La presencia de la industria en zonas empresariales y comerciales de gran extensión ha pasado a desempeñar un importante papel en las estrategias de desarrollo de muchas ciudades y tiene, además, implicaciones considerables para el medio ambiente.

En estos emplazamientos industriales se concentran (en un espacio relativamente reducido) todos los problemas de cada una de las empresas ubicadas, a lo que se suman los impactos adicionales provenientes de los propios servicios e infraestructuras de la zona industrial. Una tercera fuente de impactos pueden constituirla los servicios de transporte, los depósitos de combustible o las zonas residenciales circundantes, según las conclusiones extraídas del informe «La gestión sostenible en los Polígonos Industriales», de la Fundación Entorno.

La gran cantidad de zonas industriales repartidas por el mundo reviste a este asunto de una dimensión global. Concretamente, en España hay más de 5.000 polígonos industriales y empresariales, número que sigue aumentando cada año. En algunos de ellos se concentran centenares de empresas, desde pequeños comercios o centros de manufactura ligera hasta plantas de industria pesada.

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Sostenibilidad y rentabilidad

Un polígono industrial carente de mecanismos de gestión medioambiental puede producir sobre el medio ambiente unos impactos muy elevados, entre los que destaca la generación de residuos, la contaminación y las condiciones de seguridad en un espacio relativamente acotado, pudiendo asimismo interferir con zonas colindantes urbanas, turísticas o recreativas.

Si bien las administraciones pueden haber delegado en muchos polígonos algunas responsabilidades relativas al control de la contaminación, la obligatoriedad de su cumplimiento resulta con frecuencia ineficaz.

Para afrontar esta situación, se han llegado a proponer varias soluciones entre las que el informe de la Fundación Entorno destaca: una mayor importancia de la planificación y una adaptación más profunda de los sistemas y herramientas de gestión medioambiental, un control más proactivo por parte de los polígonos, unos códigos de buenas prácticas basados en la cooperación, así como la implantación de servicios medioambientales de los que las empresas puedan servirse para reducir su huella sobre el entorno. Esto es lo que llamamos «Ecología industrial».

Además de favorecer la sostenibilidad del planeta, con un enfoque «verde» los emplazamientos industriales tendrán unos costes de explotación menores, deberán afrontar menos riesgos, resultarán más atractivos para sus clientes y, de esa forma, cumplirán sus objetivos tanto desde el punto de vista medioambiental como de negocio, siendo mucho más rentables.

«El tradicional modelo de actividad industrial, en los que los sistemas de producción utilizan materia prima y generan productos para ser vendidos, además de residuos que deben ser generados en el exterior, debe transformarse hacia un modelo más integrado: un ecosistema industrial. En muchos de los sistemas el consumo de energía y materia prima es optimizado y los efluentes de un proceso sirven como materia prima para otro». (Frosh & Callopoulus).

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