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Retratos urbanos

Ramón busca otra oportunidad

La heroína la dejó hace cuatro años; y tiene cumplidos sus compromisos con la sociedad después de pasar una década en prisiones.

Ramón busca otra oportunidad

Llegó al mundo en el seno de una familia gitana de la población valenciana de Xirivella. Pronto fue abandonado por su madre. Del padre poco supo. Ramón Díaz Díaz quedó, como sus tres hermanas, al amparo de su abuela Trinidad en un poblado chabolista situado a la vera del Turia. Pero una reyerta entre familias obligó al clan de los Díaz a recoger sus trapos y cachivaches y huir en carreta a tierra segura. La abuela Trinidad se plantó en Alicante con sus cuatro nietos y un puñado de compadres. Ramón tenía siete años. Vivieron en San Blas, en las «Casitas de papel» del barrio de Los Ángeles y acabaron ocupando un piso casi roto en el barrio de las «Mil Viviendas».

Sólo fue a la escuela dos o tres años. Se defiende para leer y escribe de forma lenta, sin destreza. Vivió una infancia ácrata en calles baldeadas de delitos. Pronto empezó a cometer pequeños hurtos en la zona norte de Alicante y antes de tiempo empezó a fumar hachís y marihuana en descampados entonces abarrotados de heroinómanos cargados de jeringuilla y marginalidad.

Ramón se metió en las drogas a los 14 años. Empezó fumando porros. Consumió anfetaminas o alucinógenos en pastilla y cocaína. Meses más tarde, el chaval empezó a jugar con la heroína y quedó atrapado casi veinticinco años por esta sustancia, de la que consumía hasta tres gramos diarios. Jamás se pinchó. Siempre la inhaló sobre papel de plata con una base de cocaína («chino»).

Dependiente del «caballo», Ramón no tuvo más remedio que cometer hurtos y trapichear con drogas para abastecerse y evitar los «monos» en un sinfín de penosos síndromes de abstinencia. Inició un calvario de delitos que le llevaron a varias penitenciarías: Teruel, Ocaña, Picasent y Villena.... Amigos bajo tierra.

Trinidad, la abuela, falleció hace unos quince años. Solo se quedó en el mundo un drogodependiente harto de miserias. Siguió con los «chinos» y con la pillería. Fue tratado con metadona para dejar la heroína, sustancia sintética empleada en la desintoxicación.

Después de medio siglo de indigencia y de sufrimiento, Ramón Díaz decidió enjaularse en un centro de tratamiento de «Reto a la Esperanza» de la provincia de Burgos hasta que su sangre y su cerebro dejasen de exigir más «jaco». Después de ocho meses, Ramón salió limpio. Regresó a Alicante e intentó rehacer una vida casi arrebatada por la desdicha. Y volver a empezar.

Hace cuatro años que no consume drogas. Recorre las principales calles de Alicante desde la mañana hasta el anochecer. Con una guitarra como mochila, Ramón porta una bolsa de plástico con algunos encendedores y varios paquetes de pañuelos que repone cuando agota su pequeño almacén portátil. Apenas recauda diez monedas de euro al día.

De vez en cuando toca rumbas o bulerías para granjearse propinas de turistas que ocupan terrazas en la Explanada. Se declara seguidor de Camarón de la Isla y de «El Gero», de Los Chicos.

Sin pensión, comparte chabola con su tío, Francisco, un gitano con las caderas rotas que ocupa la planta baja de un inmueble en ruinas cerca de la plaza de toros de Alicante. Hambre y suciedad. Ramón pide trato justo. Demanda una vivienda «pequeñita» para po

Ha sobrevivido a muchos kilos de heroína. Tiene saldada su deuda con la sociedad. Pide otra oportunidad y ayuda para él y para su maltrecho tío Francisco.Dice que está limpio.

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