Opinión | EL TELEADICTO
Adelante, Victoria
Corría el año 1980. El director de informativos de TVE era Iñaki Gabilondo y con muy buen criterio eligió a Joaquín Arozamena y Victoria Prego para que se ocupasen de la última edición del Telediario, esa que se perdió cuando llegaron las privadas. El formato era novedoso desde el título: Al cierre. Allí los presentadores dejaban de ser bustos parlantes y se convertían en divulgadores que explicaban y contextualizaban las noticias. Máxime cuando Joaquín daba paso a su compañera con una expresión que se convirtió en emblemática: «Adelante, Victoria». Es la que muchos espectadores esperábamos porque entonces llegaba la mejor comunicadora del momento que, tuviese o no cúe, daba la impresión de que hacía suya la información hasta el punto de contarla con palabras suyas, con apostillas suyas, y con improvisaciones que sólo a ella pertenecían. Victoria tenía entonces 33 años y quien escribe 18, pero la impresión que tenía es que hasta entonces nunca me había acostado con la sensación de haber entendido con tanta claridad los entresijos de la actualidad nacional e internacional. Pocos años después pasó por el último Telediario TVE otra musa de la información enorme, Olga Barrio. Se retiró prematuramente y nunca más se supo de ella.
Victoria Prego resurgió, y es cuando cobró prestigio, con la serie documental La transición, dirigida por Elías Andrés, un encargo de Pilar Miró. El hecho de que en el último tramo de su biografía se «derechizara» (se fue con Pedro J. Ramírez a El Mundo y a medios colaterales) se debe, según mi teoría particular, a la de que es difícil escapar de los orígenes. Victoria Prego de Oliver y Tolivar, hija del dramaturgo Adolfo Prego y hermana de un magistrado del Tribunal Supremo, nunca dejó de ser una señora de buena familia.
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