Encuentro en Barcelona

Woody Allen: "He hecho 50 películas y quizá puedo encontrar 10 que me gusten"

Su nueva película ‘Golpe de suerte’, la número 50 de su filmografía como director, se estrena en España el próximo 29 de septiembre

Woody Allen, en Barcelona para presentar Golpe de suerte.

Woody Allen, en Barcelona para presentar Golpe de suerte. / JORDI OTIX

Rafael Tapounet

El encuentro de Woody Allen con un reducido grupo de periodistas en una suite de un céntrico hotel barcelonés llega precedido de una advertencia muy específica. “Nada de MeToo, de Rubiales ni de preguntas personales”, avisa una persona de la organización. Y añade con un tono de velada amenaza: “Habrá alguien vigilando”. Que un cineasta neoyorquino con más de 50 años de carrera a sus espaldas viaje a Barcelona para, entre otras cosas, hablar de su última película y la empresa distribuidora del filme considere necesario destinar una persona a vigilar que no se le hagan preguntas sobre Luis Rubiales se antoja una escena con unas posibilidades cómicas innegables. Al final, de todos modos, nadie pregunta nada sobre Rubiales.

En realidad, Woody Allen está en la capital catalana para ofrecer dos conciertos como clarinetista en el Teatre Tívoli en el marco del 55 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona, y aprovecha la estancia para hacer promoción de ‘Golpe de suerte’la película número 50 de su filmografía como director, que se estrena en España el próximo 29 de septiembre. El número redondo invita a los grandes gestos y el propio Allen, que está a punto de cumplir 88 años, ha alimentado con declaraciones un tanto ambiguas la especulación de que este podría ser el último título de su fecunda carrera.

El problema del dinero

“50 películas son muchas –responde cuando se le pide una aclaración al respecto-. Además, ahora las películas están apenas dos semanas en las salas de cine y luego ya pasan directamente a la televisión y las plataformas de ‘streaming’. No resulta excitante ni glamuroso hacer una película para que dos semanas después del estreno la gente la vea desde su cama. Ahora bien, si alguien viene y me dice “toma, aquí tienes el dinero para hacer la película que quieras hacer”, bueno, sería difícil resistirme a la tentación, porque la verdad es que tengo ideas para hacer más películas”. ¿El gran problema es, pues, encontrar financiación? “Siempre lo ha sido. Cuando la gente me pregunta qué es lo más difícil de hacer cine, yo siempre respondo: conseguir el dinero”.

En los últimos años, esa dificultad de conseguir el dinero se ha agravado, especialmente en Estados Unidos, a causa de la sombra que proyectan sobre el cineasta las acusaciones de abusos sexuales formuladas contra él por su hijastra adoptiva Dylan Farrow (desestimadas en el juzgado por falta de pruebas). Ello ha obligado a Allen a rodar fuera de su país más a menudo de lo que tal vez desearía. Si su anterior película, ‘Rifkin’s Festival’, coproducida por Mediapro, transcurría en San Sebastián, ‘Golpe de suerte’ es una producción francesa ambientada en París. Por primera vez, Woody Allen ha dirigido una película hablada en un idioma que no es el suyo, pero asegura que ello no ha supuesto demasiado problema. “Puede parecer difícil, pero no lo es. Con los actores me comunicaba en inglés y al no estar tan pendiente de las palabras que decían podía centrarme más en sus expresiones, sus emociones. Es como cuando ves una película japonesa: puedes distinguir qué actores interpretan bien y quiénes lo hacen mal aunque no tengas ni idea de japonés”.

La importancia del azar

Protagonizada por Lou de Laage, Melvil Poupaud y Valérie Lemercier, ‘Golpe de suerte’ es una entretenida comedia negra y, a la vez, un tratado ligero sobre el modo en que el azar determina el rumbo de nuestras vidas. Contradiciendo en cierta medida el pesimismo cósmico con el que él mismo ha revestido durante años a su personaje público y orillando los graves problemas de reputación a los que se ha enfrentado en la última década , Allen se define como un tipo, básicamente, muy afortunado. “Debo una gran parte de mi carrera a la buena suerte. A estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Es verdad que también he trabajado duro, pero para tener una carrera larga y más o menos exitosa en este negocio necesitas tener mucha suerte, porque hay demasiadas cosas que están fuera de tu control”.

Minimizar su propio talento y quitarse méritos en público es una de las estrategias del cineasta neoyorquino para blindarse ante las críticas. Lo hace, por ejemplo, cuando habla del (espléndido) trabajo del director de fotografía Vittorio Storaro en ‘Golpe de suerte’: “Storaro es un genio. Toda mi vida he sido bendecido con la suerte de trabajar con grandes directores de fotografía. A ellos les gusta trabajar conmigo porque les doy mucha libertad y respeto su visión creativa. Así mis películas tienen un aspecto fantástico y yo lo único que tengo que hacer es no arruinarlas. Ese es mi método de trabajo: escoger un buen director de fotografía y unos buenos actores, apartarme y dejar que hagan su trabajo”.

Y lo vuelve a hacer cuando se le pide que eche la vista atrás y escoja sus momentos preferidos de una trayectoria en el cine que se inició en 1965 como guionista y actor de ‘¿Qué tal, Pussycat?’ (“una película horrible, pero bastante exitosa”, apunta). Su juicio retrospectivo es inusualmente severo: “Siempre me siento decepcionado con las películas que hago. Por eso, después de hacerlas, no las vuelvo a mirar. Si sucede que estoy haciendo ejercicio por la mañana y en la televisión aparece una de mis películas, la apago inmediatamente, porque solo puedo pensar en lo que no está bien y lo que cambiaría. Hay pocas películas mías que me gusten realmente, Me gustan ‘Match Point’, ‘Vicky Cristina Barcelona’, ‘Medianoche en París’, ‘La rosa púrpura de El Cairo’, ‘Balas sobre Broadway’… He hecho 50 películas y quizá puedo encontrar 10 que me gusten. Las otras 40 no me gustan”.

El fracaso como aprendizaje

Es sorprendente que Allen deje fuera de esa selección algunos de los títulos que gozan de mayor consenso cuando se trata de ponderar sus obras mayores: ‘Annie Hall’ (1977), ‘Manhattan’ (1979), ‘Broadway Danny Rose’ (1984), ‘Delitos y faltas’ (1989)… Sostiene el cineasta que en sus primeros tiempos le bastaba con “hacer comedias con algunos chistes más o menos divertidos” y con el paso de los años ha ido sintiendo cada vez mayor responsabilidad. “A medida que envejeces y tu técnica mejora empiezas a considerar que hay un público que viene a ver tus películas y al que le debes al menos el esfuerzo de hacer algo diferente y, a ser posible, mejor. Ya no sirve repetir la misma fórmula. En ese proceso aprendes a asumir que muchas veces vas a fracasar, porque nadie es tan bueno como para superarse continuamente, eso no funciona así. Pero también aprendes que el fracaso no es algo tan terrible. Nadie va a venir a dispararte si tu película resulta no ser tan buena”.

Se va acabando el tiempo asignado para el encuentro con la prensa, así que uno de los periodistas presentes decide tentar a la suerte y, saltándose la prohibición inicial, formular una pregunta de naturaleza personal, casi íntima. “En varias escenas de ‘Golpe de suerte’ aparece un fantástico tren eléctrico. ¿Le interesan a usted los trenes eléctricos? ¿Tuvo alguno cuando era niño?” “La verdad es que nunca me han atraído –responde-. Mi padre me compró uno una vez, pero aquello solo se dedicaba a dar vueltas y vueltas, así que no me pareció demasiado interesante”.