Ni los más viejos del lugar. Esa es la expresión más utilizada por los productores para referirse a la desastrosa campaña de aceitunas a la que se enfrenta la provincia de Alicante. Y todo por una concatenación de factores meteorológicos adversos, que parecen haberse puesto de acuerdo para generar un auténtico desastre en términos agrícolas. Primero fueron las torrenciales y prolongadas lluvias de la primavera y, después, el excesivo calor en la época de floración. Una combinación explosiva que ha reducido la cosecha un 70% hasta dejarla en apenas nueve millones de kilos, lo cual generará pérdidas económicas cercanas a los 25 millones de euros.

Lo del cambio climático ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una cruda realidad. Y si no, que se lo pregunten a los agricultores de la provincia, que han visto cómo este año han sufrido pérdidas en casi todos los cultivos. Almendras, cerezas, nísperos, cereales, higos, arroz y, ahora, aceitunas han sufrido mermas más que considerables en sus producciones debido a comportamientos meteorológicos nada habituales.

En el caso del sector de la oliva la situación empezó a complicarse, y de qué manera, a principios de la primavera. Un temporal de lluvias que se prolongó durante más de 20 días tuvo un efecto devastador sobre los olivos. El repilo, un hongo que provoca la defoliación de los árboles, irrumpía con fuerza en gran parte de las zonas productoras, sobre todo en comarcas como l’Alcoià, El Comtat o la Marina Alta, que es donde más llovió. Además, justo en estas comarcas es donde se concentran las variedades de aceitunas que son más sensibles a esta enfermedad, como son la blanqueta y, en menor medida, la mançanell y la alfafarenca. 

Esta incidencia ya supuso un duro golpe para el sector, pero la cosa no quedó ahí. Y es que, justo en la época más decisiva para este cultivo, entre los meses de mayo y junio, las temperaturas remontaron hasta niveles mucho más elevados de lo normal, lo que propició que gran parte de las pocas flores que habían logrado esquivar los efectos del repilo se quemaran, dejando un paisaje desolador.

Instalaciones de la almazara El Tendre en Elche. AXEL ALVAREZ

A todas estas desgracias hay que sumar, asimismo, el devastador incendio forestal registrado en pleno mes de agosto en la zona de la Vall d’Ebo, Vall d’Alcalà, Vall de Gallinera y parte de El Comtat, que también se llevó por delante campos enteros de olivos.

Las consecuencias de todo ello es que la provincia va a vivir la peor campaña que se recuerda. Así lo señala Julián Úbeda, productor y responsable del sector oleícola de La Unió, quien destaca que, «en los muchos años que llevo en esto, nunca había visto una cosecha tan pobre. Hay zonas montañosas en las que prácticamente no se va a poder recolectar ni una aceituna, con lo que las perspectivas son del todo desalentadoras». Se da la circunstancia, además, de que los fenómenos meteorológicos adversos todavía podrían provocar más problemas, puesto que, añade Úbeda, «el calor que ha continuado haciendo durante todo el verano y que, incluso, se ha estado manteniendo hasta hace bien poco, puede generar una mayor afección de la plaga de la mosca del olivo, lo que desencadenará nuevas mermas».

La provincia de Alicante no es la única que se va a ver afectada por una disminución de la producción, toda vez que casi toda la cuenca mediterránea presenta importantes caídas en la cosecha. Andalucía, sin ir más lejos, apenas va a poder recolectar un 50% de lo previsto, en una situación que se reproduce también en Italia. Solo Grecia parece contar con mayores reservas.

Los precios se disparan

El resultado de esta escasez ha sido un fuerte incremento de los precios, hasta el punto que , en la actualidad, se están abonando más de 5 euros por el kilo de aceite virgen extra, muy por encima de los 3,80 euros de la temporada anterior. Cotizaciones, en cualquier caso, que apenas podrán aprovechar los productores alicantinos, debido a la poca cantidad de aceitunas que se están recolectando.

Así lo señala Hugo Quintanilla, representante de Asaja y productor de la firma Señoríos de Relleu. «La incidencia de los problemas meteorológicos -indica- ha sido desigual, dependiendo de las zonas. Aquí el descenso ha sido del 60%, pero en las comarcas del área de la montaña no van a poder recoger ni un 10% de lo normal. Así que quien tenga algo de aceite va a poder ganar dinero con estos precios, pero para los demás va a ser un auténtico desastre».

Con todo, Quintanilla también reconoce que, para los consumidores, esta escalada en la cotización del aceite no va a ser positiva. Según sus palabras, «la gente ya está pagando por el litro cerca de los 6 euros y, por la pinta que tiene el mercado, la tendencia se va a mantener».

Lo mismo opina Joaquín Sempere, responsable de la almazara El Tendre, de Elche, quien señala que «lo normal es que para los productores el precio se mueva entre los 3,5 y los 4 euros, para que llegue a los consumidores a unos niveles asequibles. Estamos en una época complicada a causa de la inflación y corremos el riesgo de que la gente se pase a otros aceites que sean más baratos, lo cual nos haría perder una cuota de mercado que, después, es difícil recuperar».

Sempere, en cualquier caso, también deja claro que no es oro todo lo que reluce. Según sus palabras, «es cierto que los precios ahora son elevados, pero también hay que tener en cuenta que los costes se han disparado como consecuencia del encarecimiento de los combustibles, los fertilizantes y los fitosanitarios. También la electricidad está por las nubes, lo cual es un problema evidente para las almazaras en esta época de producción».

A ello hay que añadir, como queda dicho, la raquítica cosecha que se espera este año en el conjunto de la provincia, que traerá consigo pérdidas que, en el mejor de los casos, se situarán alrededor de los 25 millones de euros. De hecho, la mayor parte de las almazaras han arrancado la campaña más tarde de lo normal o, como es el caso de El Tendre, están trabajando en días alternos, debido al escaso volumen de actividad.

Las oscilaciones en los precios marcan las últimas temporadas

Las fuertes oscilaciones en los precios del aceite han venido marcando las últimas campañas, propiciando una situación de inestabilidad en el sector. Los elevados excedentes en los años 2019 y 2020 tuvieron unas consecuencias muy negativas para la provincia, teniendo en cuenta que los costes de producción en este territorio son mucho más elevados que en otras zona como Aragón o Andalucía, donde predominan los cultivos intensivos y de un rendimiento mayor. En este sentido, la complicada orografía de comarcas como l’Alcoià, El Comtat o las Marinas supone un obstáculo competitivo para los agricultores.

En este contexto, mientras en los campos aragoneses y andaluces los 2,40 euros que se abonaban por el kilo de aceite virgen extra en 2020 resultaban rentables, no sucedía lo mismo en el caso de las comarcas alicantinas, donde este precio no era suficiente ni tan siquiera para hacer frente a los costes de recolección y mantenimiento de los propios campos de cultivo, estimados en al menos 3 euros. Pero si eso ya era insuficiente, los precios de la campaña anterior fueron incluso peores, dado que apenas se llegaron a abonar 1,80 euros, propiciando que una parte importante de la cosecha se quedara sin recolectar.

La situación, sin embargo, cambió el año pasado, toda vez que el aceite registró un repunte hasta los 3,50 euros el kilo, lo que supuso un balón de oxígeno tanto para los agricultores como para los propios productores de aceite, asfixiados por la escasa rentabilidad que obtenían de su trabajo. El precio, incluso, mejoraba a raíz del estallido de la guerra de Ucrania, al cortarse el suministro de aceite de girasol desde este país, lo que trajo consigo un aumento del 50% en su cotización y, de rebote, una subida también del aceite de oliva, llegando hasta los 3,80 euros.

Los efectos del conflicto bélico, según los productores, ya se han diluido, de manera que el actual incremento hasta los 5 euros obedece a la escasa producción en los países de la cuenca mediterránea y también a una inflación que continúa disparada.