LA PLUMA Y EL DIVÁN

Prohijamiento terapéutico

La adopción

La adopción / informacion

José A. García del Castillo

José A. García del Castillo

Tradicionalmente se ha venido dando un proceso de adopción cuando las parejas han intentado infructuosamente tener un hijo biológico propio y ante los sucesivos fracasos, han recurrido como solución a la adopción de un niño.

Este podría ser el primer paso en la escala natural de todo un proceso terapéutico, en este caso para la pareja, que ve frustradas sus expectativas de ser padres y las compensa mediante el acogimiento y la crianza de un niño desamparado.

Son multitud los casos que, tras la adopción, han podido satisfacer su anhelo de tener descendencia propia, porque la curación psicológica del problema ha favorecido que engendren un hijo biológico.

La contrapartida para quien es adoptado también es altamente terapéutica, porque normalmente pasa de un estado de carencia a otro de abundancia, posiblemente en exceso, porque entra a formar parte de una familia cuyo principal objetivo es poder desarrollar sus necesidades paternas.

No hay ningún protocolo, ni escuela, que nos enseñe la facultad de ser buenos padres, es algo de lo que estamos carentes desde tiempo inmemorial y que con el desarrollo de la ciencia y la tecnología no se ha paliado en ningún momento.

De hecho, somos autodidactas a la hora de afrontar la crianza y aprendemos por ensayo error muchas de las cuestiones esenciales de la educación de los hijos. En el caso de los hijos adoptivos hay que añadirle los problemas de integración y de aceptación por parte de los grupos sociales del entorno en el que vive la familia, si provienen de otros países.

Otra de las claves que no se cubren por sí solas y que genera angustia en los padres, es cuando llega el momento de decidir si se le comunica o no su condición de adoptado al hijo.

Si la transmisión de esta realidad se hace convenientemente no hay riesgos de que aparezcan desencantos ni frustraciones en el hijo adoptado, pudiendo asumir perfectamente su condición, sobre todo, si se siente plenamente integrado en el seno familiar y social, aunque puede aparecer el fantasma de la búsqueda de los orígenes y obsesionarse por conocer sus raíces biológicas.

Podríamos plantear una nueva forma de adopción terapéutica, intentando resolver problemas de familias completamente estables que no saben cómo manejar las situaciones cotidianas que se les presentan con sus hijos preadolescentes y adolescentes.

Son muchos los casos que por más que lo intentan fracasan en su empeño, necesitando una ayuda externa que regule la efervescencia hormonal. Una familia alternativa que intervenga marcando límites y normas nuevas mediante un prohijamiento terapéutico temporal, podría ser un remedio óptimo para muchas familias que ven, con terror, como se escapa de sus manos la sana convivencia con sus hijos.