Una casa deshabitada se deteriora, se llena de polvo y telarañas, se queda fría, muda y sin vida. Tu cuerpo es tu casa primordial. Un cuerpo no habitado se desgasta, queda hastiado mucho antes de tiempo y sin posibilidad de optimizar su función básica, ser tu vehículo para disfrutar de esta vida.

En esta existencia que cada vez nos enfoca más hacia fuera, de vez en cuando es interesante recogerse, inspeccionarse y mimarse el cuerpo.

Él es quien te ha de llevar de la mano hacia el último paso. El que nunca te va a abandonar hasta llegar a la meta y el que te manda señales para avisarte de que te estás desviando del camino. La enfermedad es el lenguaje del cuerpo para decirte, chaval, mírame, mírate, algo has de solucionar porque estás en desequilibrio.

Afortunadamente somos bastante más que un cuerpo mortal, pero cierto es que es él quien nos permite nacer, hacer, decir, amar, llorar, reír, gozar y también morir.

¿Le prestas atención a tu cuerpo, o solo te relacionas con él cuando sientes alguna molestia o dolor?

Lo que comes, lo que bebes, lo que inhalas, lo que sientes, lo que piensas, lo que dices, lo que callas, afecta a esa estructura física, a ese coche oficial en el que transitas el camino de tu vida.

¿Qué eres?

¿Te has parado a pensar de qué estás hecho? ¿Eres consciente de que eres un puñado de millones y millones de protones, neutrones y electrones? ¿Entiendes que todo lo que conforma tu cuerpo está hecho de la misma materia original que existe en cualquier partícula del universo?

El cuerpo necesita ser habitado por eso otro que también eres y que no es tu cuerpo. Si corres, si caminas ofuscado por la vida, estresado, de aquí para allá como si de un maratón tratase esto de vivir, tu cuerpo irá más deprisa que tu alma y te convertirás en una persona sin energía, preocupada, sin rumbo y triste. Permite que eso invisible, la Fuente en ti, habite tu cuerpo y le dé sentido a toda esa amalgama de músculos, huesos y tejidos perfectamente diseñados.

A solas con tu cuerpo

Dedica tiempo a estar solo y a no hacer nada, contempla, mírate y regocíjate de ese cuerpo. Sí, envejece, pero eso es señal de que está vivo.

Llévate bien con tu cuerpo, dedícale atención como ofrenda por tanto placer que te da, con esos cinco sentidos que te permiten absorber a mordiscos la vida en sinfonía de sensaciones. Cuida a tu cuerpo como si fuera tu amada, como si fuera tu hijo, porque es muy agradecido, a poco que le das él te devuelve miríadas de bienestar.

Ni te imaginas la cantidad de sustancias químicas que pueden ofrecerte felicidad y amor con un cuerpo bien cuidado, bien amado y respetado.

Habita tu cuerpo como quien habita un palacio, riega su jardín, nútrelo con sabiduría. Si eres de los que has decidido cultivar tu mente más que tu cuerpo recuerda, la mente es también tu cuerpo.

Un cuerpo en forma, bien nutrido y tonificado te ayuda a vivir en presente.

Baja el ritmo y siente las plantas de los pies al caminar a cada paso, siente tu respiración y tus latidos. Háblale, conversa con tus células, tus órganos, tus huesos…¿No conversas cada día con desconocidos? ¿Por qué no dedicarle de vez en cuando un rato a comunicarte con tu cuerpo?

Haz deporte, yoga, chi kung, algún arte marcial, baila, haz el amor, crea hábitos que te permitan conectar con tu cuerpo.

Siéntate en un lugar tranquilo, cierra tus ojos y trata de sentir el peso que ejerces sobre la tierra, el volumen que ocupas en el espacio, todo ese universo que alberga ese prodigio de la bioquímica.

Tu planeta cuerpo

Tu cuerpo forma parte de un planeta y debe ser cuidado si quieres cuidar del planeta. Tú eres el elemento básico en la protección de tu medio ambiente. Empieza por barrer tu casa, tomar decisiones respecto a esos hábitos que te perjudican. Infórmate de qué es bueno para tu cuerpo y de qué no.

Poco a poco irás afianzando una relación de amistad con esa estructura de vida que te va a llevar a gozar de los momentos más gloriosos y te sustentará en los más tristes. Así, cuando partas en el viaje definitivo habrás sabido aprovechar todo lo que la naturaleza te brindó para poder añadir vida a tus años, más que años a tu vida. Habita el templo de tu alma. Manera 41 de conectarse a la Fuente: Habita tu cuerpo.