Tú, yo y él, nosotros, vosotros y ellos estamos hechos de la misma pasta, pero la vida nos ha ido moldeando de diferente manera. Aún así, en lo primordial somos lo mismo.

Si un día cambiaras tu prisma de visión, alcanzarías a reconocer que el otro también eres tú. Verías tus relaciones de otra manera y lograrías comprender que en el fondo, como humanos, todos tenemos las mismas necesidades básicas que se sintetizan en una: sentirnos amados.

El maniqueísmo cultural nos enfoca en la dicotomía: día o noche, izquierdas o derechas, rico o pobre, del norte o del sur, víctima o verdugo, dócil o rebelde, hombre o mujer, ateo o creyente. Se trata de una manera sesgada de buscar las diferencias para evadirte de un concepto que tu YO no se atreve a asumir: que todos somos UNO.

Tu personalidad se disolvería de inmediato al reconocerte en la unidad, de ahí que el concepto te atemorice. Estás tan identificado con esa personalidad, te ha costado tanto esfuerzo ser quien crees ser, y te crees tan importante, que no te das cuenta de que formas parte de un todo en el que en realidad no existen tantas diferencias.

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Conecta contigo y conectarás con los demás

Todos compartimos un punto interior, un núcleo común, una misma Fuente, y cuanto más conectado estés con esa esencia inmutable, mayor capacidad tendrás de reconocerte como parte de un todo, un todo en el que tanto tú como tus congéneres tenéis muchísimas más cosas en común que las cuatro ideas aparentemente irreconciliables que os distancian.

Quiero pensar que estamos en tiempos de comenzar a buscar lo que nos asemeja y no tanto lo que nos separa. Bienvenido sea este tiempo en el que debemos rascar, negociar, eliminar capas accesorias para llegar a un punto de comprensión y cooperación por el bien de la totalidad. Normalmente inviertes tanto esfuerzo en querer tener siempre la razón que te abocas a una vida de completa sinrazón.

En una sociedad cada vez más atomizada, el sentimiento de comunidad irá poco a poco tomando relevancia o desapareceremos. Y qué mejor que retomar la idea de comunidad asimilando el 1(er) sutra de Yogui Bhajan : Reconoce que el otro eres tú.

Es el primerísimo primer paso para poder aproximarte a amar al prójimo como a ti mismo. Si no te reconoces en el otro, si no te reconoces en aquellos que sufren, en aquellos que están pasando por pruebas duras, por momentos de dificultad, nunca podrás reconocerte a ti mismo, pues sin los demás tu vida no tiene significado alguno. De hecho sin los demás tu vida no existiría.

Ahora le añadiremos una dificultad al asunto. No basta con reconocerte en el que sufre, también has de reconocerte en el que, según tu visión, hace sufrir. Tú eres los refugiados, pero también eres los que hacen huir a los refugiados de sus tierras y también eres los que no permiten que lleguen a nuestro país en busca de asilo. El juego de reconocerte en el otro no solo va de reconocerte en las víctimas sino de reconocerte también en los verdugos, pues potencialmente como ser humano tienes ingredientes para ser víctima o verdugo, malhechor y bienhechor, amable u odioso.

Por eso es tan recomendable conocer nuevas culturas, nuevas gentes, relacionarte no solo con personas de tu entorno cotidiano. Aventúrate a mantener conversaciones con personas con las que en condiciones habituales jamás entablarías una relación, atrévete y enriquecerás tu capacidad empática e irás reafirmándote en la percepción de que el otro, por mucho que te disguste, también eres tú.

Ábre tu corazón y abrirás tu mente

Recuerdo hace unos años cuando me formé como profesor de yoga y escogí hacer prácticas en la cárcel de Picassent. En el módulo de madres para ser más exactos. Allí obtuve un golpe de realidad y pude apreciar tras la apariencia de las internas, la esencia de personas asustadas, descolocadas y mecidas por el vaivén de una vida llena de dificultades. Durante esos meses del curso experimenté que yo también era ellas y que ellas eran yo.

Si te permitieras conocer a fondo a personas que aparentemente viven en las antípodas de tu manera de pensar y sentir, te darías cuenta de que no existen tantas diferencias entre unos y otros, ni unos son tan radicales ni los otros tan conservadores, ni unos tan liberales ni los otros tan socialdemócratas, ni tu vecino es tan molesto, ni tu tan agradable. Todos tenemos partes oscuras y llenas de luz, todos tenemos ideas retorcidas e ideas amorosas, todos nos sentimos desprotegidos y carentes de afecto, todos nos sentimos solos, perdidos, arrinconados, incomprendidos, apáticos, cansados, traicionados, desesperados. Sí, en algún momento te sentirás así y es bueno saber que eso nos pasa a todos, que eso nos define como hombres y mujeres y que si compartieras con los demás más a menudo cómo te sientes, te darías cuenta de que lo que te ocurre ni es tan grave ni es tan extraordinario.

Las emociones circulan por nuestra vida de manera fluctuante. Todos sentimos miedo, tristeza, ira, vergüenza, asco, rencor…

Pero aislarte, encerrarte en tu caparazón, también te cierra a la posibilidad de ver en los demás la esperanza, la vitalidad, el entusiasmo, la gratitud, el coraje y el perdón.

Siempre es más productivo trabajar en pos de las similitudes con el otro que jugar constantemente a detectar las diferencias. Atrévete a cambiar tu perspectiva. Manera 77: Reconoce que el otro eres tú.

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