«No es una novela de la guerra civil, sino de memoria»

La escritora alicantina Esther López Barceló presenta su primera novela, "Cuando ya no quede nadie", el día 27, a las 19.30 horas, en la librería 80 Mundos de Alicante

Esther López Barceló muestra su libro.

Esther López Barceló muestra su libro. / Germán Caballero

Esther López Barceló (Alicante, 1983) se estrena en la ficción con Cuando ya no quede nadie (Grijalbo, 2023), novela que presenta el día 27, a las 19.30 horas, en la librería 80 Mundos de Alicante. En ella hila con maestría y cariño un viaje por lo más negro del franquismo y la memoria, con mujeres valientes que rompen silencios.

¿Cuántos silencios hay en España que han durado más de 40 años, como se dice en su libro?

La novela precisamente va de un silencio familiar que es la metáfora del silencio colectivo que hemos tenido como sociedad. El de la democracia es el silencio que más duele, porque ha mantenido impune el crimen de la dictadura. Ese es uno de los temas de la novela, estructurada en tres partes -El impacto, con la metáfora de la bala; La fosa; y La exhumación- que son una metáfora de la recuperación de la memoria y del viaje iniciático de Ofelia. A raíz de la muerte de su padre, un enigmático personaje hace ver a la protagonista que no conoce toda la historia de sus padres.

Por edad, se está perdiendo a la generación que vivió la guerra y la posguerra, ¿el libro es una manera de que los testimonios queden para siempre?

Sí. El título Cuando ya no quede nadie evoca a eso, a qué pasará cuando no quede nadie en este país que nos cuente la barbarie para no repetirla, lo que me obsesiona. También hago un homenaje a las mujeres que han mantenido viva la memoria y han conformado la mayoría de asociaciones de recuperación de los cuerpos, como en Paterna, «el paredón de España», que tiene un pequeño capítulo. Otro capítulo es el bombardeo del mercado central de Alicante -nuestro Guernica al que le falta un Picasso-, una masacre donde el objetivo militar de la aviación fascista fueron, sobre todo, mujeres y niños. Es importante conocerlo, aunque esta novela no es de la guerra civil, sino más bien hace memoria. No hablo de esos tres años, me centro en lo terrible que fue la dictadura, sobre todo para las mujeres, el otro gran tema de la novela: dar voz a las «nadie», la épica de las vencidas, mujeres humildísimas que sacaron a familias adelante y libraron batallas brutales dentro del espacio doméstico que las recluía. Una de ellas es Pilar, la madre de Ofelia y la otra protagonista.

¿Era hora de hacerle un homenaje a estas madres y abuelas, a la España que dejó de ir al colegio para limpiar?

De hecho, le hago un homenaje específico a mi abuela: la protagonista lleva su nombre. Quería que los nombres que siempre habían estado en minúscula en la historia estuvieran aquí en mayúsculas. Aparecen los de mi abuela y mi abuelo y para mí eso era emocionalmente muy importante; mi iaia y mi iaio me transmitieron el valor de la educación pública, porque a ellos les truncaron las posibilidades de estudiar. El cuadro de las cerezas que tiene Ofelia y pintó su abuela en clase, un día que se escapó de las labores de casa, es una historia real de mi iaia. Es el homenaje a todas esas mujeres que también nos han cuidado a la tercera generación, que siempre se han restado valor.

¿Por qué una novela de ficción?

Mi padre ha hecho posible esta novela. Su muerte me unió a un exalumno suyo, Adrián Fauro, que me animó a escribir relatos en su web, Postcultura. Lo hacía de forma esporádica y caótica, pero eso me hizo pensar si quería escribir una novela. En un paseo con mi pareja, le conté el embrión de historia que tenía en la cabeza y tuve que ir a casa a escribir de corrido el primer capítulo. Cómo se entera Ofelia de la muerte de su padre es muy autobiográfico; fue surgiendo y me dejé llevar. A la mitad, ya estructuré, porque hay cambios en el tiempo. La actualidad es en 2007, cuando aún no había Ley de Memoria Histórica y las asociaciones estaban en un momento crucial, y tiene, además, una estructura circular: en el primer capítulo se deja abierta una frase de la que solo se conoce el significado con la última frase del último capitulo.

Como arqueóloga, ha trabajado a pie de fosa. ¿Se ha empezado a hacer justicia?

De 2007 a 2022 se ha avanzado mucho a nivel humano y emocional, de reparación a hijas, hijos y nietos que han recuperado los huesos; pero en materia de justicia no, y no hay visos. Lamentablemente, no estamos cerca de Chile o Argentina. La gran mayoría de criminales han desaparecido pero debería existir la posibilidad de un juicio y de investigar. Están las desapariciones, los fusilamientos y los bebés robados, que es un capítulo absolutamente pendiente; la impunidad franquista sigue vigente.

También fue diputada en las Cortes (2011-2015). ¿La literatura es, de algún modo, una manera de hacer política?

No se deja de hacer política nunca, en ningún ámbito, y una no puede huir de sus obsesiones ni pasiones, que en mi caso se unen en materia de memoria. Por mi vocación, es uno de los temas fundamentales para trabajar; es, de alguna forma, devolverle a la sociedad la educación pública que recibí. No me planteé la novela como política, pero no puedo huir de quien soy.

Actualmente es profesora de Historia en Secundaria. ¿Se estudia suficiente, ya no el franquismo, sino la memoria?

Se está trabajando mucho, sobre todo desde el gobierno autonómico. Hay cada vez más formación para el profesorado y recursos, pero es muy complicado contrarrestar más de 40 años. Los currículums nunca han ayudado a llegar a esta época en los institutos; se garantiza mucho más el siglo XIX. Estamos en 2023 y debemos avanzar cronológicamente... y es más importante garantizar una educación en valores.

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