José Aparicio e Inglada es el primer artista alicantino que ingresa en la colección del Meadows Museum de Dallas (Texas, EE UU) tras la adquisición reciente del dibujo Godoy presentando la paz a Carlos IV, datado en 1796, junto a otras tres obras de artistas españoles: un óleo de Bartolomé González y Serrano (Retrato de una dama, 1621), un dibujo de Antonio González Velázquez (Alegoría del descubrimiento de América, 1763) y otro de Casto Plasencia y Maestro (Boceto de una figura alegórica, 1880).
Este museo de Dallas es la principal institución de los Estados Unidos dedicada al estudio y presentación del arte en España y alberga una de las mayores colecciones de arte español fuera de españa, que abarca desde el siglo X al XXI. En él ya había obras de pintores de la Comunidad Valenciana como Sorolla o José Camarón, a quienes ahora se suma a la colección José Aparicio (Alicante, 1770-Madrid, 1890), uno de los pintores neoclásicos más importantes de España, como recuerda el museo.
Su dibujo en el Meadows de Dallas se une también a obras en diversos formatos de sus contemporáneos, entre ellos José de Madrazo, reconocido pintor y grabador y director fundador del Museo Nacional del Prado.
El tema del dibujo de Aparicio es un acontecimiento histórico importante, «visualiza como alegoría un tratado de paz firmado entre España y Francia en 1795 tras la Guerra de los Pirineos (1793-1795). En lugar de representar la firma mundana de un documento político, Aparicio muestra al primer secretario de Estado, Manuel Godoy, presentando una alegoría de la paz al rey español, Carlos IV», explica el museo, que añade que «el diplomático español que firmó el tratado, Domingo de Yriarte, también es retratado como un dios mensajero clásico».
Godoy presentando la Paz a Carlos IV fue creado como preparación para un cuadro del mismo tema que ahora se encuentra en la colección de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Este importante boceto fue descubierto recientemente, junto con otro ahora en una colección privada, y «representa una evidencia histórica clave del trabajo riguroso de Aparicio de una composición antes de tocar el pincel sobre el lienzo. Fue esta precisión y determinación la que le valió al artista un primer premio en la mencionada Academia en 1796, tras lo cual Carlos IV le otorgó una beca completa para formarse en París», apunta el centro.
