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LA PLUMA Y EL DIVÁN

Todos neuróticos

El mero hecho de tocar puede convertirse en toda una hazaña, porque el miedo al contagio es tan alto que cualquier cosa puede ser objeto de rechazo

Todos neuróticos

Todos, en alguna medida, somos un poco neuróticos, sin entrar en patologías desquiciantes o severas, simplemente como personas humanas que contamos con nuestras manías, achaques y singularidades que nos hacen únicos. La dificultad de adaptación a los cambios es patente, y más, si estos colisionan con alguna de nuestras manías, que normalmente se desencadenan de una forma automática e involuntaria.

El mero hecho de tocar puede convertirse en toda una hazaña, porque el miedo al contagio es tan alto que cualquier cosa puede ser objeto de rechazo.

Curiosamente, uno de los síntomas más populares entre los neuróticos obsesivos es el acto de estar lavándose las manos continuamente, utilizar un pañuelo o unos guantes para tocar objetos y taparse la boca con un pañuelo para evitar los gérmenes del ambiente.

No me negarán que ahora, por prescripción gubernamental y sanitaria, todos nos hemos convertido en auténticos neuróticos de libro, lo que puede desembocar con bastante facilidad en una costumbre para toda la vida, con o sin pandemia, porque las obsesiones también se aprenden con la repetición.

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una forma de neurosis que puede llegar a ser incapacitante. Los síntomas más comunes se reparten entre el miedo a estar en peligro y a contagiarse, tener dudas excesivas sobre cualquier cosa importante o no y seguir rituales compulsivos, es decir, hacer cosas que uno no quiere, pero se ve en la obligación involuntaria de hacerlas, como lavarse las manos constantemente, usar guantes o pañuelos para tocar objetos o personas y un largo etcétera.

Estamos viviendo uno de esos momentos históricos donde las medidas que supuestamente nos protegen, se pueden convertir en un efecto secundario indeseable. Si vamos sumando protecciones impuestas, la cuestión se puede convertir en un auténtico desastre para nuestro, ahora ya, débil comportamiento de lucha, o como diría alguien, de resiliencia.

Tenemos obsesiones a la hora de caminar por la calle y cambiar de acera cada vez que podemos para no cruzarnos con nadie, alejarnos de los grupos, saludar a larga distancia de forma inexpresiva a causa de la mascarilla, hablar bajito, no cantar, contener el estornudo y la tos, recluirnos, y malvivir la situación.

Mientras tanto, gracias a la bondad de nuestros insignes políticos, el pueblo catalán podrá salir a los mítines para vitorear a sus ídolos y podrán salir a votar, recuperando así parte de sus derechos fundamentales hasta el día de la votación, porque parece ser que eso no es contagioso. Después seguirán siendo unos neuróticos obsesivo-compulsivos como el resto de los españoles.

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