Irene Montero, la portavoz parlamentaria de Podemos, ha respondido a las preguntas de los periodistas acerca de la compra de su nueva vivienda junto a su pareja, Pablo Iglesias.

Esta política tiene habitualmente una gran capacidad de oratoria (a excepción de la voz, ya que expulsa el aire de forma irregular, lo que hace que pronuncie habitualmente las frases de manera entrecortada).

Hoy se encontraba “capeando” la situación en la que les ha colocado a ella y a Pablo Iglesias la decisión de comprar un chalé de casi seiscientos mil euros, sorteando con habilidad las preguntas de los periodistas. Ha rellenado con fluidez su discurso con una verbalización plagada de frases repetidas (“mayordomos de los poderosos”, “servir a los poderosos”…), una comunicación evitativa (eludiendo responder directamente las preguntas) y con referencias grupales, diluyendo de esta forma la responsabilidad de los hechos (“en Podemos”, “los ciudadanos y ciudadanas”,…).

Puedes verlo en este vídeo:

Sin embargo, todo ha cambiado cuando le han formulado la que ha sido la última pregunta de la rueda de prensa, ya que, a partir de ahí, la parlamentaria ha dado por concluida la ronda de preguntas y se ha marchado.

La pregunta que le han formulado ha sido la siguiente: “¿por qué saben que De Guindos compró para especular y Uds. para vivir?”.

Durante la formulación de la pregunta, ya podemos ver cómo el rostro de Montero cambia: frunce el ceño, arruga la nariz y eleva el labio superior (según la codificación internacional FACS: AU4+9+10). Estos movimientos faciales correlacionan con la emoción de asco, que implica un rechazo; en este caso hacia la pregunta.

Debemos señalar además el período de latencia, sensiblemente superior al del resto de respuestas. El período de latencia es el tiempo que pasa desde que el interlocutor acaba de formular la pregunta hasta que la persona preguntada comienza a responder. Si comparamos el tiempo que Montero tarda en comenzar su respuesta a esta última pregunta respecto al tiempo que tarda en comenzar las respuestas a otras preguntas, vemos que es superior. Y además, debemos tener en cuenta que la respuesta a esta última pregunta es mucho más sencilla y breve que las respuestas anteriores (“no he dicho tal cosa”), y por tanto, requiere menos esfuerzo cognitivo para construir la frase. Esto ocurre cuando estamos valorando cuál es la mejor opción de respuesta; es decir, reprimimos la respuesta que de forma espontánea nos saldría y valoramos otras posibilidades.

Pero, además, es tremendamente relevante el tono con el acaba su contestación. Cuando dice “no he dicho tal cosa”, su voz acaba con un tono más agudo. Es decir, su entonación va de abajo hacia arriba en esa frase. Lo normal, cuando hablamos, es ir de arriba hacia abajo: empezar la frase con un tono más agudo y acabarla más grave. Cuando la última palabra de la frase es más aguda, es un indicador de falta de convicción acerca de lo que se está diciendo.

Si a todo esto, le añadimos la elevación vertical de los hombros que hace mientras verbaliza “no he dicho tal cosa”, significativa de falta de seguridad en la afirmación que está haciendo, podemos ver que, en definitiva, no está convencida de lo que está diciendo.

Después de esta contestación poco firme, se ha producido un incómodo silencio de 12 segundos. En este tiempo, Irene Montero ha vuelto a mostrar sus dudas, al elevar la barbilla mientras baja las comisuras y eleva los párpados superiores (AU5+15+17).

Hoy, la inseguridad en el discurso ha jugado una mala pasada a la parlamentaria de Podemos.

Análisis realizado por Sonia El Hakim López

Analista de Conducta en la especialidad de Comportamiento No Verbal Nº 170930001 por el Criminal Profiling & Behavioral Analysis International Group

Bibliografía:

Ekman, P. (2002). Facial action coding system (FACS). A human face.