El trágico fallecimiento de la actriz Verónica Forqué ha vuelto a poner sobre la palestra en los medios de comunicación el tema del suicidio. El aumento de la prevalencia de este problema ha sido dramático, suponiendo una de las principales causas de muerte no natural en adultos pero también en adolescentes. El Gobierno ya se ha puesto en marcha elaborando un Plan de Prevención del Suicidio que busca erradicar este problema que tanto nos preocupa como sociedad.

Un problema que suele asociarse al suicidio e incluso mezclarse es el de las autolesiones. Siendo este un problema de salud pública de gran importancia, presenta unas características muy definidas que contrastan con aquellas lesiones que una persona se infringe con la intención de morir. Cuando hablamos de autolesiones nos referimos principalmente a las autolesiones no suicidas (ANS) o lo que es lo mismo, las acciones de daño a uno mismo que lleva a cabo una persona sin la intención de morir.

Las ANS incrementan su prevalencia dramáticamente al inicio de la adolescencia, siendo 3 veces más frecuentes en chicas que en chicos. De hecho, más de la mitad de los adolescentes reconoce haberse autolesionado en el último año y un tercio se ha autolesionado de manera grave a través de procedimientos como cortarse, morderse, quemarse arañarse o tirarse del pelo. Los adolescentes que se autolesionan a menudo no presentan ninguna psicopatología previa, siendo las ANS el problema en sí.

Es importante desterrar el falso mito de que las autolesiones son una manera de llamar la atención de aquel que lo realiza, puesto que esto da una visión del problema muy culpabilizadora y sobre todo no permite el abordaje correcto del problema por parte de su entorno. Los motivos por los cuales un adolescente se autolesiona son varios: reducir estados emocionales negativos, generar estados emocionales positivos, escapar de situaciones sociales desagradables y también (aunque en menor medida) recibir atención social de su entorno.

Como he comentado anteriormente, ANS y suicidio son dos cuestiones diferentes. Tanto los métodos como el nivel de daño, así como los motivos del acto, son distintos en ambos casos. Sin embargo, las ANS son un factor de riesgo que puede predecir intentos suicidas en el futuro. La explicación sería que autolesionarse sensibiliza a la persona al daño. El miedo a sufrir nos protege a los seres humanos, sobre todo cuando experimentamos situaciones emocionales muy negativas. Si a través de las autolesiones un adolescente se acerca al dolor (se «acostumbra»), puede darse una pérdida del miedo y aumentar la probabilidad de hacerlo.

El suicidio supone un drama silencioso que es necesario abordar. Pero desde mi punto de vista, debemos intervenir de manera preventiva en problemas como las autolesiones, que como he explicado pueden ser la antesala de los intentos suicidas. Por suerte, se disponen de intervenciones muy eficaces para adolescentes que se autolesionan a través de estrategias de regulación emocional, aportando habilidades de afrontamiento y maneras alternativas de gestionar los estados emocionales negativos. Recomiendo a las familias no mirar hacia otro lado, hablar abiertamente sobre el problema con sus hijos y ante el menor signo de alarma acudir a un profesional de la psicología infanto-juvenil.