¿Hacia una sequía permanente?

El cambio climático está golpeando con fuerza la producción agrícola de España, con una caída anual del 6% del valor de la cosecha, sin embargo, lo peor está por llegar

Pantano de La Viñuela,  en Málaga.

Pantano de La Viñuela, en Málaga. / Álex Zea

Ana I. Montañez

En septiembre, España cerró el año hidrológico con un 25% de precipitaciones menos de la media habitual, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Con estos registros, el país firmó ese mes el tercer año más seco de su historia, solo por detrás de 2005 y 2012.

Además, los españoles vivieron tres olas de calor y se constató, una vez más, cómo se apuntala la tendencia de la estación estival a alargarse en detrimento del otoño y la primavera.

Esta situación no es, ni mucho menos, coyuntural, ya que, como señalaba la Aemet en su balance post-verano, la temperatura media en España se ha incrementado en alrededor de 1,4ºC desde los años 50 del siglo XX, un período en el que las precipitaciones han disminuido un 12%. Son datos que reflejan los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero en España.

Esta progresiva alteración de las precipitaciones y las temperaturas, así como los ritmos habituales de las estaciones, ha trastocado gravemente el sector del que depende uno de los pilares básicos para la supervivencia humana: la seguridad alimentaria.

Los agricultores se ven obligados a lidiar con épocas de sequías, inundaciones, temperaturas anómalas, cambios estacionales, floraciones prematuras, aumento de plagas… un cúmulo de factores cuya raíz común es el cambio climático.

El escenario de la subida de 2ºC

El coste de estas penurias es ya tangible para el campo español, que está perdiendo cada año el 6% del valor de su producción agrícola, en total, en torno a 550 millones de euros, debido a los estragos del calentamiento del planeta. Así lo explica el informe «Empieza la cuenta atrás. Impactos del cambio climático en la agricultura española» elaborado por la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

Este informe plantea, además, las consecuencias que sufriría el campo en un hipotético escenario donde la temperatura media del país aumentase 2ºC hasta 2050.

En ese caso, la «factura climática» supondría una merma del 20% de la superficie de viñedo de alta calidad en España, un 15% el rendimiento en trigo en el centro y sur peninsular y hasta un 80% la superficie apta para el cultivo del olivar en Andalucía en variedades de secano como hojiblanca y manzanilla.

Esto es así porque el desequilibrio climático generaría un aumento de la frecuencia y la intensidad de pedriscos o lluvias intensas, acelerando la erosión del suelo. Asimismo, las altas temperaturas podrían acelerar los tiempos del cultivo y obligar a realizar cosechas tempranas, pese al menor desarrollo de los frutos. Tanto es así que un excesivo estrés hídrico podría desencadenar una disminución del contenido en ácido oleico y los aromas propios del aceite, aumentando, por otro lado, el amargor de la aceituna, que también vería reducido su tamaño.

En última instancia, podría aumentar el área de distribución de la mosca del olivo, así como de algunas subespecies de Xylella fastidiosa, plaga que afecta a 595 especies de vegetales. «Adoptar acciones hoy de forma urgente con el objetivo de mantener el calentamiento por debajo de los 1,5º C es más eficiente y menos costoso. La prevención del cambio climático, por tanto, no sólo nos ayudará a proteger nuestra agricultura y economía, sino que también hará que un eterno verano no seque nuestra gastronomía, tradiciones, cultura e identidad», advierte el secretario general de la entidad agraria COAG en España, Miguel Padilla.

También los viñedos están expuestos a los efectos del calentamiento global. En Castilla la Mancha, las variedades que más se podrían ver afectadas por el cambio climático son las más tempranas, como tempranillo o chardonnay, que verían reducida la superficie óptima para vinos de calidad en un 50%, según el informe de COAG.

Un 30% menos en el mundo

En el conjunto del planeta, la caída en el rendimiento de las cosechas podría recortar hasta en un 30% la producción agrícola mundial, tal y como alerta otro estudio divulgado estas semanas, titulado «Emergencia climática, producción de alimentos y Comercio Justo», presentado por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo con motivo de la Cumbre del Clima, la COP27, recientemente celebrada en Egipto.

Esa pérdida podría alcanzar el 80% en el caso del maíz, el trigo o los guisantes, entre otros cultivos, en la zona de África meridional. Además, la supercie de terreno dedicada a la producción del café se podría ver cercenada en un 50%.

La agricultura mundial sabe que más pronto que tarde deberá adaptarse a los cambios producidos por la crisis climática, especialmente los pequeños productores. Ese cambio será complejo y, sobre todo, costoso; por ello, los representantes de más de 350 millones de productores y agricultores a pequeña escala aprovecharon la COP27 para lanzar un grito de auxilio en una carta dirigida a los íderes mundiales.

«Los productores en nuestras redes alimentan a millones de personas y apoyan a cientos de miles de empleos, pero han llegado a un punto crítico», expuso la presidenta de la Federación de Agricultores de África del Este, Elisabeth Nsimadala, en esa misiva.

«Los líderes deben escuchar a los agricultores y poner su peso político y financiero para promover el cambio hacia una producción de alimentos más diversa, sostenible y consolidada, en particular en agricultura, pesca, silvicultura y pastoreo agroecológicos», añadió Estrella Penunia, secretaria general de la Asociación de Agricultores Asiáticos para el Desarrollo Rural Sostenible.

Y es que, si la situación ya es grave ahora, más inquietante es el futuro inmediato.

Baldomero Bellido, Presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) en Málaga: «Hay agricultores que han optado por arrancar los árboles»

La grave sequía que está atravesando el país tiene su reflejo más claro en los desequilibrios que sufre el campo para sacar adelante las cosechas. Baldomero Bellido, presidente de ASAJA en Málaga, se muestra preocupado.

¿Cómo de grave es la situación de la sequía que atravesamos para el cultivo? 

La situación de sequía prolongada que estamos viviendo está pasando de ser preocupante a ser grave con el paso del tiempo. En muchos casos está afectando a la cosecha de la arboleda actual y futura, imposibilita realizar siembras para la campaña siguiente, e incluso afecta seriamente a la supervivencia de la arboleda.

¿En qué cultivos es más acuciante esa disminución de las cosechas?

Los cultivos más afectados hasta la fecha han sido la aceituna de mesa, la aceituna para molino, el mango, el almendro, el pistacho o la castaña.

¿Está afectando la sequía a la calidad del producto?

Hay una gran afección, más que por la sequía, que también, por las altas temperaturas durante el verano, que dejó parada la arboleda y, por tanto, el desarrollo de los frutos, tanto en tamaño como en contenido en azúcares, aceite … lo que redunda en la calidad del producto final.

Algunos agricultores están decidiendo arrancar sus cultivos por la falta de agua. ¿Qué supone esto para los productores? ¿Puede afectar a la siguiente campaña?

Hay agricultores en la zona de la Axarquía que tras el corte del suministro de riego, incluso antes, han optado por labores que minimicen el consumo de agua, incluso optando por arranque de árboles para cambio de marco o cultivo, salvando así esta situación de falta de recurso hídrico. En el resto de la provincia la situación no es así, por lo que, a pesar de la falta de agua, las preocupaciones parten del incremento de costes, que supone arrancar una nueva temporada con la incertidumbre del futuro del cultivo, sobre todo en parcelas de secano y en muchas que, teniendo riego, no tienen la garantía de dicho recurso.

La Axarquía, que es el huerto de aguacates y mangos de Europa, está viviendo una de sus peores épocas con el pantano de La Viñuela en mínimos históricos. ¿Cuál es la situación?

Es cierto que la situación es complicada para este cultivo en esta zona; se están teniendo que organizar para aprovechar todo tipo de recursos que hasta ahora no eran utilizados, como son las aguas regeneradas y, en el futuro, la desalada.

¿Cómo afectan las medidas del decreto de sequía de la Junta de Andalucía, que restringe el riego agrícola?

Es normal la preocupación ante una restricción de riego, pero cuando se es consciente de que no existe recurso, lógicamente no se puede acudir a él. Por eso insistimos tanto en la realización de obras hidráulicas que permitan acumular más recursos para usarlos en épocas tan deficientes como la actual. A escasas fechas de la publicación del nuevo ciclo de planificación hidrológica, nuestro interés es que queden claras las infraestructuras que se van a acometer en el futuro, para, por un lado, recuperar el estado de las masas de agua y, por otro, poder dar mayor garantía de acumulación de recursos en años de alta pluviometría.

Después de un verano tan crítico, y ahora que ha comenzado el año agrícola, ¿qué previsiones tienen de cara al invierno?

La preocupación es grande, y ya no solamente por la falta de agua, que es lo principal, sino también por los cambios de política y exigencias en materia de agricultura que tenemos que abordar para este nuevo año. Muchas son incompatibles con la situación actual y, por supuesto, sin viabilidad económica, por lo que auguramos una pérdida de ayuda importante en nuestra provincia y región, a causa de no poder acometer todas las nuevas exigencias, y todo ello agravado por el desmesurado incremento de costes energéticos, de fertilizantes y piensos que están soportando nuestras explotaciones agrícolas y ganaderas.