Las prisas siempre han sido malas consejeras pero hoy se han instalado en nuestras vidas de manera parasitaria. El todo para ayer, la cultura de la inmediatez y el constante ‘más madera’ te persiguen a toda velocidad y te producen ansiedad, estrés, frustración y una sensación de vértigo que te desconecta de la realidad.

Los procesos necesitan su tiempo, si te fijas en la naturaleza todo son ciclos: nacimiento, vida, muerte y renacimiento. Y por mucho smartphone que lleves adherido a tu mano, nunca olvides que eres naturaleza.

Deja que las cosas ocurran, desde luego si algo quieres has de imprimirle tiempo y esfuerzo, pero una vez le aplicas toda tu voluntad y tesón, el resultado ya no depende de ti. De ahí la necesidad de entrenarte en el sosiego para neutralizar esa corriente interna de impaciencia que te produce sufrimiento.

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Ritmo y cadencia

Las cosas llevan su propio ritmo implícito y acelerarlas te puede llevar a un resultado indeseado. Solo el fruto maduro es comestible y cada proyecto, cada relación, cada asunto que llevas entre manos necesita de un tiempo de cultivo.

Yo y Ya son vocablos muy similares, cuidado pues con el 'todo para mi' y el 'todo para ya' porque te desconecta de tu compás natural.

La paciencia te conecta con la Fuente porque te ofrece ese espacio de tiempo, esa capacidad de contemplación que te hace sentir e intuir el momento de las cosas. Igual que la amapola sabe cuando ha de abrirse y cerrarse, tú como ser vivo, también tienes unos impulsos internos que definen en qué momento estás respecto a mil variables. Cuanto más conectado contigo mismo mayor capacidad de apreciar tu momento, el tiempo de barrica que necesita ese proyecto ilusionante, el tiempo de cocción que precisa esta relación incipiente, el tiempo de peregrinación que necesita ese duelo hiriente.

En modo visita

Ser paciente hoy en día es tan complicado como respirar bajo el agua, ciertamente lo tienes todo en contra. La vida se te escapa entre los dedos, vives aferrado a un motor siempre encendido y en esa inercia del movimiento constante no te puedes dar del todo pues vives como si siempre estuvieras de visita: -me quedo un rato y me voy-, -no te molestes en sacar una silla que me marcho enseguida-, -gracias pero tengo mucho que hacer-, - debería estar haciendo otra cosa-.

Esencia y presencia

La impaciencia es una de las lacras que más está afectando a tu manera de ser, que más te está perjudicando en tus relaciones padre hijo, jefe empleado, amigo amigo, amado amado, tú tú…

Todo tiene su ritmo, ¿cuál es el tuyo? ¿Hacia adónde crees que te lleva la carrera que estás disputando?

La vida no son los abreviados titulares de la prensa ni el atropellado sumario del noticiario, la vida afortunadamente tiene longitud y latitud, tiene esencia y presencia. Busca ese centro que es tu ahora y trata de mantenerte consciente de él el máximo tiempo. Caminarás más enraizado a tu vida, sentirás bajo tus pies tu historia, comprenderás que hay cosas que no dependen de ti y aprenderás a esperar la ocasión.

Ser impaciente denota una crisis de esperanza, ¿en qué momento de tu vida se torció la cosa y dejaste de esperar lo bueno?

¿En qué momento perdiste la confianza en ti mismo y en la vida?, ¿en qué momento decidiste controlar y manipular todo lo que se relaciona contigo?

La paciencia es una enriquecedora consecuencia de la confianza. Confía en que la Fuente conoce cuál es la cadencia necesaria para ti y tus cosas, confía en que el tiempo sabe comunicarse contigo y susurrarte al oído: - espera aún es pronto para esto-, -tranquilo, llegará-, -no desesperes en cuanto sea el momento lo sentirás-. Y así es, si trabajas en la búsqueda de tu equilibrio personal y afinas tus antenas de lo invisible, cuando la ocasión llegue se te anunciará. Tu momento llegará en algún momento. Mientras tanto, en este instante, todo está bien. Manera 76 de conectarse a la Fuente: Ten paciencia.

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