Llegó a Alicante desde su Valencia natal con tan solo 24 años, pero su pasión por la arqueología y, sobre todo, su ansia de saber, le convirtieron con mucho tesón y dedicación en uno de los máximos renovadores de esta disciplina. Pero además amaba el arte, la literatura, escribió varios libros de poesía y hacía tapices. Ayer, la ciudad de Alicante saldó una deuda con el que fue precursor del Museo Arqueológico de Alicante que ahora enorgullece a la ciudad y le entregó, a título póstumo, el reconocimiento como Hijo Predilecto, en un pleno extraordinario en el ayuntamiento que sirvió para «cerrar un círculo de amor que empezó cuando Enrique llegó a la ciudad con solo 24 años; él comenzó amando la ciudad de Alicante y hoy la ciudad de Alicante le demuestra su amor declarándole Hijo Predilecto».

Con estas palabras correspondía la viuda de Llobregat, Helena Reginard, a la entrega de este reconocimiento a «un hombre del Renacimiento», que falleció hace una década tras padecer Alzheimer desde los 54 años, en un acto en el que estuvo acompañada por su hijo, David Llobregat, además de por algunos de los arqueólogos del MARQ que fueron sus discípulos.

La esposa de Llobregat recordó su que pasaba «días enteros» en el museo, entonces en los bajos de la Diputación, cómo se implicó con todas las instituciones culturales y también su pasión por el Misteri d'Elx. «Llegó un momento en que su mente se nubló pero los sentimientos quedaron y cuando ya no podía ni hablar yo le ponía la música del Misteri... esa fue la última música que escuchó».

También destacó que «estaría loco de ver el MARQ, lo que se ha conseguido; el trabajaría genial allí, pero en el sótano, con los restos arqueológicos, y dejaría a los demás de cara al público». Helena Reginard, que conoció a Llobregat en la universidad, recordó que «la niña de sus ojos» era la Illeta de El Campello, porque «fueron 15 años excavando allí, y mi hijo y yo le acompañábamos».

Para él no existía el tiempo libre, «porque consideraba que era una pérdida de tiempo», y su sabiduría llegaba al punto de que hablaba en latín «y tenía amigos con los que se carteaba en esa lengua, algo que sería muy difícil hoy con los whatsapp», bromea. «Hecho de menos a mi marido, a la persona, pero también al maestro... ¿tú sabes lo que yo he aprendido con él?».

Tanto como lo hicieron en su momento los arqueólogos Rafael Azuar, Manuel Olcina y Jorge Soler, ahora en el MARQ. De hecho, Olcina recordó tras el acto la importancia de su trabajo para la arqueología alicantina y también para la formación de profesionales gracias a su generosidad. También resaltó su erudición, hasta el punto de que «muchas veces hablábamos en latín, el mejor que yo claro está... Podíamos estar hablando de unas excavaciones y acto seguido de los Rolling Stones, no porque le gustara su música, sino porque su afán de conocimiento no tenía límites».

Rafael Azuar, que compartió con él muchas horas en el primer museo arqueológico, recordó al también director de su tesis doctoral como el arqueólogo «que sentó las bases científicas de nuestro patrimonio arqueológico y contribuyó a renovar el conocimiento de nuestra historia». Fue «un gran maestro»y «está bien que la ciudad se acuerde de él».

La alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, presidió el pleno extraordinario en el que se entregó este reconocimiento asegurando que «nunca antes nuestra ciudad rendía homenaje tan justo y merecido como el que hoy le tributa a título póstumo diez años después de su fallecimiento». Alicante, «como toda gran ciudad de la cuenca mediterránea -aseguró- también tiene sus padres y sus ancestros», a los que hay que recordar. «Llobregat fue un investigador serio y honrado, que abrió nuevas teorías en el mundo de la arqueología».

Castedo recordó algunos de los numerosos reconocimientos que recibió el arqueólogo, como la Medalla al Mérito Cultural de la Generalitat Valenciana, doctor honoris causa por la Universidad de Alicante y autor de «muchos volúmenes», pero «detrás de ese inmenso currículum se encontraba un hombre humilde, sencillo, respetado, una persona normal, como lo definen sus compañeros y alumnos».

«Paciencia y tesón» fueron sus dos principales virtudes además de ser un hombre «tan hábil como inteligente», afirmó. «Hoy es un gran día para Alicante, ciudad que lo acogió igual que a las antiguas civilizaciones que pasaron por aquí», porque «esta ciudad se niega a bajar la cabeza ante el olvido».