Se llama Pascual, tiene 78 años y una pensión que ronda los 300 euros. Con ella vive, solo, en su pequeño piso de 30 metros cuadrados en el casco antiguo de La Vila Joiosa. Hace cuatro años, al igual que ocurrió con tantas otras casas de este núcleo histórico, su casa tuvo que someterse a una Inspección Técnica de Edificio (ITE) que, como pasó con la mayoría de casas en este barrio, resultó desfavorable.

De su bolsillo pagó lo que costaba aquella inspección y de su bolsillo pagó la primera multa coercitiva que le llegó por incumplir el deber de mantener en buen estado su inmueble y no acometer las mejoras que indicaban en el informe. Por ello, ahorró, pagó a un aparejador para que le hiciera el proyecto pertinente y acometió los trabajos que le indicaban. Una vez realizados, en septiembre del año pasado, recibió de nuevo a los técnicos para inspeccionar el inmueble. El resultado fue favorable, tal y como figura en el documento final que le entregó la Concejalía de Urbanismo hace siete meses que concluye que se han subsanado las deficiencias.

Pero la pesadilla no ha acabado. Hace unos días recibía de SUMA, la entidad que cobra los tributos municipales, una nueva orden de pago en concepto a «infracciones urbanísticas» que asciende a 245,53 euros. Apenas le deja, según reconoció ayer, para pagar la luz y ya se ve haciendo cola para pedir comida. Acudió a SUMA para explicar que todo estaba subsanado para que le retiraran la multa pero allí le dijeron que «eso lo tiene que pedir al Ayuntamiento». Fue al Ayuntamiento y lo pidió. La respuesta, a la inversa: «Lo tiene que pedir a SUMA». Desesperado, acudió a la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo. Allí le informaron que la antigua ordenanza (en la nueva no figuran ya multas coercitivas) se contemplaba condonar sanciones si se ha subsanado el error, pero al ser una ordenanza derogada ignoran si puede acogerse o no.

Ayer, el concejal de Urbanismo, Jerónimo Lloret, confirmó que, en efecto, podría tramitarse la condonación una vez estudiado el expediente. Antes «tiene que pedirlo al Ayuntamiento». Esta vez por escrito. Las palabras, se las lleva el viento.