Parece que el rey tiene una nómina de muchos miles de pavos al año. El rey, dicen los cronistas, no paga luz ni agua, y viaja gratis, claro, incluso cuando le dá la gana de viajar. Es lo que tiene ser monarca: puedes participar en cualquier consejo de administración y no pasa nada porque nadie va a decir nada. Un ejemplo es la infanta consorte del jugador de balonmano: ella firmaba por aquí y por acullá y ya ven: nasti, la justicia y la hacienda mirando para otro lado.

Lo jodido del asunto es ver cuantos cortesanos monárquicos hay en este país. Desde ultras recalcitrantes reconvertidos, a otrora maoistas. Los he observado aplaudiendo enfervorizadamente cuando el Borbón asoma su cuerpo trastabillado y su alma de jugador de póker. (¿Porqué aplauden tanto?, ¿porque el rey lo pasa mal?, ¿porque se cuestiona la monarquía?, ¿porque es tan campechano como una gallina de corral?).

Tal y como está el patio, con largas colas en las oficinas de desempleo, embargos, hipotecas usureras, salarios congelados, abusos laborales, deudas, bancos vampiros, corrupciones por doquier, tristeza económica y alienación televomitiva, me sigo preguntando si es digno hacer la ola a la pasta gansa del rey. El salario interprofesional está congelado ergo las cacerías navideñas del borbón paralizadas. Me he dado cuenta que Sofía, la reina Simpson, no se carda desde el mes pasado.

Pues nada, a aplaudir se ha dicho.