son quienes más corren y resisten, sino los que saben cambiar a tiempo de carrera» (p.69).

"Los treinta apellidos" nos cuenta la historia de una familia durante más de un siglo a modo de crónica histórica desde el presente; así conocemos su devenir mediante los negocios de esclavos, comercio inhumano e ignominioso con el beneplácito de la corona, las plantaciones de azúcar en Cuba, los mercaderes que asolan la Isla de Pascua, bucaneros, corsarios y también los negocios del ahora, hasta el punto de que en muchas ocasiones deja de ser una novela policiaca y se disfruta de otra forma, como novela social, como novela económica, como novela histórica, en definitiva, como una novela que, si bien se plantea como policiaca, tiene aspiraciones a ser mucho más y, al conseguirlo, gusta mucho más (según el lector, claro está).

Para ello, el estilo del autor está en perfecta consonancia con lo comentado, por eso presenta una buena legibilidad, pero con una sintaxis compleja con abundancia de frases muy largas (y casi siempre, con un alto grado de subordinación, como, por ejemplo, una oración de 99 palabras con nueve verbos, de los que tres son infinitivos introductores de subordinadas, p. 145), que exigen una lectura pausada en la que el lector debe recrearse ante una complejidad poco característica de este tipo de texto.

Y ¿por qué deberíais de leer esta novela? Porque la prosa de Benjamín Prado está muy elaborada, porque sabe jugar con los registros, porque sabe que sus lectores no solo quieren una historia sencilla de planteamiento, nudo y desenlace (de ahí la contextualización histórica y económica de esa familia de ricos), porque sabe de clases sociales y de relaciones humanas y porque, con su lectura encabezada por la metonimia que encierra el título, quizá comprendamos una posibilidad de cómo funciona realmente España.