Como en cualquier ciclo de vida, la siembra es una de las acciones más importantes, un elemento crucial si quieres obtener una fructífera cosecha.

Te pasas la vida sembrando sin darte ni siquiera cuenta, todo lo que haces, es más, todo lo que sientes y piensas y dices tiene el potencial creador de una semilla.

La semilla contiene en sí toda la información necesaria para transformarse en una planta, un árbol, una flor y en sus dulces frutos. Contiene un tipo de código en su ADN que permite, en las condiciones adecuadas, hacer que la sabiduría natural se exprese a través de ella y se convierta en fruta madura para deleite de paladares, para disfrute de la humanidad.

Tus actos, tus pensamientos, tus emociones, tus palabras, tus caricias son semillas. Pero una semilla necesita de un terreno preparado, un esmerado cuidado y una amorosa dedicación.

Image by Eugenia Loli

Para conseguir una buena cosecha de melones has de escoger las mejores semillas. Si escoges unas de baja calidad tendrás malos melones, si escoges unas de sandía pues en vez de melones tendrás sandías, eso es de cajón. Muchas veces algo tan obvio se te pasa por alto. No puedes obtener melones si plantas sandías. No puedes obtener amor si plantas miedo, no puedes obtener alegría si plantas preocupación, ni conseguirás una buena cosecha de paz si siembras inquietud y dudas. Siembra vientos y recogerás tempestades.

Tras varios años sembrando, siento que está llegando el momento de una buena cosecha. Es una sensación un tanto desconcertante, porque uno se llega a olvidar de que en algún momento, en algún lugar, había dejado una semilla cubierta de tierra fértil.

Lo bueno de sembrar es que tras un tiempo de constancia, de arar, abonar y cultivar, los frutos explotan en coreografía a un ritmo constante.

Antes de sembrar reflexiona sobre qué frutos deseas, te recomiendo que no trates de visualizar aspectos absolutos sino más bien trates de sentir sensaciones que quisieras en tu vida.

Elimina lo superfluo, otras hierbas que te distraen y te quitan fuerza, prepara el terreno, aliméntalo con cariño y dedicación, escoge un buen fertilizante, tendrás que superar los malos hábitos si quieres resultados. Si es necesario remueve toda la tierra, cambia de sustrato, busca otra parcela. Que siempre hayas sembrado en la misma tierra no significa que no debas cambiar.

Si te preocupas por sembrar, el fruto siempre llega. No tengas prisa, sigue sembrando, un día comenzarás a ver el terreno verde, dorado, y podrás cosechar.

A partir de ese momento la tierra ya nunca más será árida y seca, los ciclos vendrán uno detrás de otro.

Tu eres tu tierra, tu propia semilla y el labrador. Haz por mantenerte conectado a la Fuente y encontrarás que en la sencillez del camino, sin grandes fastos, sin artificios, es donde tus semillas van abriendo hueco en la tierra para alzarse bien alto desarrollando toda la vida que estás destinada a crear.

Saca la fuerza que llevas dentro para creer y crecer, para nunca más sentirte abandonado ni solo. En tu interior está grabada la fuerza de la vida, solo has de permitir que salga y se expanda. Deja el control férreo y observa, deja de presionar y acompaña a la naturaleza en su curso, deja de obstruir y ábrete a lo que está por venir. Sabes de sobra que cuando te relajas todo va mejor, que cuando confías todo brota con naturalidad. Preocúpate de seleccionar buenas semillas, allanar tu terreno y cultivarlas con amor, el resto viene dado. Tu eres tu Sol y eres tu agua. Manera 88 de conectar con la Fuente: Siembra.

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