Con veintipocos años, el escritor Gonzalo Giner se introdujo en la Sainte Chapelle de París sin saber muy bien lo que se iba a encontrar y quedó fascinado por el espectáculo de vidrieras. Desde entonces, durante otros veintitantos años, rondó por su cabeza la idea de escribir algo sobre estos cuerpos traslúcidos e históricos. Hace tres años, en el Duomo de Milán vivió una experiencia parecida con los chorros de colores que emanaban de las vidrieras que la decoran. Tuvo una especie de revelación que lo embarcó en un viaje de investigación y documentación en la raíz medieval de estas creaciones. De ahí nace su sexta novela, «Las ventanas del cielo», que mañana, a las 21 horas, presenta en la segunda cena Gastronómico-Literaria que tendrá lugar en el restaurante La Taula del Milenio de Elche y que organiza, además de dicho establecimiento, la librería Ali i Truc y la boutique Magda.

Gonzalo Giner, en la sobremesa de la velada, expondrá los puntos claves de este libro, editado por Planeta, en el que filtra todo el conocimiento adquirido a través de una ficción épica, ambientada en el siglo XV, que protagoniza el joven burgalés Hugo de Covarrubias, vinculado al mundo de la exportación de lanas. «En ese momento histórico comenzó a aparecer un nuevo estilo de vidrieras en Flandes, que permitían dibujar con mucho más lujo de detalle gracias a una nueva tecnología basada en la pigmentación. Y en ese mismo siglo, antes del descubrimiento de América, la reina Isabel II encargó la construcción de la Cartuja de Miraflores en Burgos como mausoleo de sus padres, que quiso decorar con varias de seas obras de cristal. Curiosamente, la ruta de la lana llegaba hasta Flandes y seguía la misma que la del transporte de vidrieras», indica el escritor, que introduce a De Covarrubias en una aventura que además de a Flandes, lo conduce a África y a la Isla de Terranova.

«Pintar sobre estas nuevas vidrieras era tan sencillo como en un lienzo, lo que abrió un mar de posibilidades a la hora de contar historias sobre ellas, en su mayoría bíblicas. Anteriormente, solo se decoraban con motivos florales u objetos sencillos. Nuestro protagonista, a lo largo de la novela, va construyendo la vidriera de su propia vida, con sucesos que se van pegando y emplomando, y que le van dando sentido a quién es realmente», destaca el autor, que durante su proceso de documentación, además de visitar muchos de los lugares de los que habla, contactó con un maestro vidriero actual, el leonés Luis García Zurdo, que le facilitó todo tipo de datos sobre las técnicas que esconde esta tradición centenaria.

Escritor y veterinario

Gonzalo Giner vuelve a dejar constancia en esta novela de su doble vocación: la de las letras y la de la veterinaria, que ejerce profesionalmente. Algo que impregna sus textos, ya que siempre introduce coprotagonistas del reino animal. En este caso opta por un hembra de halcón gerifalte que se encuentra De Covarrubias en África. Este ave muestra al aventurero cómo se enfrenta a sus problemas de manera directa y valiente. Giner también intercala en el argumento un sanador de camellos, haciendo un guiño a la novela que tituló «El sanador de caballos», y con la que consiguió gran repercusión en el mundo literario. «Este personaje, además de sanador, es bastante polifacético. Así que también es un guiño hacia mi propia persona y, en general, hacia mi profesión, donde cada vez encuentro más compañeros con la vena artística bastante desarrollada», dice.