Coque Malla: «Yo tengo pánico escénico cuando me bajo del escenario»

Después de más de un año sin tocar, Coque Malla aplacará el mono con la gira que inicia en 2024 de su último disco, "Aunque estemos muertos", que habla de vida y muerte por igual y le traerá al ADDA de Alicante el próximo 20 de enero.

Coque Malla, en el interior del ADDA hace unos días

Coque Malla, en el interior del ADDA hace unos días / David Revenga

África Prado

África Prado

Nuevo disco, premio Ondas, gira inminente... ¿Qué más se puede pedir?

Que pase toda esta época de estrés, que a mí me estresa mucho la promoción y la preparación de la gira. Yo todo esto, incluido hacer canciones y discos, lo hago con un objetivo, que es irme de gira. Estar relajado, sin presión, sin preparativos, que es lo que agota, y subiéndome a la furgoneta para tocar con mis compañeros de banda todos los fines de semana. Eso es lo que a mí me hace feliz. 

¿Le ilusiona más salir de gira que hacer un disco? 

Sí, a mí mucho más. Son emociones muy diferentes. Cuando las cosas salen bien en el proceso creativo es la hostia, pero mi espacio es el escenario, más que el estudio. Soy mucho más feliz y estoy más relajado en el escenario. En el estudio sufro mucho pensando que no va a salir, que voy a perder la esencia de lo que quería contar, de cómo lo quería contar... Sé que nunca es así, que al final las cosas llegan a buen puerto, pero no puedo evitar sufrir mucho en el proceso. Y en cambio en el directo, no. 

¿Y pánico escénico no tiene? 

Nada. Cero. Yo tengo pánico escénico cuando me bajo del escenario. Pero en el escenario nunca, jamás. 

Y hasta que inicia la gira, ¿hay algo de vértigo? 

Bueno, esta vez ha sido muy largo. No sé si he estado tanto tiempo sin tocar desde que acabé el disco. Cuando arranque la gira, que empieza en Zaragoza el 13 de enero, llevaré un año y un mes, más o menos, sin tocar, quitando la excepción de dos conciertos sueltos. Creo que nunca había estado tanto tiempo, así que tengo un mono ya importante.  

Alicante es la tercera fecha de la gira y viene por primera vez al ADDA. ¿Le apetece? 

Muchísimo. Acabo de estar en el patio de butacas y es donde me gusta tocar, en auditorios así. Es un camino intermedio entre tocar en un superestadio o tocar en una salita. Tiene un poco de las dos cosas, de superconcierto y al mismo tiempo de intimidad. Y lo que más me ha gustado siempre es tener al público en cuesta, en pendiente. Hay un clima especial, se genera algo ahí escénico que es la hostia. 

El músico, hace unos días en la puerta del ADDA

El músico, hace unos días en la puerta del ADDA / David Revenga

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No viene solo, sino con banda. 

Sí, sí, con toda la banda. Dedicaremos buena parte al nuevo disco y también a algunos éxitos. 

Aquí no hay sitio para bailar, pero con alguna se podrá, ¿no? 

A mí me encantan los conciertos sentados porque tienes las dos opciones. En los conciertos de rock en teatros o auditorios siempre tienes la opción de, en un momento del show, levantarte y bailar. Y luego, cuando hay momentos más hacia adentro, más íntimos, sentarte y prestar atención. Cuando tocas en una sala o en un sitio muy grande solo tienes una de las dos opciones, por eso el formato de teatro me gusta tanto. Y además, esta primera parte de la gira -luego ya entraremos en los conciertos de verano, en sitios grandes- pero en esta primera parte vamos a hacer una combinación entre un show más teatral y muy centrado en el último disco, y una segunda parte con todos los hits y una cosa más festiva.

Aunque estemos muertos. El título del álbum no es muy comercial. 

Hubo dudas, pero yo lo tenía clarísimo. Hay un punto en el que no tienes que pensar, por lo menos yo lo hago así, tienes que defender la obra a muerte, nunca mejor dicho, por encima de las expectativas supuestamente comerciales. Porque lo comercial o no comercial depende de tantas cosas que se escapan a tu control, que lo que tienes que ser es fiel a tu obra. Y la obra iba de eso, de un espíritu que flota en todo el disco sobre las cosas que se acaban, la fragilidad, la ilusión de la felicidad, etcétera... una serie de cosas que están en el disco, y el título perfecto era ese. No me planteé si era comercial. Ahora es cuando toca defenderlo comercialmente, pero cuando lo haces, no tienes que pensar en eso.  

No es un disco fúnebre, ni mucho menos. 

Para nada. Esa es la cuestión, al final lo que atrapa a la gente son las canciones y la energía del disco. Y es un disco con una vitalidad y una energía brutal.  

Habla de la muerte, pero también de recuperar emociones. 

Totalmente. En el fondo habla de la vida. La muerte flota por el disco, se menciona la palabra muerte, pero habla de sentirse vivo, de cómo sentirse vivo. 

"Cada vez relaciono más la felicidad con la tranquilidad que con el subidón. 'No surprises', que decía Radiohead"

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Parece que tiene un principio y un final, como un musical. ¿El orden de las canciones es muy deliberado?

Sí, pero es algo que ha ido surgiendo. Hay dos maneras de hacer un disco que tenga eso que llamamos concepto: plantearte el concepto y esclavizar todo el proceso creativo a él, que eso hace que el disco sea más rígido; o, como es el caso, dejar que las cosas fluyan y que el concepto aparezca por sí solo. Puedes ni plantearte el concepto y simplemente poner una colección de canciones, pero creo que es mejor si dejas que fluya qué es lo que a ti te está preocupando. Yo suelo hacer discos casi como conclusiones de etapas. Como todo el mundo, vivimos una secuencia de etapas en nuestra vida: nos separamos de nuestra pareja, nos mudamos, los niños se van de casa o tenemos hijos por primera vez. Vamos cerrando ciclos y yo cuando cierro uno, hago un disco, y las canciones son diez conclusiones de esa etapa vivida y eso le da al disco mucha unidad y hace que tenga un clima, porque te metes en una película, en una novela.

Aunque habla de oscuridad, también hay mucha melodía. 

Sí, y mucha luz. Es mi profesión, la de encontrar melodías bonitas, mi obsesión cuando cojo la guitarra. 

En la canción ¿Volverá? se pregunta si volverán los sabios y los genios. ¿Estamos faltos de ellos ahora?

Seguramente faltos no, pero sí que, entre tanto ruido y tanta gente que se cree sabia y genia, decimos mucho lo de «es un genio» y estamos desgastando esa palabra. Creo que hay sabios y genios, pero están un poco enterrados entre palabras vacías.

Habla también de si volveremos a ser felices. ¿Hay que seguir buscando la manera de serlo? 

Por supuesto. Yo cada vez relaciono más la felicidad con la tranquilidad que con el subidón. Antes buscaba la felicidad en cosas festivas, viajes intensos, y ahora cada vez relaciono más la felicidad con estar tranquilo, sin sobresaltos, No surprises, que decía Radiohead, y estar bien físicamente. Para mí es cada vez una cosa más tranquila.

Algo de eso dice en Místico, que ya no tiene 18 años, que quiere descansar. Es que tiene 54 años pero lleva casi 40 en la música. 

No llega, pero casi, 37 (ríe).

El músico tocará con su banda en el ADDA de Alicante el 20 de enero

El músico tocará con su banda en el ADDA de Alicante el 20 de enero / David Revenga

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¿Y qué queda de ese Coque de 15 o 16 años de los inicios? 

Pues es difícil de analizar, pero no me lo planteo mucho tampoco, no dedico mucho tiempo a eso. Yo creo que como artista, esencialmente, hay muchísimo de ese Coque. Soy exactamente el mismo, cojo una guitarra, la aporreo, la rasgo, busco melodías, acordes, y luego me subo al escenario y entretengo al público. Lo que pasa es que cambia la vida con la edad, con las experiencias, con lo que te queda por delante y lo que has vivido por detrás. Pero como músico, yo creo que soy igual. 

Yo creo que canta muchísimo mejor ahora.  

(ríe) Hombre, hubo unos años ahí de mucho aprendizaje, tocando en garitos, con poquita gente, y eso me obligó a ir al corazón de la canción, de la melodía, de mi voz, de descubrir que mi voz era un instrumento también y aprender a tocarlo.

 ¿Le gustaría envejecer como Paul McCartney o como Keith Richards? 

Yo prefiero todo como Keith Richards (ríe). Keith Richards sigue haciendo cosas interesantes. A Paul McCartney hace tiempo que no le presto mucha atención como artista. Y yo, todo como Keith Richards.  

Dicen que es muy maniático. No sé si tiene alguna rareza antes del primer concierto.  

Bueno, hay un ritual, un poco como los toreros, de ducharme, ponerme guapo, oler bien, ponerme la ropa, preparármela ordenadamente... Ese ritual sí que me gusta mucho, pero no mucho más allá. No soy excesivamente maniático.