ETERNO RETORNO

Los noventa reviven en la música de 2023

Algunos de los momentos más excitantes del pop actual hunden su raíz en la que quizá fue la última década de explosión de estilos con poder transversal

Beyoncé durante la gira de su álbum 'Renaissance', un disco que recoge numerosas influencias de los 90.

Beyoncé durante la gira de su álbum 'Renaissance', un disco que recoge numerosas influencias de los 90. / Kevin Mazur

Carlos Pérez de Ziriza

El surcoreano Jung Kuk alcanza con Seven los mil millones de escuchas – es la segunda canción más popular de todo 2023, solo superada por Flowers, de Miley Cyrus – apelando a los ritmos rotos del drum’n’bass británico, filtrados a través del UK Garage, su derivación de principios de los 2000. El músico norteamericano Oliver Tree vuelve a poner de moda la electrónica hiperacelerada – llámalo hardstyle – junto al DJ alemán Robin Schulz con los casi 600 millones de streamings de su hit Miss You. Los ritmos entrecortados de Boy’s a Liar Part 2, de la británica PinkPantheress, acumulan casi 800 millones de escuchas apelando a un hyperpop que tiene mucho (casi todo) de la síncopa del breakbeat.

El house de impronta balearic resuena con fuerza a través de (It Goes Like) Nanana, de la surcoreana Peggy Gou y sus 300 millones de plays. La inglesa Charlie XCX funde el universo Barbie con el sonido chiptune en una Speed Drive – 200 millones de escuchas – que no hubiera desentonado en cualquier discoteca de extrarradio española durante los noventa. Su paisana Eliza Rose se marca un confeso homenaje a la música de baile de aquella década en B.O.T.A. (Baddest Of Them All), cuyos 300 millones la convierten, en alianza son su proyección en TikTok, en otro de los exitazos del año. Olivia Rodrigo apela al punk pop adolescente de Blink 182 o al power pop de Weezer en algunos de los mejores cortes de su segundo álbum, mientras Romy Madley-Croft hace lo propio con el trance en su disco de debut en solitario.

¿Qué está pasando? Quitando de la lista a los fenómenos comerciales del pop de raíz latina (Rosalía, Peso Pluma, Bizarrap, Karol G o Myke Towers), prácticamente todas las canciones que más se han escuchado este año a través de cualquier plataforma tienen su génesis y su razón de ser en los años noventa, aquella década en la que internet y las redes sociales eran una quimera, el mundo vivía razonablemente anestesiado sin grandes conflictos internacionales, surcando una relativa prosperidad económica, y la mugre mediática apenas empezaba a despuntar merced al sensacionalismo televisivo. Todos éramos más jóvenes, pero algunos de los músicos que hemos mencionado ni siquiera habían nacido.

Razones para un revival

Lo estamos viendo a través de los discos y las canciones, pero también de las series de televisión (El caso AlcàsserEl pioneroLa RutaAmerican Crime Story: el pueblo contra OJ Simpson o la vuelta fugaz de Friends), las películas (VerónicaLas niñasEl año del descubrimiento) e incluso de libros tan esclarecedores como Los noventa, del periodista cultural norteamericano Chuck Klosterman, ensayo publicado en castellano hace unos meses. La década bisagra vuelve a estar de moda. ¿Hemos enterrado definitivamente a los ochenta como el tiempo del eterno revival? Los festivales del estilo Love The 90s toman el relevo a los del palo Yo fui a EGBLa nostalgia millennial amenaza con el sorpasso a la de la generación X.

En el plano musical, resuenan con una fuerza inédita los ecos del eurobeat, el primer indie rock, el drum’n’bass, el jungle, el breakbeat, el trance y cualquier pop electrónico surgido tras el ocaso de la cultura rave. Otro síntoma: entrevisto recientemente a dos veteranos músicos británicos – al productor Trevor Horn y a Mike Barson, teclista de Madness – y ambos me hablan maravillas de las producciones de Dr. Dre en la recta final de aquella década, pese a que el hip hop no sea precisamente el género con el que uno les asociaría, ni mucho menos. ¿Podemos aún hablar del impacto cíclico de la cultura popular, aquel que cada veinte años – aproximadamente – rescataba lenguajes expresivos que creíamos sepultados para siempre?

“Al igual que mucha gente durante los noventa miraba hacia los setenta, y en los dos mil lo hacían a los ochenta y el post punk, por ejemplo –aunque el post punk nunca se ha ido: esa es otra historia–, ahora hay mucha gente que se fija en los noventa porque es lo que escuchaban de pequeños en la radio: el eurobeat o la electrónica pop, que estaban un poco como olvidados”, dice el periodista musical Joan S. Luna (Barcelona, 1967), redactor jefe de la publicación Mondosonoro, cuando se le pregunta por las razones de este rebrote.

Hay un factor cíclico, sin duda, seguramente atenuado por la multiplicación de filtros que ofrece internet y las redes sociales, pero también hay un motivo de fondo: “Todo esto ha salido en un momento en el que venimos de que mucha de la música de éxito de los últimos años años no eran hits bailables, y hacen falta canciones bailables y con estribillos, algo que en los ochenta y los noventa era importante”, afina. “Después de la pandemia y de todos los problemas de la gente, hay necesidad de hedonismo, muchos se habían olvidado de que la canción tiene que hacerte bailar: fíjate que si comparas a los primeros Arctic Monkeys con los últimos, hay una gran diferencia, porque los primeros sí tenían hits”, explica.

También pone como ejemplo a Jessie Ware o a Beyoncé: el álbum que publicó la diva norteamericana el año pasado, de hecho, tenía mucho de eso, de la recuperación del hit bailable y directo y del rescate del house e incluso del vogueing (subcultura de la escena de clubs neoyorquina) que tanto popularizó Madonna con su single de 1990. Otro síntoma, por cierto: pocos discos de Madonna tan reivindicados en los últimos tiempos como Erotica (1992), cuya cimbreante rítmica trip hop ha envejecido mucho mejor de lo que podíamos pensar entonces. Su corte titular marca uno de los puntos álgidos en su última gira, como se vio a su paso por el Palau Sant Jordi de Barcelona.

Nostalgia de lo no vivido

Introducía Joan S. Luna un matiz importante: el de ese post punk que nunca se ha ido. La historia de la música avanza a golpe de acción y reacción, pero ningún movimiento entierra por completo todo lo anterior, por rupturista que se pretenda. Ni siquiera lo hizo el punk. Y si hablamos de post punk, el caso del joven trío valenciano Margarita Quebrada es paradigmático, porque empezaron precisamente bebiendo de aquellas aguas, el sonido guitarrero y oscuro de la primera mitad de los ochenta, pero dieron recientemente un giro a su propuesta que les hizo zambullirse en sonoridades más propias de los noventa e incluso los dos mil: el drum’n’bass – un estilo que también han tocado recientemente, aunque sea de refilón, Rojuu, La Plata, dani, Kae Tempest, Shygirl y hasta Rauw Alejandro, entre muchos más – y hasta el UK Garage o el witch house.

De hecho, en el que era su último álbum, Gas lágrima (2022), introducían un guiño a Children, de Robert Miles, una de las canciones más pinchadas en las discotecas españolas de mitad de los noventa. Y eso que los componentes de Margarita Quebrada (Nacho López, Mikel Cabanes y Guillermo Juan Montesinos) tienen entre 25 y 29 años. Los noventa apenas son un recuerdo de su niñez, pero tremendamente poderoso: “la electrónica noventera y dosmilera al final nos evoca cierta nostalgia, más que por ser consumidores de esta, porque te hace recordar una época concreta de tu vida, y nuestra música busca transmitir cierta melancolía, y por eso muchas veces, más que sonar a cierta época, hace sentir una nostalgia genuina a un sector de nuestro público más mayor”, argumentan.

En esencia, también las herramientas son distintas ahora. El acceso instantáneo que tienen los músicos a cualquier afluente musical de cualquier época fomenta el cruce de lenguajes. “Tener internet como una herramienta creativa para poder investigar y entender antiguas corrientes te permite visualizar un horizonte de posibilidades a la hora de crear”, dicen, y por eso creen que hoy en día “hay un revival actualizado de mucha de la música que se consumía en los noventa en los clubs y en la radio, tanto en géneros urbanos mainstream como en proyectos más de nicho, abriendo muchísimo el abanico de recursos: puedes encontrar a un artista mainstream cantar sobre un beat de reggaeton que más tarde rompe en un drop de drum'n'bass, incluso jugar con varios géneros pertenecientes al club en el mismo corte”, explican.

Joan S. Luna también abunda en esa heterogeneidad que casi siempre acaba remitiendo a los noventa. Asegura que en España hay una recuperación de sonidos de la década “especialmente en la de la electrónica más dura y de makineo, con proyectos como Parkineos VVV [Trippin'you]”, e incluso en canciones de Ralphie Choo como Valentino, que “no llega a ser gabber (género de electrónica dura y acelerada, nacido en Holanda), pero no está muy lejos”. Y también admite que son corrientes transversales, que no permanecen en el underground sino que permean a las grandes audiencias: “En la escena EDM, el hardstyle lleva ya unos años en auge en España, y lo curioso es que lo hace como algo alternativo, porque el hardstyle en un principio es mainstream, pero al mismo tiempo tiene aquí su faceta más alternativa y chusca, por así decirlo”.

¿La última década de estilos genuinos?

Si obviamos el trap y el reggaetón – que es mucho obviar, y son estilos que explotan en los dos mil pero tienen también sus raíces en los noventa –, da la sensación de que hablamos de aquella década como la última que tuvo la capacidad de generar estilos, géneros y modas transversales, de las que (lo estamos viendo) trascienden épocas y son adoptadas por artistas que ni siquiera habían nacido cuando eclosionaron. ¿Fue realmente así? ¿Son los noventa la última década matriz, la única capaz de generar –quizá a causa de la fragmentación posterior, causada por internet– estilos musicales de amplio espectro, que puedan ser practicados por músicos de cualquier rincón del planeta?

Margarita Quebrada consideran que, además de ser el decenio en el que “se desarrollaron la mayoría de nuestras referencias actuales”, piensan que “fue una época donde la ruptura de lo normativo consiguió, en muchos casos, llegar al mainstream”. ¿Un ejemplo? “Lo que hace Aphex Twin, que a día de hoy sigue envejeciendo increíblemente bien”, dicen. “En los noventa había electrónica, guitarras y proyectos a nivel de performance que pueden servir de referencia actualmente”.

Joan S. Luna también piensa que los noventa fueron posiblemente la última década en la que los estilos de rango amplio se multiplicaron exponencialmente, porque si bien admite que el trap y el reggaetón han ido influyendo sobre muchos otros lenguajes en la actualidad, duda de que ambos tengan la misma capacidad para mutar en un futuro. “En los noventa surgieron muchísimos ritmos y estilos que dieron mucho juego porque se han mezclado con otros géneros creando subgéneros, como ocurrió con el drum’n’bass, que se ha mezclado mucho con el rock, pero no me imagino un ritmo reggaetonero mezclado con música metal y que funcione”, dice.

De momento, los noventa seguirán siendo la plantilla sonora de muchas de las músicas que nos ilusionen, nos pongan las pilas y nos hagan bailar en los próximos tiempos.