Hace apenas 80 años Catar era un humilde secarral tórrido y hoy es el país más rico del mundo. Cuenta con imponentes edificios de los más afamados arquitectos y los más lujosos centros comerciales. Además, en 2022, será la próxima sede del mundial de fútbol. Conocer la impresionante transformación sufrida por este país de Oriente Medio es lo que me lleva a visitar Catar. Además, los españoles lo tenemos fácil, con vuelos directos diarios de su compañía bandera Qatar Airways, desde Madrid y Barcelona.

Skyline del barrio de los rascacielos de Doha, la capital de Catar

Lo mejor para conocer Catar es hacer un vuelo de su compañía aérea desde España a cualquier país asiático y aprovechar la escala que hace en Doha, la capital del país, para permanecer allí un par de días o tres a lo sumo. Así lo hago yo en una de las muchas escalas que he hecho en este país dada la gran calidad de Qatar Airways y la multitud de destinos a los que llega. Ya hice una primera visita a Doha pero apenas un día en una escala anterior, pero desde luego dos o tres días son suficientes para conocer este minúsculo y desértico país, con una superficie equivalente a la de Murcia y sin apenas patrimonio histórico, por lo que la inmensa mayoría de sus atractivos son de reciente construcción.

Rascacielos imponentes en la parte moderna de Doha

Cuando aterrizo en Doha hace apenas unos meses que se ha inaugurado su nuevo aeropuerto, uno de los más lujosos y modernos del mundo. Una instalación que me sorprende por sus inmensas dimensiones y su intenso tráfico aéreo, algo asombroso si se tiene en cuenta que Catar tiene menos de tres millones de habitantes pero no llega ni a un millón los que tienen la nacionalidad catarí, frente a los dos millones que son extranjeros, lo que supone que casi el 70 por ciento de la población es inmigrante. Entrar en Catar es muy sencillo ya que el visado lo obtienes en el mismo aeropuerto y el precio es de 100 ryales, lo que equivale a alrededor de 20 euros.

Rascacielos de Doha que combina modernidad con tradición

Me atrae visitar Catar para conocer in situ un país que ha sufrido la más gigantesca transformación económica que se recuerda, ya que de ser un territorio desértico, baladí y misérrimo, ha pasado a ser el que tiene en la actualidad la renta per capita más alta del planeta, alrededor de 100.000 euros anuales, lo que representa más del doble que Estados Unidos o Alemania, por poner algún ejemplo. Pero es que, además, esta cifra es engañosa ya que en ella se incluye a la población inmigrante, que malvive con retribuciones miserables. En la realidad la población de origen catarí tiene una renta per capita anual que ronda los 600.000 euros, y todo ello gracias a los ingresos por el gas y el petróleo.

Cataríes paseando por las calles de Doha

Con tales reservas de combustible, el gobierno de Catar, presidido por una monarquía absolutista, se permite el lujo de no cobrar impuestos a sus ciudadanos. Así, en este país no existen los dos impuestos posiblemente más odiados por los restantes ciudadanos del mundo, el de la renta y el iva. Además, tienen la luz, el agua y el petróleo gratuitos, así como subvenciones para los estudios universitarios. El paro es prácticamente inexistente y ningún ciudadano catarí es obrero ni trabaja en actividades subalternas o que requieran esfuerzo físico. La otra cara de la moneda de Catar es la de los inmigrantes, que se ocupan de los empleos más duros y mal pagados. Suman más de dos millones y son una mano de obra fundamental. Sin ellos, el país se paralizaría de inmediato. Sin embargo, son tratados prácticamente como animales, cobran sueldos ridículos y viven en condiciones miserables, según han denunciado reiteradamente organismos internacionales de derechos humanos.

El opulento palacio del emir de Catar

Desde el aeropuerto me dirijo en taxi a un hotel que he seleccionado cerca de la Cornisa, el paseo marítimo de siete kilómetros que bordea la costa y se extiende desde la vieja Doha hasta la ultra moderna urbe repleta de gigantescos y espléndidos rascacielos, muy llamativos especialmente para los que, como yo, tienen debilidad por todo tipo de arquitectura, incluida la futurista. Un dato fundamental es la elección de las fechas para viajar a Catar. Ni se te ocurra hacerlo entre abril y septiembre, porque las temperaturas llegan a alcanzar los 50 grados y el país está prácticamente desierto hasta que comienza a ponerse el sol. Baste decir que la FIFA tuvo que cambiar las fechas del mundial de fútbol que se celebrará en 2022 y trasladarlo del verano a noviembre porque con estas temperaturas es imposible practicar cualquier deporte. En las horas centrales del día solo se ve por las calles a los inmigrantes, que trabajan de sol a sol para poder completar todas las infraestructuras en construcción previstas para el gran evento deportivo.

Catar es sede de grandes eventos deportivos

Durante mi estancia de dos días en Catar voy a permanecer durante día y medio en Doha, la capital, que acoge a la inmensa mayoría de la población del país, alrededor del 80 por ciento, y en donde se encuentra la gran mayoría de los lugares dignos de visitar. Lo primero que hago es pasear por el paseo marítimo "The Corniche", (la Cornisa), una de las visitas que considero fundamental ya que permite contemplar en todo su esplendor el skyline de la zona moderna de Doha, con su explosión de grandes rascacielos. El ritmo de construcción es tan vertiginoso que en apenas los pocos años que separan mis dos visitas el horizonte de las edificaciones resulta casi irreconocible como se puede apreciar en las dos imágenes siguientes.

Skyline de Doha en el año 2010

Skyline de Doha con más rascacielos unos años más tarde

El paseo de la Cornisa empieza prácticamente a partir del Museo de Arte Islámico, un edificio singular y original, que se asemeja a cubos superpuestos con detalles de estilo islámico. Está construido en una plataforma sobre el mar, aunque a escasos metros de la dársena a la que está conectada por pasarelas. El museo reúne una de las colecciones más destacadas de arte islámico de los últimos siglos adquirida a base de petrodólares.

El Museo de Arte Islámico está construido sobre el mar

Sigo caminando por La Cornisa en dirección a la ciudad moderna, con el objetivo de visitar el mercado de pescado, no muy alejado del Museo. Ya lo visité en mi anterior estancia en Doha y me causó una gratísima impresión, ya que no tiene nada que ver con un mercado al uso. Los pescadores estaban vendiendo sus capturas en la misma dársena, directamente de las barcas al comprador que, como en la mayoría de los mercados de países musulmanes, son hombres. Todo un espectáculo comprobar la variedad de oferta y la frescura.

El mercado de pescado en 2010, antes de su renovación

Sin embargo, compruebo que la zona donde se ubicaba está patas arriba por las obras de renovación de parte del paseo de la Cornisa y me dicen que se ha trasladado provisionalmente a otro lugar, aunque está previsto que se vuelva a abrir, modernizado, en los próximos meses. Ya de regreso en España me entero que efectivamente está funcionando en el mismo lugar, con nuevas instalaciones consistentes en una treintena de puestos de venta con toldos. Por las imágenes que veo en internet se aprecia que ha ganado en modernidad pero, para mi gusto, ha perdido en originalidad y encanto.

Un pescador catarí exhibe una magnífica llampuga en el mercado

Prosigo mi marcha y abandono el paseo marítimo para cruzar hacia la ciudad antigua, que la tengo enfrente y solo separada por dos amplios viales, para dirigirme al zoco más destacado de la ciudad. Es fácilmente localizable ya que en sus cercanías se encuentra una mezquita con un alto minarete en espiral que se divisa desde la Cornisa. Esta mezquita es un singular edificio digno de visitar. Se la conoce como Fanar y también como Centro Cultural Islámico de Doha. De noche tiene una iluminación excelente que realza aún más su belleza.

El Centro Cultural y mezquita de Doha

A menos de 10 minutos de esta mezquita, andando, se encuentra el souq (zoco) Waqif, una de las atracciones imprescindibles de Doha. Es uno de los lugares más populares de Catar por la gran concentración de comercios de todo tipo y de elegantes restaurantes donde se combina la cocina oriental y la occidental. También es el lugar donde se cita la población catarí para pasear y tomar un té. El zoco abarca una amplia calle principal y sus callejuelas aledañas que conforman un laberinto en el que resulta muy fácil extraviarse. La gran ventaja con respecto a los modernos centros comerciales es que el zoco se encuentra en la parte antigua de la ciudad, con comercios a pie de calle en edificios de estilo tradicional, unos antiguos bien restaurados y otros de nueva construcción respetando la tipología del entorno.

Comercio de venta de alfombras en el zoco Wakif

En el zoco Wakif incluso tengo la posibilidad de practicar el regateo y de adquirir cualquier producto típico. Además, es el único lugar, junto con el aeropuerto, en el que encuentras una buena oferta de regalos y souvenirs. Lo que más me llama la atención al pasear por el zoco es la dispar indumentaria de las mujeres, desde las que se cubren con el niqab, que tapa todo el cuerpo y la cara al completo salvo los ojos, hasta las que llevan vaqueros ajustados e incluso brazos y hombros al descubierto, que en su inmensa mayoría son extranjeras. En este aspecto de la indumentaria femenina hay libertad, al igual que sucede en Dubai y Abu Dabi.

Contraste de vestimenta femenina en el zoco Wakif de Doha

La mayoría de los cataríes hablan inglés y especialmente en comercios y restaurantes turísticos, pues no hay que olvidar que hasta su independencia, en 1976, Catar fue un protectorado británico. Aprovecho mi recorrido por el zoco Wakif para almorzar en un restaurante que en su carta incluye platos típicos con un toque occidental. Los restaurantes en el zoco son caros, aunque no excesivamente, salvo aquellos ostentosamente lujosos. En ningún restaurante ni bar de Catar sirven bebidas alcohólicas salvo en los de hoteles de grandes cadenas internacionales y a precios nada módicos.

Tejedores artesanales en el zoco Wakif de Doha

Desde el zoco Waqif vuelvo a cruzar varias calles y la gran avenida que bordea el litoral para regresar a la Cornisa, un paseo idóneo para caminar, especialmente por las mañanas y al atardecer, cuando la temperatura refresca. Allí me tropiezo con uno de los monumentos más destacados del país, el dedicado a la ostra perlífera, la gran fuente secular de ingresos de los cataríes hasta que el negocio se fue a pique, allá por los años 30 del pasado siglo, con la irrupción de las perlas cultivadas de los japoneses. Hoy en día aún se mantiene viva la industria de las perlas en Catar pero como una actividad subsidiaria, ya que el 92 por cien de los ingresos del país proceden de la venta de petróleo y, especialmente, de gas, del que son la tercera reserva mundial. La perla de Doha también es el nombre de una isla artificial, unida a tierra por un amplio puente en la que se están construyendo grandes urbanizaciones de lujo, a pie de playa, fundamentalmente para extranjeros, similares a las existentes en Dubai.

Monumento a la ostra perlífera en la Cornisa de Doha

Prosigo por la Cornisa de Doha, siempre con el magnífico telón de fondo del skyline de rascacielos, y llego a un área de concentración de dhows, los barcos tradicionales de pesca de Catar. En la actualidad muchos de ellos se destinan a la actividad turística y a los negocios dedicados a dar paseos por la bahía de Doha. Es imposible pasar por esta zona de atraque de barcos sin que te ofrezcan un paseo en dhow y así me sucede a mí, con varios marinos insistiendo en un paseo por el puerto disfrutando de la suave brisa marina.

Barco típico surcando la bahía de Doha

Se pueden efectuar paseos en barco por la bahía de Doha durante todo el día aunque al atardecer hay más demanda, cuando se pone el sol y se iluminan con luces de todos los colores los grandes rascacielos El precio es negociable y, según me comentan, ronda los 50 euros el alquiler en exclusiva por una hora siempre que no sea al atardecer ni en fines de semana. Finalmente me sumo a un grupo numeroso que ha contratado un barco y consigo navegar por las aguas de Doha por 10 euros. Los sibaritas incluso pueden contratar una velada con cena en los dhows, pero los precios ya resultan desorbitados.

Los dhows son los barcos tradicionales de Catar

Dejo atrás la zona portuaria de los barcos dhows y pronto me llama la atención un gigantesco edificio de nueva planta, que todavía estaba en construcción en mi viaje anterior. Su espigado minarete y su estructura, a medio camino entre edificio religioso y fortaleza, imponen por su envergadura. Se trata de la Gran Mezquita Nacional, la mayor del país y que fue inaugurada en 2011. Aunque parece cerca del paseo de la Corniche opto por tomar un taxi, transporte que en Catar resulta más barato que en España.

La Mezquita Nacional de Catar impacta por su tamaño

Una vez en la mezquita el edificio impresiona: con una sala central con capacidad para 10.000 hombres y 1.200 mujeres, una proporción que, como es habitual en las mezquitas, es muy desventajosa para las mujeres. Sumados los espacios exteriores, la capacidad total es de 30.000 personas. Llama la atención la gran profusión de cúpulas en su cubierta hasta sumar un total de 93.

Fachada de la Mezquita Nacional de Catar, inaugurada en 2011

No tengo ningún problema para visitar el interior e incluso para hacer fotografías. Como en todas las mezquitas debo dejar el calzado en la puerta. La entrada es gratuita y solo se impiden las visitas turísticas durante las horas en que se celebran los oficios religiosos.

Interior de la Mezquita Nacional de Catar

Desde la Gran Mezquita Nacional decido caminar hacia el barrio de los rascacielos de Doha. Tras un recorrido que ronda la media hora vuelvo al paseo de la Cornisa en el tramo que conecta con la zona de los rascacielos, la más moderna de la capital de Catar. Uno de estos edificios más populares es la Torre Burj o torre Doha, que no puede disimular que fue diseñada por Jean Nouvel, el mismo arquitecto francés que diseñó la torre Agbar de Barcelona, con la que guarda gran similitud.

Paseo de la Corniche y a la derecha la torre Burj

Este barrio de la Torre Burj, llamado la West Bay, fue el primero en acoger rascacielos en Catar, unos edificios que hoy son una de sus grandes señas de identidad. Continúo bordeando el mar por la avenida de la Cornisa hasta llegar a completar sus siete kilómetros prácticamente a la altura del hotel Sheraton. A continuación penetro en el maremágnum de rascacielos de todas la formas y alturas, muchos de ellos de estilo vanguardista y diseñados por algunos de los arquitectos más relevantes del panorama internacional. La mayoría de los acabados, ya que cuando visito el barrio de West Bay todavía hay bastantes edificios sin completar, son oficinas de destacadas multinacionales del petróleo y las finanzas.

El barrio West Bay de Doha es un maremágnum de rascacielos

Mientras paseo por el laberinto de rascacielos de corte vanguardista, delimitados por amplias avenidas, pequeñas zonas ajardinadas y grandes aceras, me parece estar caminando por una ciudad futurista, de la que este barrio de Doha parece su más cercana referencia. Con tanta variedad de formas y estilos no es nada fácil la selección de los edificios más relevantes. Disfrutando de esta gran variedad de gigantes de la construcción se me pasa el tiempo volando y pronto comienza a amarillear la tarde y a ganar terreno las sombras.

Puesta de sol en Doha

Comienza a oscurecer sin apenas darme cuenta, por lo que decido concluir el día regresando al hotel, no sin antes pasear por la Corniche para contemplar el espectáculo del skyline nocturno iluminado. Los hoteles en Catar se han abaratado en los últimos meses como consecuencia del incremento de la oferta con vistas al mundial de fútbol. Así, en la actualidad se puede conseguir una habitación de un buen hotel de cuatro estrellas situado en la Cornisa por entre 50 y 60 euros para el mes de noviembre, cuando ya la temperatura comienza a ser agradable todo el día.

Skyline nocturno de Doha desde la Corniche (Cornisa)

A la mañana siguiente decido salir de Doha para visitar otras localidades, todas ellas de pequeño tamaño, comparadas con la capital. En materia de patrimonio histórico y monumental Catar solo cuenta con una edificación declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el fuerte de Al Zubara, pero cuyo interés es muy relativo ya que su antigüedad se remonta a tan solo 1938, por lo que apenas tiene 81 años. Además se trata simplemente de un recinto amurallado cuyo objetivo inicial era ser un cuartel de la policía. Actualmente, con la declaración de la Unesco, alberga un museo y es promocionado como punto turístico, pero se encuentra a más de 100 kilómetros de Doha, no hay transporte público y una excursión turística te sale por casi cien euros, por lo que no merece la pena. En su lugar opto por visitar pequeñas localidades de pescadores de la costa catarí entre las que destaco Al Wakra, una ciudad de 30.000 habitantes donde se conserva la tipología tradicional de la vivienda catarí y donde reside una de las flotas pesqueras más importantes de Catar.

Últimos retoques a un dhow en el astillero de Al Wakra

He pactado con un taxista la cantidad de 40 euros para un recorrido de medio día por ciudades de Catar no muy alejadas de Doha. Es un precio bastante barato ya que otros taxistas no bajaban de 60 euros. Llego en el taxi a las proximidades del puerto de Al Wakra, con algunos rincones realmente encantadores con rústicas casas de pescadores encaladas originariamente pero ya amarillentas por la acción de las cercanas arenas del desierto. Muy próximas a las viviendas hay botes de pesca e incluso algún dhow, la embarcación tradicional de Catar. En el puerto hay gran cantidad de embarcaciones de pesca, algunas de ellas en el momento de desembarcar las capturas del día.

Casas de pescadores junto a la playa en Al Wakra

Recorro alguna pequeña localidad más, de similares características y a mediodía regreso a Doha para visitar otra de sus más destacadas atracciones, los grandes centros comerciales. Voy al City Center, que se jacta de ser el más grande, y al Landmark Mall, ambos dentro de la ciudad de Doha, que salvo algunos detalles arquitectónicos en la fachada, no difieren casi nada con este tipo de centros de otras partes del mundo.

Entrada al City Center, el mayor centro comerical de Catar

También en los centros comerciales se puede contemplar la disparidad de indumentarias, especialmente de las mujeres. Por su parte, los varones cataríes siguen vistiendo mayoritariamente el qamis, la prenda blanca tradicional que les cubre del cuello a los tobillos. En la cabeza portan una especie de pañuelo, generalmente blanco, llamado kufiya, que se sujeta con un cordón de color negro llamado iqal.

Los cataries son aficionados a fumar el narguile o shasha

Finalmente decido dirigirme a "El Villaggio", el más moderno y famoso de todos los centros comerciales existentes en Catar y, según me cuentan, uno de los lugares predilectos de los acaudalados cataríes, que disfrutan pasando el tiempo de compras en los comercios de las grandes firmas de lujo internacional y paseando por su interior. El Villaggio se encuentra en las afueras de Doha y llama la atención desde la lejanía por la elevada construcción situada en sus aledaños, la torre Aspire, que con sus 300 metros de altura es la edificación más alta de Catar al no haberse completado la edificación de la Dubai Tower, que al alcanzar los 400 metros pasará a ser la más elevada. La torre Aspire es ahora un hotel de lujo y en su parte más elevada dispone de una planta giratoria habilitada como restaurante.

La torre Aspire, de 300 metros de altura

El Villaggio es considerado como uno de los mejores centros comerciales del mundo por la revista Forbes. Está construido imitando muchos aspectos de la ciudad de Venecia, incluyendo sus canales, por los que se puede navegar en románticas góndolas. El techo es una imitación del cielo con tal potencia de luz que casi parece que te encuentras al aire libre y no en el interior de un edificio.

Cielo artificial en el centro comercial "El Villaggio"

Mientras recorro el Villaggio no me siento trasladado a Italia o Venecia si no más bien a Las Vegas, y más concretamente al casino The Venetian, del que el centro comercial de Catar parece una modesta imitación. Entre las firmas con establecimientos en el centro no falta ninguna de las más famosas y lujosas. Hay una amplia oferta de joyerías dada la gran afición al oro por parte de los musulmanes y el gran poder adquisitivo de la población de Catar. No faltan los restaurantes con variedad de menús de casi todo el mundo.

Recreación de Venecia en "El Villaggio" de Doha

Se me ha hecho de noche casi sin darme cuenta y tras una cena ligera a base de ensalada y fruta en un restaurante de El Villaggio, regreso al hotel porque al día siguiente debo madrugar ya que mi vuelo hacia La India, mi próximo destino, sale temprano. De todo lo que tenía previsto visitar y que incluye lo más relevante de Catar solo me ha faltado la Villa Cultural Katara, situada en la costa de Doha, entre el barrio de los rascacielos y la isla artificial de la Perla. Será una excusa para volver a la capital de Catar en otra escala de cualquier viaje a los países asiáticos que haga con la compañía Qatar Airways. Para terminar hay dos lugares que he obviado porque creo que carecen de interés. Uno es las playas, porque son muy rutinarias y solo existen las reservadas para extranjeros en hoteles y urbanizaciones de lujo ya que los cataríes no acuden nunca a ellas. El otro es el de las dunas del desierto, que en Catar no merecen la pena ya que son muy pobres comparadas incluso con las de Dubai y otros países cercanos, por no hablar de las gigantescas e impresionantes dunas del Sahara.

Minarete de Doha al anochecer

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO