Crónicas lucentinas

La victoria de Samotracia

Los jugadores del HLA reciben instrucciones de Pérez Caínzos

Los jugadores del HLA reciben instrucciones de Pérez Caínzos / Jose Navarro

Mar Galindo

Mar Galindo

Cuando Charles Champoiseau encontró aquel hermoso busto esculpido en mármol, apenas podía contener la emoción. Aquel diplomático francés de apenas treinta años tenía una brillante carrera profesional, pero su verdadera pasión era la arqueología. Así que, cuando en la primavera de 1863 le encargaron la excavación del santuario de los grandes dioses de Samotracia, no dudó en aceptar la misión que lo llevaría a aquella pequeña isla en el mar Egeo entre Grecia y Turquía. Tras semanas de intenso trabajo, el gran hallazgo se produjo. Entre sus manos tenía una parte del busto y el cuerpo enorme de aquella bellísima estatua femenina que enseguida identificaría como Niké, la diosa de la victoria, gracias a sus hermosas alas blancas. Solo había un pequeño problema: buena parte de la estatua estaba hecha añicos. Había que recoger todas las piezas y reconstruirlas cuidadosamente. Un delicado trabajo que habría de dejar en manos de los mejores. Desde el primer momento, Champoiseau tuvo claro cuál sería el destino de aquella Niké de Samotracia: la enviaría al Louvre para ser restaurada y protegida allí. 

Un año entero tardaría el busto en llegar a París, y aún dos veces más iría nuestro arqueólogo a Samotracia a buscar, en vano, la cabeza de la diosa y recuperar las piezas de aquella obra de arte helenística, que llevaba dos mil años aguardándole. Pero el mayor reto lo tenían los conservadores del museo: descubrir, a partir de los restos, el diseño original de la escultura y reconstruir aquella bella dama que, sobre la proa de un barco, parecía conmemorar una victoria naval cubierta de finos ropajes. Así que la victoria de Samotracia es el trabajo conjunto del escultor de época antigua original y de la colaboración de los especialistas del Louvre dos mil años después, que hicieron un magnífico esfuerzo de reconstrucción para regalarnos la espectacular diosa que, con sus casi tres metros, recibe a los visitantes del museo en lo alto de la escalinata, esplendorosa, inmensa.

¿Qué trabajo les parece más difícil? ¿El del escultor original que talló una hermosa diosa de la victoria sobre mármol blanco o el del equipo que recibió las piezas que habían sobrevivido al paso del tiempo y tuvo que imaginar y reconstruir la obra original para que hoy luzca imponente? Porque lo segundo no es nada fácil. Saber colocar las piezas, disponerlas dándole un sentido y que juntas produzcan una sensación de armonía, de conjunto, de belleza, de forma, no está al alcance de cualquiera.

Así me imagino yo al staff del HLA Alicante, tratando de colocar las valiosas piezas sobre la cancha para encomendarse a Niké y desplegar sus alas para volar hacia la victoria este fin de semana. Tras el balsámico triunfo sobre Hestia Menorca, el sábado visitamos una de las pistas más complicadas de toda la LEB Oro: el Coliseum burgalés, donde nos aguarda el líder con, ejem, diez victorias seguidas. Imaginen el trabajo de arqueología que ha hecho Pérez Caínzos para conocer el terreno de San Pablo Burgos, identificar las piezas a las que se enfrenta y recomponer un equipo de valiosísimos elementos cuyo valor únicamente aparece cuando se ensambla con el resto en equilibrio y armonía. Cuando cada parte hace su función y entre todas logran el efecto final. Sin duda una de las misiones arqueológicas más exigentes para el equipo de excavación lucentino que, como hace 160 años lograra Champoiseau, espera acabar la jornada con la diosa de la victoria entre sus manos.