"La ideología de Disney era 'lo que le venga bien al mercado'": cien años de éxito de una compañía todavía envuelta en mitos

Aunque la figura de Walt Disney no está exenta de polémicas y leyendas urbanas, no ha impedido que su imperio se haya consolidado como uno de los que tienen una mayor influencia cultural en el siglo XXI

Walt Disney rodeado de peluches de uno de sus personajes más icónicos, Mickey Mouse.

Walt Disney rodeado de peluches de uno de sus personajes más icónicos, Mickey Mouse. / Reuters

Álex Ander

Walt Disney nunca destacó como especialista en animación, pero sí fue un fabuloso narrador de historias. Lo demostró cuando se decidió a dejar de repartir periódicos para montar con su hermano Roy una empresa que empezó haciendo anuncios publicitarios en forma de pequeñas películas animadas. También supo empaparse de la cultura europea y rodearse de los mejores artistas del momento para poner en marcha una serie de largometrajes que construirían su reputación y, con el tiempo, convirtieron su famoso estudio de cine en uno de los más importantes imperios de entretenimiento del mundo.

Ahora bien, como a la inmensa mayoría de los grandes, a Walt lo rodean rumores, mitos y medias verdades. "Walt Disney se ha visto implicado en mitos que divergen enormemente", señaló una vez el historiador Steven Watts. "Por un lado, sus discípulos veneran a un san Walt como bienamado protector de la imaginación inocente, como defensor de la fantasía y la educación moral. Por el otro, sus detractores denuncian con acritud a Walt como fraude artístico, imperialista, cínico manipulador de fórmulas comerciales y sentimental edulcorado artificialmente".

Walt Disney, luces y sombras en torno a su figura.
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Para empezar, tener un alto nivel de responsabilidad y perfeccionismo le colgó el sambenito de líder autoritario. En ese sentido, el animador Ward Kimball contó que los empleados de Walt lo respetaban y temían al mismo tiempo: “Él dirigió el estudio con un tipo de dictadura benévola y paternal. Era el jefe total. Podía ser duro o egocéntrico, pero todos reconocíamos que era un genio cuyo duro comportamiento parecía estimularnos y extraer lo mejor de todos nosotros. Aunque estuviese dispuesto a fastidiarnos e intimidarnos todo el tiempo, sabíamos que Walt había revolucionado la caricatura animada y, en nuestro interior, nos sentíamos orgullosos de ser parte de ese proceso”.

Cuando la factoría empezó a funcionar, cuenta el escritor Jorge Fonte, especialista en el universo Disney, apenas estaba formada por unos pocos empleados, y Walt ejercía en ella las funciones de supervisor, padre y colega. “Era uno más entre ellos”, asegura a este periódico. “Él era el que tomaba las decisiones, sí, pero constantemente se realizaban reuniones en las que los animadores aportaban sus propias ideas. Cuando quiso ponerle sonido al primer corto de Mickey Mouse, se reunió con varios de sus empleados para grabarlo entre todos”.

En los primeros años, buena parte de sus animadores ganaban más dinero que él, y cuando el estudio se transformó en sociedad anónima y empezó a cotizar en Bolsa, Disney repartió acciones entre todos sus empleados"

Según el canario, coautor junto a Olga Mataix del libro 'Walt Disney. El universo animado de los largometrajes', cuando el magnate se dio cuenta de que sería bueno para sus animadores asistir a clases de arte, él mismo los matriculó en el Institut of Art Chouinard de Los Ángeles, pagándoles las becas y llevándolos hasta allí en su propio coche: “En los primeros años, buena parte de sus animadores ganaban más dinero que él, y cuando el estudio se transformó en sociedad anónima y empezó a cotizar en Bolsa, Disney repartió acciones entre todos sus empleados. Esa no es, precisamente, la conducta de un ‘jefe dictador’, creo yo”.

Bien es verdad que al hombre que llevó felicidad a lo largo de todo el mundo también le salían a veces ramalazos malévolos. Sucedió por ejemplo cuando varios empleados desencantados con sus condiciones de trabajo decidieron afiliarse a un sindicato, algo prohibido por la compañía, y secundaron la famosa huelga de Disney de 1941, un episodio que el mandamás de la empresa vivió como un ataque personal. El asunto desacreditó su labor y contribuyó a que se volviera un acérrimo anticomunista. Aprovechando que desde 1940 colaboraba secretamente como informador del FBI, denunció a algunos de sus antiguos empleados ante el Comité de Actividades Antiamericanas durante la famosa Caza de Brujas promovida por el senador Joseph McCarthy.

Más allá de su psicosis anticomunista, Walt procuró mantener sus parques de atracciones y sus personajes animados libres de connotaciones políticas"

Pero más allá de su psicosis anticomunista, Walt procuró mantener sus parques de atracciones y sus personajes animados libres de connotaciones políticas. "Durante la mayor parte de su vida adulta, Walt no había sido ni conservador, ni republicano, ni nada", aseguró su biógrafo, Neal Gabler. El estadounidense había votado al presidente Franklin Roosevelt en 1936 y llegó a simpatizar con el republicano Wendell Willkie en 1940, pero también declinó la petición para apoyar la campaña de este último. "Hace mucho tiempo descubrí que no sabía nada en absoluto sobre el juego de la política, y desde entonces he preferido guardar silencio sobre todo el asunto antes que ver mi nombre unido a cualquier declaración que no fuera mía'", le escribió Walt, que se fue al otro barrio en diciembre de 1966, apenas unas semanas después de que le diagnosticaran un cáncer de pulmón. Al poco de aquello, se empezó a extender por el mundo la leyenda urbana de que el empresario había sido congelado antes de su muerte para resucitarlo en el futuro (aunque lo cierto es que su familia optó por la incineración).

Cuenta también la leyenda que el padre de Mickey Mouse era racista. Y es un hecho probado que los estereotipos raciales que reflejan algunas de sus películas sirvieron para que arreciaran las críticas. Ahí están los cuervos negros de 'Dumbo' (1941), o los personajes de los pieles rojas de Peter Pan. Por no hablar de 'Canción del sur' (1946), donde se glorificaba la esclavitud negra. "A Walt Disney se le ha acusado de todo, la mayoría de las veces sin la más mínima prueba", opina Fonte. "Lo acusaron de racista porque no había afroamericanos trabajando en su estudio. Pero eso no fue porque él no quisiera sino, en realidad, porque no había animadores afroamericanos en Hollywood… ¡en ningún estudio de animación! El primero de ellos fue Floyd Norman, que llegó al estudio Disney a mediados de la década de los 50".

En algunos sitios, Walt aparece igualmente retratado como un señor un tanto misógino. Kimball explicó en una ocasión que su jefe no confiaba "ni en las mujeres ni en los gatos” y, como prueba de ello, mencionaba la carta que le escribió a una joven artista que quería formar parte del elenco de animadores de su estudio. En ella, el magnate explicaba que las mujeres no realizaban “ningún tipo de trabajo creativo” en su empresa, ya que esa tarea correspondía “en su totalidad a hombres jóvenes”. Si bien es cierto que las empleadas de Disney trabajaban principalmente en el departamento de tinta y pintura, integrado casi en su totalidad por jóvenes menores de 25 años, también lo es que varias chicas formaron parte del departamento de guion, dibujando arte conceptual o creando guiones gráficos.

Walt Disney ante un boceto de Mickey Mouse.

Walt Disney ante un boceto de Mickey Mouse. / Reuters

Una de ellas fue Bianca Majolie, que había ido al instituto con Walt y se incorporó a la empresa en 1934, justo cuando el estudio se preparaba para crear su primer largometraje, 'Blancanieves y los 7 enanitos', que costó medio millón de dólares pero, para sorpresa de muchos, recaudó ocho millones. Majolie trabajó en el departamento de desarrollo de historias, que entonces estaba lleno de hombres que (según su propio testimonio) no disimulaban su desdén por la llegada de la que fue su primera compañera femenina, alguien a quien trataban con bromas y abucheos, “buscando cualquier debilidad que pudieran encontrar”. También tuvo un papel destacado en la factoría Mary Blair, una artista brillante a la que Walt contrató personalmente en 1940. Entre otras cosas, Blair fue directora artística de filmes como 'Cenicienta', 'Peter Pan' o 'Alicia en el país de las maravillas', y desempeñó un papel clave en el diseño de la emblemática atracción de Disneyland It’s a Small World, inaugurada en 1966.

Walt Disney en la apertura de Disneyland en 1955.
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Lo que sí escapa al terreno de la rumorología es que la muerte de Walt no implicó que su compañía desapareciera. Quienes quedaron al mando supieron adaptarse a lo que venía de forma que Disney no solo mantuvo su poder en Hollywood, sino que lo aumentó, hasta el punto de alcanzar el centenario sin que ningún otro agente de la industria pueda competir por su hegemonía cultural.La ideología de Disney era ‘lo que le venga bien al mercado’, y esto es algo que Walt siempre vio claro”, responde el periodista Alberto Corona, autor de 'La otra Disney', cuando se le pregunta qué pensaría hoy el magnate sobre la evolución de su compañía y sus tímidos pasos en el camino de la visibilidad. “Creo que no le habría irritado demasiado el hecho de que hoy se apueste por cierta diversidad o se muestre cierto talante progresista. Se supone que eso es lo que pide el mercado. Ahora bien, si algo tiene la ideología de mercado es que siempre va a ser falsa”.

Buen ejemplo de ello es la investigación de la organización Data for Progress que en 2022 reveló que Disney, cuyos directivos criticaron la promulgación en Florida de la ley que prohíbe la enseñanza sobre orientación sexual e identidad de género, también estaba en la lista de compañías que financiaban a políticos contrarios a los derechos LGTBI. “Ese tema les supuso una crisis de credibilidad gravísima”, apostilla Corona. “De hecho, por eso perdió Bob Chapek su puesto [como primer ejecutivo de Disney]. En realidad, si Disney sigue ganando dinero hoy día, que por cierto lo sigue haciendo, Walt ya habría estado contento”.