Paisaje idílico de Bután

Qué bárbaro!, en mi vida he visto nada semejante, ni de lejos. Sí, son penes de un tamaño descomunal y los lugareños los exhiben sin ningún pudor. Nada de 20 ó 30 centímetros, estoy hablando de un metro o más. En cualquier otro país, y por supuesto en España, sería un escándalo público, pero aquí, en el lugar donde me encuentro lo ven como lo más normal. Trato de disimular y de mirar de soslayo para intentar no darle importancia, pero la verdad es que resulta difícil sustraerse a tan impactantes imágenes. Sin duda estoy en el país de los penes gigantes.

Preciosa vivienda tradicional de Bután decorada con un gran pene.

Visito por primera vez a un país de leyenda que ha permanecido durante siglos oculto entre las cumbres del Himalaya. Se llama Bután, tiene menos de un millón de habitantes, la mitad que la provincia de Alicante, y un tamaño similar al de Extremadura. Me dirijo al país en el único avión y en la única compañía aérea autorizados a aterrizar en su aeropuerto. Efectivamente, para viajar a Bután por aire sólo lo puedes hacer con Drukair (el dragón del aire), la compañía oficial del país, y en el único avión en servicio, ya que aunque dispone de otro más, se encuentra en la reserva para entrar en servicio sólo en caso de avería del titular. Hasta hace unos años los dos aviones que constituyen la flota de Drukair eran de fabricación rusa, pero en la actualidad son dos modernos Airbús de poco más de un centenar de plazas. Sólo hay otra forma alternativa de llegar a Bután y es por tierra, por un único puesto fronterizo desde la India.

Sólo un avión de una sola compañía aérea, Drukair, conecta Bután con el exterior por aire. Imagen del mismo a mi llegada.

Llego advertido de que el aeropuerto de Bután, situado en el valle de Paro, es el más complicado del mundo para aterrizar, al estar situado en un estrecho valle rodeado de altas cumbres, lo que obliga a una difícil maniobra bordeando montañas a ambos lados. Hasta tal punto es así que sólo se puede aterrizar durante las horas diurnas, por lo que no existen vuelos nocturnos. De hecho se dice que apenas una decena de pilotos en todo el mundo están capacitados para hacer esta maniobra de aproximación. Por tanto, estoy un poco expectante cuando se aproxima el aterrizaje y pronto compruebo que la cosa es muy seria, tanto, que cuando ya se encuentra en plena fase de descenso el piloto tiene que interrumpirla y hacer una brusca maniobra para elevarse de nuevo a gran altura, al constatar que cuando va a aterrizar ya se ha “comido” casi toda la pista.

Las decoradas ventanas destacan sobre las robustas paredes blancas de las casas.

Aunque soy de los que se siente más seguro en un avión que en cualquier otro medio de transporte, no oculto que la cosa empieza a preocuparme. Tras unos minutos sobrevolando la zona, el aparato vuelve a emprender la misma maniobra de aterrizaje, hay algunos nervios entre los pasajeros que han podido constatar como ya se ha abortado un primer intento de tomar tierra, y mucha expectación. Hay un silencio sepulcral, como si todos mantuviéramos la respiración, y damos un respiro de alivio, y un sonoro aplauso, cuando constatamos que esta vez todo ha salido bien y podemos tomar tierra en la “tierra del dragón”, como se conoce a Bután.

Los dzong son fortalezas que acogen, fundamentalmente, a los monasterios budistas.

Una de las primeras cosas que llaman la atención es la indumentaria de los butaneses. Los hombres se cubren con una especie de albornoz que les cubre hasta las rodillas, y se tapan los pies con largos calcetines. Las mujeres usan un vestido que le llega hasta los tobillos y una chaquetilla ligera. No es por capricho. El rey, puesto que Bután es un reino, tuvo que dictar un decreto que obliga al uso del vestido tradicional para evitar que desapareciera. Los butaneses que no lo visten es porque son de origen nepalí, que constituyen una minoría importante.

Butaneses con el traje tradicional practicando el tiro con arco, el deporte nacional.

Pronto constato la gran belleza del paisaje rodeado de montañas por todas partes, la mayoría cubiertas con densos bosques y con predominio de un intenso color verde salpicado por singulares construcciones, con una arquitectura única. Destacan las viviendas rurales, la mayoría de un inmaculado color blanco adornadas con grandes ventanales de madera artísticamente trabajadas y coloreadas. También adivino a lo lejos figuras pintadas junto a las puertas y ventanas.

Dos tipica viviendas rurales butanesas. La mayor tiene a la izquierda pintado el pene protector.

Es en una de mis primeras visitas a una de estas casas cuando me tropiezo, de golpe, con una imagen decorativa que me deja absorto. Lo que veo es un miembro viril de gran tamaño decorando la fachada. Es verdad que en España también las vemos, pero son pintadas furtivas hechas deprisa y corriendo y con un pene simplificado y alegórico. Aquí en Bután no. El pene está pintado con todo lujo de detalles, lo que demuestra que el artista se ha recreado en su obra para darle la mayor autenticidad y realismo. La fotografía de abajo es un ejemplo de uno de estos penes.

Dos penes flanquean la puerta para frenar a los malos espíritus.

Es cierto que el falo ha sido representado en algunas religiones, pero en la mayoría de los casos de forma muy esquemática y sencilla, por ejemplo en el hinduismo, donde se le denomina linga y suele tener forma cilíndrica y punta redondeada, de forma que te tienen que decir que es un falo porque no resulta fácil adivinarlo. En Bután, donde la religión oficial es el budismo, se dibujan con todo detalle y precisión. Encima, además, siempre está erecto y, en muchos casos, eyaculando. Vamos que salta a la vista lo que es.

Las ventanas de las casas butanesas están profusamente decoradas.

Como constato que el pene que he visto no es un caso aislado y que su imagen aparece en otras fachadas, pregunto porque este amor a los órganos genitales masculinos. La respuesta que me dan es la devoción que desde hace siglos se le profesa porque se cree que pintándolo en las puertas de las casas ahuyenta a los malos espíritus y contribuye a la fertilidad.

El dzong cercano a la ciudad de Paro es una construcción impresionante.

Me cuentan que en un monasterio de una localidad que no pude visitar, Tanakha, donde los jóvenes que carecen de descendencia acuden para pedir fertilidad, el monje los bendice con un robusto pene de madera. También me dicen que el origen de esta ceremonia es la leyenda de un monje que consiguió siglos atrás alejar a los malos espíritus a base de golpes con su pene invencible. Otras construcciones destacadas e incluso impresionantes de Bután son los dzong, una especie de fortalezas gigantes en estilo típicamente del país, que se destinan a monasterios y, en algún caso, a edificio oficial.

Uno de los dzong mayores del país se encuentra en las afueras de Timbu, la capital

Bután, que fue posiblemente el último país del mundo en autorizar la televisión, ya que no lo hizo hasta 1999, destaca por muchas peculiaridades. Así, es también el único país que evalúa el bienestar de sus gentes por un medidor llamado “felicidad nacional bruta”, desechando estadísticas macroeconómicas como el poder adquisitivo. Para medir la felicidad se valoran todos los aspectos fundamentales, como salud, cultura, educación, trabajo, bienestar familiar y opinión sobre el gobierno del país.

El monasterio del Nido del Tigre se encuentra en un lugar que parece totalmente inaccesible, en una hendidura de esta montaña.

Durante mis cuatro días en este país, acompañado por mi mujer, se me ha puesto a disposición un guía y un vehículo con conductor. Ellos se encargar de todo lo relacionado con los recorridos y visitas, con arreglo al programa contratado. Sólo cuando termina la jornada tengo tiempo para ir por libre. Es la única forma de visitar el país. Bután protege enormemente su medioambiente, hasta el punto de que el 60 por ciento del país está declarado parque natural, y restringe el turismo mediante la fórmula de sólo admitir a turistas que paguen un mínimo de 200 dólares por día. Aunque puede parecer caro, hay que tener en cuenta que tienes pagado con ello un coche con chófer, un guía, todas las visitas, las comidas y los hoteles de tres estrellas, todos ellos, por lo que pude ver, son confortables y muy limpios. Si eliges hoteles mejores, el precio asciende algo más.

Chicos y chicas universitarios con su traje tradicional se dirigen a sus facultades.

Se pueden contratas varios circuitos aunque creo que ninguno supera los 7 días de estancia en el país. Los vuelos a su capital se pueden efectuar, fundamentalmente, desde Katmandú, Bangkok y Deli.

En la capital de Bután no hay semáforos y sólo un cruce con un guardia urbano dirigiendo el tráfico.

Otros aspectos que me llamaron la atención de Bután es que en su capital, Timbu, no hay semáforos y sólo un cruce de calles con una caseta para el guardia urbano; cuando yo estuve las restricciones para fumar eran tan drásticas que prácticamente lo prohibían, y su deporte nacional es el tiro con arco, cuya práctica se puede contemplar en las grandes ciudades, especialmente los días festivos. También es popular el fútbol.

Un butanés con el molinillo de oración budista.

La gente butanesa las incluyo entre las más amables y gentiles del mundo. Todos sonrientes y encantados si les pides una foto. Visité Bután en el año 2000 e intenté volver la primavera pasada pero finalmente no pude, por lo que me reservo la vuelta para muy pronto. Sin duda, un país fascinante, y procuro no ser exagerado en mis valoraciones, y una experiencia única.

El tiro con arco es un espectáculo de masas en Bután.

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO