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Desde mi terraza

La cacería

El periodista José Luis Miró publicó recientemente en El Mundo de Baleares un artículo que con el nombre de La cacería denunciaba la dimisión del director del Teatre Lliure de Barcelona, institución de referencia del teatro catalán desde que se inaugurara hace más de cuarenta años, denunciando «la desproporción del nivel de excelencia conseguido y la forma en que Lluís Pasqual se ve forzado a marcharse del Lliure». Pasqual, fundador junto a Fabià Puigserver de esta en principio cooperativa teatral, era hasta la actualidad el director del Lliure; pero resulta que una actriz (o actruz, que diría la Asquerino) denunció a través de las redes sociales, y concretamente en Facebook, que el director la humilló mediante una bronca descomunal en un ensayo (¡hace cuatro años!) y lo tildaba de déspota misógino. Por lo visto, un grupo feminista formado por 800 personas hizo suya la queja, y arremetieron contra Lluís de forma feroz; algunos medios se hicieron eco de la noticia y, sin verificar los hechos, la fueron extendiendo hasta que llegó al Patronato del Lliure que no respondió de la forma que el director teatral esperaba, provocando la dimisión irrevocable del mismo. La reacción del mundo más profesional y progresista del teatro no se hizo esperar, a través de un manifiesto de apoyo encabezado por Nuria Espert y Emma Vilasarau, dos primeras actrices de mucho peso en la profesión, junto a -entre otros- Rosa María Sardá, actriz que formaba parte del Patronato y que ha dimitido también haciendo público un manifiesto de solidaridad titulado La conjura de los mediocres; «No sin Pasqual. Así no». TV3 lideró el acoso y derribo del señor Pasqual mediante una manipulación masiva de la noticia, en una indisimulada venganza contra el director por considerarle poco comprometido con el procés. Todo ello me da pie a una serie de reflexiones, la primera la gran pérdida que para el teatro (y para el Lliure en concreto) supondrá la marcha de Lluís Pasqual que puede verse tentado a instalarse en Madrid o, lo que es peor, abandonar España para centrar su actividad en Europa donde es muy valorado por su trabajo con Giorgio Strehler en el Piccolo de Milano y en el Theatre de l´Europe. La segunda reflexión me lleva a las redes sociales que, intrínsicamente buenas y útiles, originan con demasiada ligereza sospechas sobre la idoneidad de personas y/o instituciones con el consiguiente perjuicio para los mismos a través del tristemente famoso «calumnia que algo queda», que suele tener, por la rapidez de su propagación, efectos devastadores. Finalmente, puedo comprender el estado de ánimo de Lluís Pasqual que en una larga entrevista en La Vanguardia se confesaba dolido e incapaz de desarrollar su labor creativa si no cuenta con la confianza y colaboración de su equipo, que estimaba perdidos. Es muy probable que muchos lectores se sientan ajenos a los hechos narrados, o que incluso desconozcan hasta los nombres de los protagonistas de este lamentable suceso; pero quien escribe, inmerso desde hace cuarenta años en el mundo del teatro, no puede mantenerse al margen de un suceso de graves consecuencias para el teatro español, y no solo para el teatro catalán. No estamos tan sobrados de creadores de la talla de Pasqual, que es desde siempre alguien fundamental en nuestro teatro. Sus extraordinarios trabajos, especialmente sobre Lorca y Goldoni (aunque es verdad que Valle Inclán se le resistió) atravesaron fronteras, recogiendo premios y honores sin cesar, todos muy merecidos. Y lamento que el cansancio de su lucha contra los elementos le haya llevado a tirar la toalla. Pero todavía me parece más grave el que no situarse públicamente a favor de un proceso independentista que se desarrolló desde el principio de forma equivocada, tenga repercusión hasta este punto en el mundo de la creación artística. Visconti, Picasso o Buñuel, por poner unos ejemplos célebres, jamás renegaron de su ideología izquierdista, cuando no comunista en tiempos de persecución ideológica, y nunca se les negó su altísimo valor creativo. Que ya lo dijo Alfonso Guerra: «Lo importante es conseguir el derecho a ser diferente sin que nadie te excluya del paraíso».

La Perla. «Me he acostado con mujeres guapísimas; pero me he despertado con cada callo...» (Paco Rabal).

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