Los muertos olvidados de los Goya

Fue la gala que casi se olvida de Agustí Villaronga, que se olvidó del todo de Juan Diego y de Alcarràs, y que untó con una sonrisa a los poderosos. Pero también la velada de Juliette Binoche y su rabia por ser feliz y del triunfo de As Bestas, la película que sabe que no hay que idealizar a los pueblos pequeños que amamos: hay gente que mata por salir de ellos

Treinta años de Belle Epoque. Treinta años, ya.

Treinta años de Belle Epoque. Treinta años, ya. / Eduardo Parra

Arturo Ruiz

El tiempo huye. La vida muere. No hay nada que lo demuestre mejor como una gala de los Goya, que al fin y al cabo es un instante finito de gloria para los triunfadores que se olvida a velocidad endemoniada. Los Goya de 2011: Pa negre arrasó. Una película rodada en catalán que plasmaba las aristas más duras de la posguerra catalana, que fue una posguerra de aúpa, se llevó 11 premios. Histórico, una pasada. Agustí Villaronga, su director, se subió un número de veces incontable al escenario de los premiados. Villaronga no podrá acariciar nunca más ese instante estelar: murió hace bien poco y apenas hubo referencias a su gigantesca figura en la gala de este sábado. Solo dos, muy buenas: la de un tierno y a la vez castigado Fernando Esteso, que con el bastón en mano mostró su esperanza en que Villaronga y Carlos Saura cuenten con él para su próxima producción y subrayó con una estremecedora valentía ante la muerte que a él también se le avecina que volverá a rodar con ellos más temprano que tarde. Y las de las actrices Nora Navas (protagonista de Pa Negre) y Blanca Portillo clamando unidas de la mano el mérito enorme de Villaronga. Poco más. Los Goya (con la lógica excepción de Saura, que debía haber recogido esa noche su galardón de honor y del vídeo que evoca a los fallecidos del año) olvida muy pronto a sus muertos. Ni una sola referencia al inmenso Juan Diego que tanto sabía de estas ceremonias: recogió desde 1987 nueve de estos premios. Sí, el tiempo huye.

Y eso que Pa Negre es una de las innegables precursoras del cine que se está haciendo ahora en este país y que es muy bueno, sin complejos ni autocensuras, muy libre, sin guionistas condenados a buscar una expresión que no moleste al patrocinador de turno. Cine hablado en el idioma en el que se cría uno y no en el que impone el Boletín Oficial del Estado. Cine que bucea en las ciénagas de dictaduras y democracias para avergonzarlas: a ver quién hace solo unos años se iba a atrever como se atrevió a decir Carlos del Amo que qué envidia producía Argentina por haber juzgado a su dictador mientras el de aquí se muere en la cama. Sí, es cine con directores que se pintan las uñas como Sorogoyen, que proclama como el gigante francés Denis Ménochet, mejor actor por As Bestas, que el amor de las mujeres nos salva de la locura de los hombres. Cine que saca del olvido los matriarcados de suburbios y barrios sin los que no existiría el futuro, que defiende el derecho a formar una familia con quien te dé la gana frente a los sacrosantos guardianes de la moral eterna, que celebra el derecho a follar con quién uno quiera: Telmo Irureta, mejor actor revelación, desde una silla de ruedas: "Nosotros también follamos".

Me gustó que triunfara As Bestas porque quienes amamos el mundo rural odiamos que se idealice. Es también muy duro: por eso mata, cubierto de mugre, completamente loco, el gran Luis Zahera

Me gustó eso. Me gustó que triunfara As Bestas porque para quienes amamos el mundo rural y creemos que es el mejor lugar para criar una hija odiamos al mismo tiempo que se idealice ese entorno de pueblos ocultos, sabemos de gente que lo pasa muy mal cavando la tierra o comiéndose el hedor del estiércol, gente que sueña durante décadas con salir de ese hoyo de mala muerte y vivir en una gran ciudad bañada por el neón, gente como el maravilloso Luis Zahera, mejor actor de reparto que, cubierto de mugre, hasta mata por eso, loco, la locura de los hombres. 

Me gustó que estuviera en Sevilla Juliette Binoche y su maravilloso himno de homenaje a la alegría de vivir. Sus películas: Binoche muriéndose de ternura por Gerard Depardieu, Binoche, defendiendo con rabia radical su derecho a amar y a ser feliz en Los amantes del Pont Neuf, en un París Imposible. 

Me gustó el coraje de Antonio Saura desnudado su corazón ante el patio de butacas para hablar sin ataduras ni tapujos de las cuatro mujeres de su padre y me gustó la alocución de la viuda del director, Eulalia Ramón, de cuidar de la sanidad pública que tanto cuidó a su marido, y me pareció vergonzosa la respuesta de la Comunidad de Madrid en defensa de la sanidad privada. Qué mal lo pasa el PP con esta gente del cine. Cómo debieron removerse en sus butacas en el Auditorio de Sevilla Alberto Núñez Feijoo y Juan Manuel Bonilla con cada incontable alusión a lo maltratados que están los profesionales médicos.

Que el director de la Academia le sonriera a Pedro Sánchez y le dijera, qué bien estamos fue feo: nunca se debe adorar a los poderosos en público y nunca se está suficientemente bien

Pero mucho que se criticara, y con razón, a Isabel Díaz Ayuso y que Jordi Évole clamara a participar en la manifestación en solidaridad con los sanitarios, la gala de este sábado cayó en la autocomplacencia. Si el cine español está viviendo un momento de oro, como se repitió hasta la saciedad en la velada, lo deberán decir los espectadores, no los propios profesionales. Autocomplaciente fue que el director de la Academia Fernando Méndez-Leite le sonriera al presidente Sánchez y al ministro Iceta diciéndole, qué bien estamos. Qué risa, chicos. Nunca se está bien del todo y siempre es feo adorar a los poderosos en público. No se estará tan bien cuando el cine español encara la terrible contradicción de defender las salas de exhibición mientras admite que depende para subsistir de las plataformas digitales que contribuyen de forma irremediable a cerrar esas mismas salas. Fue uno de los embrollos en los que se metió en su discurso Méndez-Leite.

Y suceden cosas extrañas a la hora de repartir los premios: ni uno solo para Alcarràs de Carla Simón, Oso de Berlín, lo que no deja de ser una frivolidad tremenda como ha admitido el propio Sorogoyen; ni una sola nominación para las películas que luego más recaudación sacan, más apuntalan la industria. Otra inconsciencia.

Tampoco me gustó (pero van a perdonarme: esto ya es fobia mía) que hayan pasado ya treinta años de Belle Epoque. Treinta, santo dios. Salieron guapísimas a recordarlo Miríam Díaz Aroca, Maribel Verdú, Ariadna Gil y Penélope Cruz, y después TVE tuvo el acierto de pasar la peli de Trueba con gente gigante que ya tampoco vive: Fernando Fernán Gómez, Agustín González… Siguen siendo eternos detrás de la tela de la pantalla, en este aluvión de sueños que es el cine. Aunque a veces el propio cine olvide un poco a sus muertos.