Lo que precede a las pasarelas es difícil de valorar cuando uno se sienta a ver un desfile. Están las horas de fittings, los ensayos y, sobre todo, los nervios que a veces juegan muy malas pasadas. Tan importante es el diseño como la «percha» ,y el diseñador Manuel Espuch lo tiene siempre presente. Es por ello que para todos sus desfiles busca modelos de Elche y Alicante que transmitan la esencia que exigen sus vestidos.

«La gente piensa que es muy bonito y fácil ser modelo. Pero no saben que en ocasiones no nos pagan ni las horas que invertimos. Ser modelo no consiste sólo en dar unos pasos», desmiente Carmen, que lleva siete años trabajando como modelo profesional.

En un mundo tan complicado como es el de la moda, las modelos se enfrentan a situaciones que no cualquiera es capaz de resolver con soltura. Algunas de ellas se muestran más reacias que otras al hecho de desfilar con transparencias: «Entra en el trabajo de una modelo, pero en mi caso no me siento nada cómoda y cada una debe tener derecho a decidir qué quiere llevar y que no», asegura Larisa.

En cambio a otros no les importa. Es el caso del único modelo masculino y protagonista de la foto de la colección, Ezequiel. «No me importa salir desnudo en la foto porque realmente no se ve nada. Estoy a favor de salir sobre la pasarela con prendas que insinuen, pero no me vería capaz de hacerlo desnudo», aclara.

Manuel Espuch celebró su trigésimo aniversario en el mundo de la moda el miércoles con una colección muy «madurada» representada por modelos de la provincia. Como juez de estilo, Espuch asegura que «el estilo viene innato en cada persona, y no es algo que se pueda aprender».

El trabajo de las modelos conforma gran parte de un desfile. Sin su presencia, los vestidos no lucirían igual. Pero igual de importante es el trabajo de las modelos como el del diseñador y el equipo que lo respalda y, a contrareloj, hace todo lo posible para que todo esté listo tanto para la llegada del «gran día» como cotidianamente con las clientas.

Ya de niño, cuando Espuch acompañaba a su madre en el trabajo, dibujaba a las señoras que entraban a la tienda con prendas que él estimaba «perfectas» para ellas. Y con el transcurso del tiempo, lo que comenzó siendo su pequeño hobby de infante, se ha convertido en su vida. «De joven me veía en un futuro pasando mis colecciones en Cibeles o en París, pero al final la vida me ha llevado por otro camino. No lo he hecho pero tengo muy buenas clientas en Alicante, Madrid y Sevilla», afirma.

Este genio de la costura decidió montar su propio taller, o mejor dicho, dio nacimiento a un «hijo» al que con minuciosa atención y perfeccionismo, ha visto evolucionar y crecer para convertirse en todo un «hombre» maduro. «Lo que más me ha llenado de todos estos años ha sido conocer a gente tan distinta que, al fin y al cabo, sólo quiere un traje con el que sentirse perfecta», asegura.

Las mujeres lo rodean a diario. Una de ellas lleva 18 años con él, como es el caso de «Dori». «Aún me acuerdo de lo bonito que fue su primer desfile, lo viví desde fuera y, cosas de la vida, acabé trabajando con él», recuerda.

María, Mari Carmen, Ana, Lourdes, Vero, Encarni, Kati? Todas forman parte del equipo y coinciden en una rotunda palabra para que todo funcione: «perfeccionismo».

La moda cuenta siempre con cambios de última hora, aunque «la experiencia hace más fácil resolverlos», o eso dice Manuel Espuch.