Se las prometía felices la industria papelera cuando a finales del año pasado, después de la complicada travesía que supuso la irrupción de la pandemia de covid, logró situarse incluso por encima de los niveles de facturación de 2019. Pero la alegría ha durado poco, puesto que el escenario inflacionista propiciado por la guerra de Ucrania ha tenido un impacto brutal sobre los costes del sector, que se han llegado a disparar por encima del 200% a causa de una energía y unas materias primas que no paran de cotizar al alza. El resultado, como no podía ser de otra forma, ha sido un fuerte frenazo en la senda de recuperación que, en el caso de las empresas de la provincia de Alicante, centradas en su mayor parte en la hostelería, se va a ver agudizado por el desplome de las ventas que se va a producir con la llegada del otoño.

La producción del sector a nivel nacional, tras el retroceso experimentado en 2020 a causa del coronavirus, se incrementó el año pasado en un 6,5%, con 6,7 millones de toneladas de papel y 1,8 de celulosa, lo que permitió superar las cifras anteriores a la pandemia. También la facturación creció, en este caso en un 30,84%, hasta alcanzar los 5.209 millones de euros. Son tendencias que pueden extrapolarse a la industria papelera de la Comunidad Valenciana, que concentra el 3,5% de la producción.

La situación, sin embargo, se ha torcido en 2022, sobre todo a raíz de la invasión rusa de Ucrania y el incremento generalizado de los precios. Así lo reconoce la Asociación Española de Fabricantes de Pasta, Papel y Cartón (Aspapel), desde donde destacan que la fortaleza que el sector mostró durante la crisis sanitaria como industria esencial, manteniendo abiertas la práctica totalidad de sus fábricas pese a la difícil e insólita situación, está sufriendo en estos momentos el embate de la escalada de la energía y las materias primas, así como de los fletes. El resultado ha sido un «frenazo» en la recuperación, en un contexto, además, de incertidumbre ante lo que pueda suceder en el futuro inmediato.

El impacto de estos incrementos de costes, en algunos casos por encima del 200%, también se está dejando notar en las empresas de la provincia de Alicante. En el ámbito de la producción destaca Hinojosa, propietaria de Papelera de la Alquería, en l’Alqueria d’Asnar, con una planta de fabricación de cartón. Según explican desde la compañía, la subida tanto del gas como de la electricidad les está afectando de pleno. No obstante, matizan, gracias a las inversiones llevadas a cabo en los últimos años en fuentes de energías sostenibles y valorización de los residuos, están pudiendo mantener la actividad sin poner en peligro la continuidad del negocio y asegurando, al mismo tiempo, el servicio a los clientes. Las mismas fuentes, en cualquier caso, también reconocen que esta situación imprevisible, de volatilidad y de incertidumbre, complica la gestión de forma significativa y afecta a los márgenes de la cadena de valor.

En la misma situación se encuentra el grupo Saica, con sede en Alicante, que además se había visto obligado a parar tres de sus cuatro plantas de cogeneración en Zaragoza debido al fuerte incremento del precio del gas. Con todo, el director general de la firma, Enrique de Yraolagoitial, califica de positiva la decisión del Gobierno de permitir que este tipo de instalaciones se beneficien de la denominada excepción ibérica, «lo que nos permitirá reabrir nuestras plantas y recuperar la competitividad perdida», apunta.

Gran parte del sector papelero alicantino está enfocado al sector profesional de la hostelería, lo que ha permitido a las empresas beneficiarse este verano del gran tirón de los bares y restaurantes. El panorama, sin embargo, va a cambiar de manera radical a partir de ahora. Así lo afirma Belén González, gerente de Mapelor, en Beniarrés, quien señala que, tras dos años de pandemia, «la gente ha salido de vacaciones sin mirar más allá, lo que nos permitirá incrementar la facturación hasta los 12,5 millones, cuando el año pasado nos quedamos en 8,5». Se trata, en cualquier caso, de cifras engañosas, debido a unos costes que andan desbocados. «A nuestra empresa -enfatiza- el producto acabado se nos ha encarecido entre un 60% y un 70%, pero es que la energía está por las nubes y la materia prima se ha triplicado».

Y las cosas tienen toda la pinta de ir a peor. La responsable de Mapelor no duda a la hora de señalar que se avecina una recesión importante, y que la actividad en la hostelería va a decaer. «Habrá menos demanda, y no solo eso, ya que algunos productos como los manteles van a dejar de resultar necesarios, porque siempre se pueden limpiar las mesas. Y todo ello en un escenario de incremento de costes que los clientes no quieren asumir, por lo que no nos queda otra que reducir márgenes».

En una situación muy parecida se encuentra la empresa Practicel, de Gaianes, que también ha vivido un buen verano con unas previsiones de facturación al final del ejercicio de 20 millones de euros que el gerente, Manuel Orero, no duda en calificar de falsas. «Ahí -destaca- está reflejado el incremento de precios al que estamos teniendo que hacer frente. Las firmas que nos suministran el papel se excusan en el gas, la electricidad y la escasez de las materias que reciben desde Sudamérica y Asia. Menos mal que estos últimos meses la demanda ha funcionado bien, porque, en caso contrario, estaríamos contra las cuerdas».

Orero no quiere dejar de ser optimista, «porque aquí la gente es de salir», pero reconoce que la inflación va a acabar repercutiendo en el consumo, mientras los costes continuarán disparados. De hecho, a su empresa no le ha quedado otra que repercutir estos aumentos en los precios, porque, según asevera, «si no lo repercutes, al final te arruinas».

La subida de los precios pone a las editoriales contra las cuerdas

El encarecimiento de los costes no está afectando tan solo a la industria papelera, sino también a todos aquellos sectores que dependen en gran parte de esta materia prima. Este es el caso de las editoriales, que temen un descenso de las ventas de libros si acaban repercutiendo estas subidas.

Un ejemplo de ello lo constituye Ediciones Azorín, especializada en autores alicantinos y murcianos. El editor, Javier Pérez, explica que el aumento del precio del papel ha traído como consecuencia un incremento del coste de produción de los libros del 30%, por lo que, explica, «nos podemos encontrar con que los lectores dejen de comprar, porque hablamos de un producto que no es de primera necesidad».

En su caso, al menos de momento, están aguantando los precios de la obras que publican, según Pérez, «porque nos movemos en un sector complicado, como es la poesía, que ya de por sí no tiene un tirón importante entre el gran público, por lo que no queremos arriesgarnos ni ponerlo más complicado».

El responsable de Ediciones Azorín reconoce que hay cuestiones, como el encarecimiento de la energía y las materias primas. que repercuten en el aumento del precio del papel, pero también lo atribuye al consumo cada vez más importante que se hace de este producto. «Hay más demanda, entre otras cosas, porque se está poniendo veto a las bolsas de plástico. Igual no se tendría que haber ido tan deprisa en este asunto», enfatiza.

La situación, insiste, es complicada, hasta el punto de que algunas editoriales están echando la persiana. «Yo no me planteo todavía cerrar, pero igual me lo tengo que plantear en algún momento», advierte.