Un paseo por la mente de un genio, Stanley Kubrick, un cineasta innovador y libre que dominó los géneros y ejemplificó en su trayectoria el salto del cine clásico al moderno, es la propuesta de la exposición que se abrió ayer en el Círculo de Bellas Artes (CBA) de Madrid y que podrá visitarse hasta el próximo 8 de mayo.

Con algunas modificaciones para adaptarse al espacio expositivo, dividido en dos plantas del edificio, la muestra es prácticamente la misma que pudo verse hace tres años en el CCCB de Barcelona y ha sido organizada conjuntamente por el CBA y la empresa Sold Out.

Hay más de 600 piezas entre fotografías, atrezzo, vestuario, planes de rodaje, maquetas, claquetas, guiones y cuadernos de notas, storyboards y correspondencia, además de una selección de material audiovisual y un especial cuidado en la reconstrucción de las atmósferas de sus películas.

Así, el visitante puede recorrer el icónico pasillo de El resplandor, ponerse al frente de HAL 9000, la supercomputadora de la nave Discovery de 2001, una odisea en el espacio o fantasear con las misteriosas máscaras de Eyes wide shut.

La muestra está pensada tanto para seguidores del director como para el público general, al que ofrecen «una oportunidad para acercarse al artista», ha explicado en rueda de prensa el productor Rafael Giménez, consciente por otro lado de las dudas que plantea el actual escenario de la pandemia.

La primera parte de la exposición arranca con sus inicios como fotógrafo de la revista Look. Fue su padre, Jakob Kubrick, quien le regaló su primera cámara Graflex al cumplir 13 años; poco antes le había enseñado a jugar al ajedrez, dos aficiones que moldearían su mente y su manera de mirar al mundo.

La primera fotografía que publicó fue la de un vendedor de periódicos que ilustraba la muerte de Roosevelt. Junta a ella, instantáneas de sus primeros reportajes, boxeadores, músicos de jazz, universitarios, Frank Sinatra y de sus primeros cortos documentales.

En la misma sala se estructuran materiales de sus primeros proyectos cinematográficos. Desde su primer largometraje, Miedo y deseo (1953), hasta El beso del asesino (1955) o Senderos de gloria.

La segunda parte del recorrido se centra en sus grandes películas a partir de 2001, una odisea en el espacio (1968), con el disfraz del simio Moonwachter, los trajes de astronauta o la escultura de El Niño de las Estrellas. También la mesa del Korova Milk Bar de La naranja mecánica (1971), los trajes de Marisa Berenson en Barry Lindon (1975), los vestidos de las gemelas de El resplandor (1980), el caso de Bufón en La chaqueta metálica (1987) o la capa del doctor Bill Harford en Eyes Wide Shut (1999).