Faltan pocos días para el cierre de la exposición de Sorolla en Madrid (hasta el 13 de septiembre tras su reciente prolongación), y las colas de visitantes se acumulan en los alrededores del Museo del Prado pese al tórrido calor que cae en una mañana de agosto.

Tras el paso de la muestra por Valencia, la capital madrileña cierra una exposición antológica única que nadie desea perderse, y que incluye por primera vez la reunión de 102 lienzos del pintor español con mayor proyección internacional en el siglo XIX, Joaquín Sorolla. Entre ellas, se dan cita el impresionante conjunto de paneles de sus "Visiones de España" pintados para la Hispanic Society of America, con la obra "El Palmeral" de Elche. La pintura se ubica en la segunda sala de la exposición, atrapando al espectador al primer golpe de visita, con una perfecta combinación de colores donde prevalecen el amarillo de los dátiles con la fuerza y tonos verdes de las palmeras. La bella estampa ilicitana de Sorolla es un simulacro, a petición del propio pintor en 1918, sobre el corte y recolección del dátil con una docena de jornaleras y un solo trabajador.

Son casi las dos de la tarde, y operarios del museo nos confirman la cascada constante de personas para visualizar la muestra (en dos meses, 250.000 visitantes, que para septiembre podrían doblarse). Y "El Palmeral" de Elche continúa rodeada de curiosos e interesados pese a esta infrecuente hora, en una de las contadas obras que el pintor valenciano dedicó a una ciudad en sus "Visiones de España", donde aborda a numerosas comunidades autónomas como la vasca, catalana, gallega o navarra.

Sorolla también refleja con especial esplendor y sutileza el mar en el arranque de la exposición. Por ese motivo, junto al Mediterráneo que baña la playa de la Malvarrosa de su Valencia natal, podemos ver las aguas cristalinas de Jávea en cuadros como "La Caleta" o "El bote blanco". Sorolla pasó cuatro veranos en Jávea, a veces acompañado por su familia (como en el óleo "Clotilde y Elena en las rocas", donde su mujer e hija disfrutan del paisaje alicantino) y en otras ocasiones se refugiaba en la soledad. Había iniciado entonces una lucha férrea por captar la luz, como el precioso ocaso de sol que plasmó en "Fin de jornada", al concluir los pescadores la faena en el cabo de San Antonio.

Mientras tanto, encontramos a padres que le explican a sus bebés la fuerza de la luz de Sorolla; niños cogidos a sus madres y que se pegan a los paneles informativos de los cuadros; y parejas más jóvenes o mayores que se mezclan y reparten por la sala entre muestras de cariño. Una imagen que simboliza la fuerza de una muestra exquisita y enriquecedora que va más allá de una moda pasajera sobre un autor que ha estado mediatizado en demasía en los últimos meses.

Realmente esta es una colección que no tiene desperdicio, y que se ha convertido sin duda en la mejor marca turística de la provincia de Alicante en este verano. Por ella, cientos de personas se empapan a diario de nuestro patrimonio cultural y paisajístico: luz, playas y colores de algunos de los rincones más bellos de la provincia. Y todo en el marco de uno de los museos más importantes y prestigiosos del mundo.