Lucía en la noche, la última novela de Juan Manuel de Prada, cuenta la historia de un escritor que fue famoso de joven, que después perdió la vocación y que la ha vuelto a encontrar gracias a un mujer misteriosa de la que cae rendidamente enamorado.

P El protagonista es un novelista para el que la literatura se ha convertido en una esclavitud. ¿Le ha pasado a usted?

R Tener éxito a una edad muy temprana hizo, en mi caso, que fuera objeto de un montón de requerimientos, halagos y adulaciones que acababan convirtiendo la vida en una vorágine de banalidad y disparate. Asistes a tantas conferencias y actos sociales que al final la literatura te abandona. El éxito es demoledor para el artista, sobre todo para el artista joven.

P ¿Se puede vivir hoy solo de novelar?

R Aunque puede haber algún caso excepcional, cada vez es más complicado. Has de tener una sabia dosificación, procurar tener ingresos por otras vías, pero la dedicación en exclusiva a la literatura es algo suicida. Yo lo he hecho y no lo recomiendo a nadie.

P «¿Qué hace un escritor en la tele?», le pregunta Lucía al protagonista. ¿Se lo ha preguntado a usted mismo?

R Sí, sí, aunque ahora estoy muy poco. Tiene que ver con este deseo de estar presente en la vida pública, porque la relación con tu público es cada vez más difícil. La gente antes era más fiel, en la vida conyugal y en los gustos. Antes aparecían más escritores en televisión porque se debatían temas de enjundia, pero ahora es un medio cada vez más degradado en el que un escritor tiene poca salida.

P ¿Por qué los escritores ya no son referentes intelectuales?

R Porque la gente está dejando de leer. La tecnología y las formas de ocio nos han apartado de los libros. Y también porque el escritor se ha vendido al poder, se ha hecho cada vez más sistémico. En vez de dar voz al pueblo, que es lo que hacía Homero cuando escribe la Iliada, ha sido captado por las élites para convertirse en su intelectual o en su bufón de cabecera. Entonces la gente empieza a verlo como un personaje al servicio de los poderosos. Además, hay un desdén creciente a la literatura. Antes ibas a una cena y se hablaba de libros. Ahora, de la última serie de Netflix.

P ¿Qué pierde la sociedad sin la referencia de los escritores?

R De los escritores en sí mismos nada, porque demasiadas veces son fantoches del poder. Lo que está perdiendo la sociedad es capacidad para entender el mundo, está rompiendo amarras con una tradición, con una genealogía cultural y espiritual que nos explica, y con una capacidad de discernimiento para entender la complejidad de los problemas. La gente se conforma con los eslóganes y las consignas que se «retuitean».