¿El ritmo al que vives te permite llevar una vida centrada en tu ser o las distracciones y la velocidad te hacen vivir en continua estampida? El ‘todo para ya’, el ‘todo para ayer’, se ha convertido en preocupante plaga social.

Cada vez vivimos más años, pero cada vez lo hacemos a mayor velocidad, por lo que la cantidad de años ya no tienen relación con la calidad de esa vivencia. Más años, sí, pero ¿a qué precio?

San Agustín decía: ‘Una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio’.

Depende de cómo quieras vivir puedes elegir entre hacer menos cosas pero más sentidas o hacer más cosas y pasar superficialmente por ellas.

Son dos estilos de vida muy aceptables siempre que seas tú el que lo elija y que no sea la inercia y la velocidad exógena la que te empuje hacia la centrifugadora de un ritmo que no es natural, que no es sano y que no es tuyo.

Image by Lucía Urtiga

La velocidad engancha, tus glándulas suprarrenales disparan adrenalina a demanda cada vez que tu ritmo se pasa de rosca y siempre quieres más de esa droga. Por eso vives en una sociedad donde el cansancio crónico campa a sus anchas dando pie a trastornos de la conducta que producen irascibilidad, estrés, ansiedad, depresión, agresividad…y todo por haberte desconectado del ritmo de la naturaleza.

El desfase español

En España ya partimos de que vivimos con un horario que se impuso en 1942 cuando el gobierno franquista adelantó una hora el reloj para sincronizarnos con la Alemania nazi. Hasta entonces nuestra hora era la misma que la de Portugal, Gran Bretaña o Canarias, mucho más acorde con el lugar geográfico que ocupamos con respecto al movimiento solar.

Además somos de los países europeos que más tarde nos acostamos y menos tiempo dormimos, por lo que nos hemos convertido en expertos malabaristas de los ritmos circadianos como si participáramos en un concurso de resistencia vital.

Para y observa

Te invito a que en el centro de una urbe te sientes en un banco, obvies la pantalla del móvil por unos minutos (no vas a morir por ello) y observes a las personas a tu alrededor. Fíjate en el ritmo que llevan, fíjate en su postura corporal, en su mirada, su ceño, su gesto. Son tu reflejo y es posible el tuyo sea muy similar.

De la época en la que volví de pasar una larga temporada en Vejer de la Frontera recuerdo bien cómo mi ritmo había cambiado, cómo veía a la gente a mi alrededor literalmente correr despavorida sobre las aceras y el asfalto, siempre deprisa, en pos de algo, parecía que algún inspector de hacienda les perseguía. Pronto me contagié y el ritmo tranquilo del pueblo fue cediendo en mí en pos de la media maratón urbana.

Vuelve a encontrarle el gusto a hacer cosas simplemente por el hecho de hacerlas, sin necesidad de que tengan una finalidad. Camina, contempla, siente tu conexión con la Fuente, siente el presente bajo tus pies, el viento sobre tu rostro, sé la mirada que todo lo observa sin otro fin que el del deleite de la vida, la absorción a tragos largos de aquello que ocurre cerca de ti.

Si corres, si vas siempre a algún sitio concreto y dejas de lado las mieles del camino, tu viaje habrá quedado desposeído de la riqueza que la vida te otorga cuando estás presente y atento. Recuerda que la vida no es una peli de Imagenio, aquí no se puede rebobinar, y cuando llegues a Ítaca el viaje ya habrá terminado.

Elogio de la lentitud

Afortunadamente hay cosas que nunca se podrán hacer bien deprisa.El arte, la creatividad, la poesía, el diseño, el cine, la música, la palabra, necesitan de un proceso de maduración y reposo, cómo el vino, como el amor, como la paella. Manera 57 de conectarte a la Fuente: Ve despacio.

¡No corras. Ve despacio,

que donde tienes que ir

es a ti solo!

¡Ve despacio, no corras,

que el niño de tu yo, recién nacido

eterno,

no te puede seguir!

Si vas deprisa,

el tiempo volará ante ti, como una

mariposilla esquiva.

Si vas despacio,

el tiempo irá detrás de ti,

como un buey manso.

Juan Ramón Jiménez