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Ajedrez

Alexander Alekhine: el ajedrecista espía y amoral

Ruso y antirrevolucionario, Alexander Alekhine colaboró con los nazis, se bebió la fortuna de sus cuatro mujeres y murió en extrañas circunstancias. Y, además, fue campeón del mundo

El ajedrecista Alexander Alekhine, durante una partida en Berlín en una fecha sin determinar.

Alexander Alekhine (Moscú 1892 - Estoril 1946) solía decir que para él el ajedrez no era un juego sino un arte, y alardeaba de cumplir con todas las obligaciones que esa consideración conllevaba. Su forma de practicarlo era agresiva, implacable e increíblemente creativa y gracias a ella se lo sigue recordando como uno de los grandes genios del tablero.

También, eso sí, como un hombre carente por completo de moralidad y escrúpulos, que se casó cuatro veces y dilapidó trago a trago las fortunas de sus sucesivas esposas –todas sustancialmente mayores que él–; que colaboró con los nazis y simpatizó con las dictaduras de Franco y Salazar; y que murió en circunstancias misteriosas, quizás asesinado y sin duda destrozado física y psíquicamente por el alcohol y quién sabe si también por la culpa. 'La diagonal Alekhine', novela del escritor francés Arthur Larrue que la editorial Alfaguara publica estos días, reconstruye su vida.  

La leyenda cuenta que una partida con León Trotski le libró de morir frente al pelotón de fusilamiento

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Su peripecia internacional se inicia en 1921, cuando salió de Rusia tras estar a punto de ser ajusticiado por un pelotón de fusilamiento. A causa de los vínculos de sus padres con la aristocracia había sido considerado un menchevique, y condenado a muerte por colaborar supuestamente con el Ejército Blanco antirrevolucionario. La leyenda cuenta que mientras esperaba su ejecución fue visitado por el mismísimo León Trotski, y que este decidió liberarlo tras jugar una partida de ajedrez con él. 

Lucha por el trono

Prácticamente arruinado –los bolcheviques se habían apropiado de la fortuna de su familia–, visitó varias ciudades europeas en compañía de su segunda esposa, y participó en una sucesión de torneos. Es después de instalarse en Francia que decidió luchar por el trono del ajedrez, y en 1927 logró arrebatarle el título de campeón del mundo, al cubano José Raúl Capablanca, que desde principios de aquella década se había mostrado imbatible gracias a su juego modesto, táctico y conservador. 

Capablanca nunca dejó de exigir una revancha pero Alekhine, a quien la corona otorgaba la potestad para elegir aspirantes, siempre se la negó, probablemente por miedo. En cambio el ruso siempre se decantó por rivales más débiles, y aunque en 1935 perdió el título frente al holandés Max Euwe –a su derrota pudo contribuir el estado de embriaguez en el que jugó varias de las partidas de la contienda–, dos años más tarde lo recuperó y ya no volvió a perderlo a lo largo de su vida.

Refugiado en España

Cuando los nazis entraron en Francia, Alekhine temió que se adueñaran de la inmensa fortuna de su cuarta esposa –y, en particular, del castillo que poseía en Normandía–, por lo que en 1941 aceptó no solo competir bajo la bandera germana sino también dedicarse activamente a la promoción de la supuesta supremacía intelectual alemana. Con ese fin publicó una sucesión de artículos en los que hablaba de la diferencia entre el ajedrez ario y el ajedrez judío; el uno, aseguraba, era valiente, mientras que el otro era cobarde y, por tanto, deshonroso. 

Con posterioridad lamentó públicamente la escritura de esos textos, y llegó a excusarse asegurando que habían sido modificados sin su consentimiento por parte de la Gestapo con fines propagandísticos. Sin embargo, eso no impidió que tras la derrota de Hitler se viera obligado a ver cómo torneos de todo el mundo vetaban su participación pese a ser el campeón. Decidió refugiarse durante un tiempo en España –hay quien asegura que trabajó como espía para Franco–, y después se instaló en Portugal.

¿Resistencia o KGB?

Alekhine apareció muerto la mañana del 25 de marzo de 1946, en su habitación del Hotel do Parque de Estoril (Portugal), a los 53 años; el médico encargado de certificar su defunción, Antonio Ferreira, dictaminó que se debió a la asfixia que le produjo un trozo de carne. No obstante, existen varios motivos para dudar de esa versión. El ruso fue encontrado sentado en un sillón frente a un tablero de ajedrez vistiendo un grueso abrigo en plena primavera portuguesa y mostrando una actitud excesivamente calmada, impropia de alguien que está muriendo ahogado. 

El propio Ferreira relató muchos años después que en realidad Alekhine había sido asesinado a balazos, y que el cadáver había sido encontrado en la calle a las puertas del hotel y subido hasta la habitación envuelto en una lona. Una vez allí, se había usado un abrigo para ocultar las heridas. Quizá lo matara la resistencia francesa, a causa de su colaboración con los nazis, o tal vez Stalin ordenó a la KGB que acabara con él. Tal y como lo describe 'La diagonal Alekhine', en todo caso, aquel hombre ya llevaba mucho tiempo reducido a escombros. 

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