Desde el lunes pasado la miniserie "La mujer del viajero en el tiempo" ya se encuentra al completo en HBO. Ciencia ficción, romanticismo y paradojas temporales que te volarán la cabeza. Todos estos elementos se dan la mano a lo largo de sus seis episodios. Clare y Henry están llamados a protagonizar una de esas historias de amor más allá del tiempo. Encabezan el reparto Rose Leslie, la ex de Juego de Tronos y The Good Fight a quien siempre acompañará la frase "No sabes nada Jon Nieve", y Theo James, uno de los galanes de la primera temporada de Dowtown Abbey. A modo de falso documental, la pareja protagonista cuenta a la cámara la desordenada cronología de su romance atemporal. Se conocieron mañana, pero se enamorarán ayer.

El responsable de esta ficción es uno de los guionistas más cotizados de la televisión británica. La pluma de Steven Moffat ha estado tras títulos de culto del calibre de Sherlock y de la revitalización de Doctor Who en el nuevo siglo. Para Netflix, el showrunner ya creó el año pasado su peculiar versión del Drácula de Bram Stoker, y ahora para HBO vuelve a adaptar uno de sus libros favoritos. Se trata de una novela escrita por Audrey Niffenegger con el mismo titulo que esta nueva miniserie y que ya fue llevada a la gran pantalla en 2009. (Una curiosidad, el director de aquella adaptación cinematográfica dirigió a Theo James en las películas de la saga Divergente). Algunos de los principios de la mecánica de los viajes en el tiempo que ya son marca de la casa se repiten en esta nueva adaptación. La escritora ya había inspirado a Moffat en los guiones de Doctor Who, al contar el romance entre la undécima encarnación del personaje y otra secundaria de la serie llamada River Song. Ambos vivieron también su peculiar historia de amor a través de encuentros desordenados en el tiempo. De alguna manera aquellos episodios eran un nada disimulado homenaje a este libro.

En la serie de HBO, Henry trabaja de bibliotecario y Clare es artista. Los dos están predestinados a enamorarse y acabar juntos y ni las paradojas temporales, ni las barreras de la edad podrán separarles. El punto de arranque no deja de tener un cierto toque inquietante. Ella le conoce con tan solo seis años de edad, después de que en el futuro una Clare adulta ya le haya anunciado que están destinados a casarse. Por si alguien a estas alturas sigue perdido, hay que explicar que Henry padece un extraño trastorno genético. Salta en el tiempo de manera de manera totalmente aleatoria y sin ninguna explicación. No ha dejado de recordarme a Benjamin Button, el personaje interpretado por Brad Pitt en la película de David Fincher, que tenía el don de crecer hacia atrás, de la vejez a la niñez.

Mientras que en Benjamin Button, él rejuvenece al tiempo que su amada envejece; aquí Clare tiene una existencia lineal en la que se va encontrando a su amado en momentos desordenados de su existencia. Henry es como un río, con el que ella se cruza a lo largo de los años en distintos tramos de su recorrido. Y a veces el Henry que se encuentra no resulta la persona de la que ella se enamoró. Podemos ser personas totalmente diferentes a los 28 y a los 38 años. A lo largo de los próximos doce años desde su primera cita, Clare y Henry están destinados a encontrarse 150 veces. Henry le entregó un cuaderno que contiene la hoja de ruta de todas sus apariciones. El argumento no deja de ser la historia de la espera de Clare entre salto y salto. Tanto en el caso de Henry como en el de Benjamin Button, su particular condición no se trata de un superpoder, ni de una habilidad. Más bien una maldición o una discapacidad, con la que el personaje tiene que convivir. La edad a la que Henry conoce a Clare no ha estado exenta de cierta polémica, pero hay que aclarar que el protagonista no está enamorado de una niña de seis años y espera pacientemente a que llegue a la mayoría de edad antes de plantearse siquiera nada con ella. Del mismo modo que Clare tampoco está enamorada de la versión más joven de Henry. En esos años de infancia, Henry se convierte para ella en una especie de amigo imaginario.

A la hora de acercarnos a las historias sobre viajes en el tiempo, muchos crecimos con las normas que explicaron a Marty McFly (Michael J. Fox) en, Regreso al futuro. Nos quedó clara la moraleja de que había que tratar de evitar las paradojas temporales y de que alterar hechos podría provocar que desaparecieras de la Historia o generar una realidad alternativa. Con Moffat, aprendimos que, si bien hay momentos en el tiempo que pueden cambiarse, hay otros que son vigas maestras que están destinados a ocurrir de una manera u otra y son inevitables. Por mucho que se vuelva atrás para intentar cambiarlos. Con Moffat no hay multiversos, ni efectos mariposa. Lo que tiene que ocurrir, acabará ocurriendo de un modo u otro. Es la amarga lección que aprende Henry en el momento más trágico de su vida, la traumática muerte de su madre. Un acontecimiento en torno al que descubriremos que hay una variada presencia de distintas versiones de Henry. Todos han aprendido que lo único que pueden hacer es tratar de mitigar el desgarrador dolor de su yo más pequeño.

La generación ochentera no solo vive de la mitología de Regreso al futuro en esto de los desplazamientos temporales. En Terminator, otra conocida franquicia cinematográfica de esa década, se nos contó que la materia no orgánica era incapaz de viajar en el tiempo. En la serie de Moffat ocurre exactamente igual que en la saga cinematográfica de los cyborgs asesinos. Los desplazados aparecen de la nada en pelota picada (sin tormenta eléctrica, eso sí) y una de sus primeras necesidades tras el salto es hacerse con ropa. Claro que el protagonista no tiene la corpulencia de Arnold Schwarzenegger para decir eso de "Me gusta tu cazadora y me gusta tu moto" y pasar a la acción. Más bien aparenta la debilidad de Kyle Reese (Michael Biehn) cuando llega totalmente desnudo a un tiempo que no es el suyo. Por eso es importante que en el momento de cada salto cuente con una aliada que le proporcione vestuario de manera fácil sin que tenga que arrebatárselo al primer incauto que se cruce en su camino. Y ésta es otra de las claves del inicio de su historia con Clare.

En un principio, se anunció que habría una única temporada, pero el hecho de que haya tramas del libro que se hayan quedado fuera ha desatado las especulaciones sobre si podría haber o no nuevas continuaciones. Sobre todo porque en esas entrevistas de falso documental ya hemos conocido versiones mucho más maduras de los personajes que todavía no se han asomado por la serie. Visto cómo han podido estirar algunos momentos, diría que tenemos todo el tiempo del mundo. Y que pueden ser infieles aunque sea con diferentes versiones de ellos mismos.