El día en que la tristeza te inunda, la desgana se apodera de ti y todo lo de fuera parece marchitarse, es buen momento para detenerte y hacer por recordar quién verdaderamente eres.

Vives en función a una imagen que te has creado de ti mismo, una imagen que a veces las circunstancias golpean, truncan, rasgan y hacen que de tus estructuras se vayan desprendiendo esos andamios ilusorios que te ‘mantenían en pie’.

El día en que la tristeza te inunda te das cuenta de que tu vida está cogida con alfileres, que el paisaje que te rodea puede cambiar con un solo nubarrón que cruce por el cielo.

Prepárate pues para cuando llegue la borrasca, siempre lo hace y no suele avisar. Para mantenerte alerta busca en las corrientes subterráneas de ti mismo, profundiza capa de cebolla tras capa de cebolla y contacta con ese núcleo imperturbable que eres, fuiste y serás.

Image by Hannah Kristina Metz

Yo soy el que soy

Cuando alcanzas a recordar quién eres, ya puede cambiar de color el cielo y rugir la tierra que te sentirás inalterable y acompañado. Ya puede estar girando sin cesar todo a tu alrededor, que tú tenderás a mantenerte en el eje, en paz, enraizado en tu ser.

Recordar quien eres te hace relativizar las preocupaciones sobre todo aquello que adorna tu esencia, pues como adorno puede ser alterado y tarde o temprano tiende a desaparecer.

Cuando la tristeza asoma es momento de ponerte profundo porque quizá sea el superávit de superficialidad lo que te ha llevado a este estado.

Vivimos en una sociedad idiotizada enfocada hacia lo superfluo, ese becerro de oro que representa aquello voluble, efímero, absurdamente idolatrado: llámalo éxito profesional, dinero, posesiones, cuerpos danone, sexo, diversión, fama…

La tristeza tiene que ver con las capas exteriores que te conforman, esa personalidad que has ido moldeando con ese síndrome de Diógenes vivencial que fomentas a base de acumular experiencias, encuentros, historias, trabajos y aventuras.

Esa tristeza que te invade, está relacionada con la no aceptación de lo que es, con las historias para no dormir que te cuentas de manera repetitiva y fluctuante, no con la esencia que tú como ser humano eres.

Un profundo vacío, lleno de ti

En la profundidad es donde está ese vacío que necesita ser llenado de ti, ese vacío que como el ojo del huracán te mantiene a salvo del vendaval y te conecta con la Fuente.

La tristeza no proviene de tu centro que es puro amor y serenidad. La tristeza se fabrica en la periferia, en las capas que entran en contacto con lo externo.

En realidad cuando dices que sientes una tristeza profunda estás viviendo una paradoja pues esa profunda tristeza proviene de lo menos profundo de ti.

Para recordar quién eres mira hacia adentro, para máquinas, echa el ancla, date un respiro, permítete bucear en la no acción, contempla y acércate a lo hondo.

Recuerda quién verdaderamente eres, qué has venido a hacer aquí y hazlo. Verás cómo se te pasa la tontería en un santiamén.

Manera 75 de conectarse a la Fuente: Recuerda quién eres.

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