Qué difícil extirpar el sentimiento de culpa de tu interior cuando te dispones a no hacer nada.

Soltar la acción, dejar de ‘ser productivo’, se ha convertido en un nuevo pecado capital en este momento de nuestra civilización preludio de la extinción de la era industrial. Una época que poco a poco se apaga pero que aún ha de dejar muchos quemados por el camino.

Image by Mandalina Antal

En pos de la productividad vivimos un sistema de descanso basado en la veneración de las vacaciones, un concepto que se sigue planteando cada temporada de la misma manera: 92% del año modo exprimir y 8% modo descomprimir.

Este es el panorama que se nos vende y el aro por el que llevas pasando tantos años que ni siquiera te paras a cuestionar.

La adoración popular a Santa Vacación Pagada es en realidad un arma de alienación masiva. Representa la zanahoria frente a tu hocico, un sistema hipnótico para que empujes como una mula de carga durante el año y hagas un perfecto sprint final dejando todos los flecos bien recogidos, echando mano de tus últimos rescoldos de energía vital para lo foto finish. Solo así podrás alcanzar el sello de calidad que certifica que te has ganado el derecho a descansar.

Ser y Hacer

Se puede ser una persona absolutamente decente, correcta, integrada en la sociedad y feliz, permitiéndote periodos de inactividad y no por ello ser improductivo, egoísta o injusto con la sociedad en la que vives.

El ‘no hacer’ deberías considerarlo como parte de tu estrategia para después rendir mejor sin por ello caer rendido.

Drogacción

La adicción a la acción como muchas otras adicciones se aprecia cuando uno deja de consumir la sustancia que la provoca o cuando, en este caso, uno deja de alimentar el motor de la acción.

Hasta que no pares no serás consciente de lo enganchado que estás a mantener tu motor en marcha.

Si cuando paras sientes un desasosiego interno, una especie de ansiedad, de pérdida, de no saber qué hacer, una angustia existencial, entonces es que eres un hacedor adicto. Paradójicamente, ese no saber qué hacer irá pasando a medida que te afiances en el no hacer.

Me encantaría vivir en una sociedad que, regida por la responsabilidad personal, nos permitiera reconducir nuestro ritmo cuando necesitáramos a lo largo del año sin tener que esperar a la operación salida, la operación bikini o la operación paso del estrecho para comenzar a salivar por las ansiadas vacaciones y salir en tropel del establo a por un centímetro de playa.

Las vacaciones son una engañifa, nunca me ha gustado que se me impongan las fechas en que debo descansar ni los momentos en que debo desconectar, pues de mi naturaleza y mi ritmo el único responsable soy yo.

La alternativa del año sabático deberías poder experimentarla al menos una vez en la vida. Yo hace justo 10 años me lo permití y existe un antes y un después sustancial en mi trayectoria vital.

Hacer, hacer, hacer

Hacer demasiado puede hacerte daño, hacerte herida, hacer que los minutos te consuman sin piedad y se conviertan en horas, días semanas, años, décadas de hacer y hacer, y cuando ya no puedas más, sentirte frustrado porque te hubiera gustado hacer menos pero vivir más.

Para saborear bien lo que haces con tu vida, permítete el gusto de no hacer. Vivir nadie dijo que fuera una consecución de acciones, no te dejes arrastrar por la actividad desmesurada.

Para, descansa, desconecta, embraga y baja de marcha. Y sobre todo no lo apuestes todo a las vacaciones, permítete a lo largo del año tus momentos de inacción, tus momentos de sentir la presencia de la vida a través de ti, momentos de silencio, de vacío, de quietud, de llenado, instantes de más sensaciones y menos acciones.

La pereza en pequeñas dosis terapéuticas es a veces muy recomendable. Manera 83 de conectarse a la Fuente: Haz nada

www.arnaubenlloch.com