Dejándose llevar por la suavidad del licor, anís seco con agua e hielo picado, entretuvo su tristeza en las mesas de al lado. En este sitio, le habían advertido, no estará más de diez minutos. Una señora tomaba asiento al fondo. Pidió, creyó entender, cointreau. Aparentaba cincuenta y pocos, rubia teñida, de belleza innata. Sin dudarlo se levantó con su vaso en la mano y fué hasta ella. Encantado. Hola, le dijo. No sé que es lo que hago aquí, me han dicho que serán unos minutos, respondió. Te comprendo, yo estoy igual, (el camarero, atento, sirvió el cointreau). Habrá que brindar. No me gustan los brindis, nunca me han gustado. Como quieras, pero, ¿qué más dá?, en esta situación.... Ella le cogió la mano, se la apretó, era evidente que necesitaba sentir a alguien a su lado. ¿Y luego, a dónde iremos?. No me lo han dicho, en realidad todo es un poco sorpresivo, no imaginaba qué... ¿qué?. Pues que ìbamos a estar así, tomando copas después de morir, esperando el siguiente paso. Yo tampoco, dijo ella, además, es mejor estar juntos. ¿Sabes?.... ¿Sí?...... Falta música.