Comprender el verdadero significado de valores esenciales en el ser humano te va a permitir llevarlos a la práctica de una manera más beneficiosa para ti y para quien te rodea. El término compasión ha llegado a nuestros días muy sesgado debido a la deformación que ha ido tomando por el tamiz de la cultura eclesiástica.

La verdadera caridad no es dar, caridad es darse. Este pequeño matiz ha hecho que confundamos compasión con misericordia, clemencia, altruismo y piedad, que malinterpretemos la compasión como pena y lástima por el prójimo, cuando realmente la compasión es el deseo de liberar al prójimo de su sufrimiento.

La compasión te lleva a padecer con alguien, más que a padecer por alguien y nace de un profundo sentimiento de sentirte unido a todo lo que representa la humanidad. Terencio, antes de la era cristiana ya escribió: ‘Hombre soy, nada humano me es ajeno’.

Si ves la humanidad como un cuerpo indivisible en el que lo que afecta a uno de sus miembros, por alejado que se encuentre, involucra a todo el cuerpo, te resultará más sencillo integrar la compasión en tu vida.

Image by Toshiaki Uchida

En la individualidad imperante puedes haber llegado a creer que eres una pieza separada del todo, aislándote de la ‘humanidad’, practicando una pobre compasión de telediario y de conversación de café.

Aprende a dejar de mirarte el ombligo, pues como decía William James ‘Somos como islas en el mar, separadas en la superficie pero conectadas en lo profundo’.

La compasión va más allá de la empatía, ya que es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro, y el deseo de aliviar o eliminar por completo tal sufrimiento.

Fíjate a tu alrededor, rasca un poco, ¿qué ves en mayor proporción, felicidad o sufrimiento?

Practica la compasión para simplemente ofrecer la oportunidad a tu prójimo de que elija el camino del cambio, el camino de la paz y que consiga mitigar su sufrimiento.

No puedes ayudar a nadie

Es fácil caer en la confusión de que puedes ayudar al prójimo. En realidad no puedes hacerlo, puedes poner los medios, las herramientas, el amor, para que esa persona que sufre consiga o decida salir de ese sufrimiento, pero tú no puedes ayudar a nadie si él no quiere o no puede hacerlo.

Es una idea controvertida y contradictoria, pero la experiencia nos dice que nadie que no quiera cambiar de modo de vida, por mucho sufrimiento que acumule cambiará por nuestra ayuda, si realmente no encuentra dentro de sí la motivación que inicie un mecanismo de respuesta a ese padecimiento.

Tú puedes dar luz a alguien, conocimiento, esperanza, apoyo, ánimo, pero si te empeñas en darle tu energía te desfondarás y acabarás frustrándote, transformando los problemas ajenos en propios, creyendo que la vida es injusta y que es una constante batalla.

No se trata tanto de volcarse en ayudar a los demás por conmiseración o lástima, sino de cultivar esa profunda experiencia de compasión que hace que pongas un poco de ti en mitigar el sufrimiento ajeno.

Herramientas de compasión

La meditación es el principal entrenamiento para fortalecer el músculo de la compasión, cualquier tipo de meditación, aunque la Metta Bavana o cultivo del amor incondicional, es una de las más intensas y gozosas para despejar las vías de expresión de tu amor más verdadero.

Al final, practicar la compasión es entrenar tu corazón para que cada día pueda abrirse un poco más y puedas ampliar tu capacidad de amarte a ti mismo y de amar al resto de los seres.

La parábola del Buen Samaritano nos ilustra sobre la naturaleza de ese amor desprendido.

En tu profesión, en tu vocación, en tu hobby, en tu día a día, encuentra esos ingredientes compasivos que permitan a los demás por unos momentos tomar la vía del no sufrimiento, del goce y el disfrute de la vida, por muchos obstáculos que tenga, por muchos problemas que se susciten en su camino.

Tu compasión puede hacer que una persona se inspire y cambie su paradigma. A veces solo un gesto o una sonrisa puede servir para que el otro reconozca su drama como una película de la que puede cambiar el guión.

Comparte esa energía que nace de lo profundo de tu corazón, de ese corazón que está unido al corazón del mundo. Unidos somos más y más fuertes. Manera 43 de conectarse a la Fuente: Practica la compasión.