«Solo la magia y el sueño son verdaderos; todo lo demás es mentira».

Jean Rhys (1890-1979), escritora anglo-caribeña.

Hállome estas últimas noches recurrentemente inmerso en extraños sueños (pesadillas mejor), quizás como consecuencia de no haber aprovechado el puente festivo para salir de viaje y liberarme de neuras y ansiedades pandémicas acumuladas. Tal vez debí de haber sosegado mi espíritu asistiendo a los cantos de maitines en el monasterio de Silos y nutrido mi cuerpo con un contundente cocido maragato. Pero no, me quedé en aquí para escuchar el discurso del alcalde del 9 d’Octubre y probablemente por eso pago las consecuencias de tanto estrés amontonado.

Pues resulta que en esos devaneos oníricos nocturnos me persigue un individuo blandiendo una motosierra pasada de revoluciones a lo matanza de Tejas. Trato de distinguir sus facciones detrás de la máscara de piel de conejo, por si es alguien conocido o un familiar o algo, pero nada. Así que sigo corriendo hasta que advierto que ya no corre detrás de mí, sino que se ha encaramado a una palmera y está cortando palmas y racimos de dátiles como un descosido, hasta acabar con todo el follaje del infortunado ejemplar.

Poseído todavía por un indiscernible arrebatamiento, el caracuero continúa dale que te pego dándole tajos a la valona y después entra a saco con el tronco de la palmera hasta dejarlo convertido en tres funcionales bancos con sus correspondientes patas. A continuación se pasa a la siguiente datilera, con la rugiente motosierra pidiendo que no pare la fiesta. En eso que llega presuroso el concejal de modernización del espacio público, Héctor Díez, gritándole: «¡Con la motosierra no, con la motosierra no! ¡Con el serrucho, si no tienes corbellot!». «Anda, acho, que te vas a enterar si es mejor el corbellot ese o la motosierra pa cortar cosas», le responde el de la masacre de las palmas, y con las mismas sale en persecución del edil. El sorprendido munícipe consigue zafarse por los pelos, al lograr encaramarse en plena carrera a la cesta de la bicicleta de su comrapañe de corporación Esther Díez, que en ese momento preciso pedaleaba sostenidamente por allí inaugurando un nuevo tramo de carril bici entre Ferriol y El Hondo pasando por la Corredora.

Otra noche soñé que el tío de la motosierra no me perseguía a mí, sino a Carlos González mientras el alcalde corría la Media Maratón, de tal manera que este estímulo añadido a su natural pundonor atlético le llevó a aumentar las zancadas hasta el extremo de que a punto estuvo de superar a marroquíes y keniatas y ganar la prueba. Pero en los metros finales se desinfló al observar que su perseguidor se había encaramado a una palmera y tronchaba frenéticamente palma tras palma hasta no dejar ni una ni mitja ni cap.

Tras recapacitar y reflexionar, ya despierto, sobre estas terribles visiones llegué a la conclusión de que no eran más que una perniciosa consecuencia del visionado del vídeo de los operarios de la empresa murciana contratada para la poda de las palmeras urbanas, motosierra en mano. Confiemos en que Icomos siga pendiente de la evolución del mercado central y su afección a nuestro patrimonio inmaterial de la Humanidad, y no se haya enterado de cómo tratamos aquí a nuestro otro patrimonio material (por la escarmonda a motosierra pero también por otros muchos abandonos, negligencias y retrasos político-administrativos), que si no, estaríamos en un aprieto más peliagudo que el de Díez (Héctor) en el sueño.

Ya en su día, en el cuatrienio popular (del PP), el entonces portavoz socialista municipal en la oposición, Antonio Rodes, actual director de la Sociedad Parques Temáticos y Otros Pufos de la Generalitat (y a quien, por cierto, algunos intrigantes habituales señalan como el tapado del PSOE a la Alcaldía para las próximas elecciones, que ya es intrigar), pues Rodes, digo, advirtió a la alcaldesa Mercedes Alonso que de seguir el abandono del Palmeral, iba a chivarse al organismo consultor de la Unesco. Ni le hicieron caso ni cumplió su amenaza. De momento (al menos hasta el cierre de este artículo) Pablo Ruz no ha grabado todavía ningún vídeo encaramado a una palmera, corbellot en una mano y sarnacho en la otra, para denunciar este estado de cosas. Por ahora se ha limitado a reclamar la reapertura al público de la torre de Vaíllos como mirador del Palmeral (y del campus). Una propuesta muy sensata, y más tratándose de una edificación histórica que perteneció a la familia del conde de Torrellano, en cuya escenificación participó el mismísimo Carlos González. Veremos.

Un inciso antes de pasar a la rabiosa actualidad del mercado. No hay ninguna concejalía que incluya en su enunciado o denominación la palabra Palmeral (ver web municipal elche.es). ¿Será porque está incluido en la competencia de Medio Ambiente? ¿O tal vez de Capitalidad Verde Europea? ¿Bienestar Animal? ¿Servicios Municipales? ¿Políticas Inclusivas?… Quizás sea una clara evidencia de las prioridades del bipartito,y tal vez hipotética, metafórica y eufemísticamente hablando más de uno pensará aquello de que lo que no se nombra no existe (y no precisamente como lema inclusivo feminista).

Bien, pues vamos a las últimas novedades en el proceloso devenir del Mercado Central. El alcalde, en un nuevo giro de los acontecimientos y circunstancias inherentes a tan espinoso asunto, sí que ha nombrado por su nombre la instalación provisional, que existe y sigue plantada en plena zona verde, y nombrándola, le da carta de naturaleza. Ha anunciado que se va a modificar la ordenanza urbanística para asentarla (y legalizarla) definitivamente en ese «entorno con muchas posibilidades» (sic), pero con un nuevo edificio (emblemático, por supuesto, faltaría más) en un paseo que se remodelará y además con un parking en rotación en el primer tramo de José María Buck. En resumen, que la ubicación actual del mercado es la «idónea» (más sic), aunque González y los suyos no habían querido anunciarlo hasta ahora para no desvelar la sorpresa escondida en el informe jurídico de Cuatrecasas. Así que han corrido a retirar la denuncia interpuesta en su día (por el PSOE) ante el Seprona por cargarse (el PP) una zona verde y retorcer el PGOU, y pelillos al río Vinalopó. Todo sea por la reactivación pospandémica.

Con la batalla judicial recién iniciada por la empresa tras la rescisión unilateral del contrato por parte del Ayuntamiento y descartada la reubicación del mercado en su emplazamiento original (a expensas de lo que salga del eventual concurso de ideas sobre el lugar), no quedaba otra que llegar a acuerdos con los placeros, que como mal menor prefieren quedarse donde están y firmar un armisticio a seguir atrapados entre los dos frentes beligerantes. Otra cosa será ver cuándo se materializa todo lo prometido por el alcalde y si de aquí a entonces quedan muchos puestos abiertos, viendo el goteo de cierres y cómo evoluciona la demanda. Eso sí, a partir de ahora los concejales (y concejalas, que también hacen la compra) de PSOE y Compromís ya podrán ir a fer la plaça al mercado provisional sin ocultarse tras la mascarilla, gafas de sol y gorra calada (e incluso con capucha se ha visto a alguno/a).

En fin, que tras el cambio de criterio en la pertinaz obstinación por ubicar el palacio de congresos en Carrús, ahora llega otro giro con el mercado provisional. Bien están las piruetas políticas si atienden a un interés general y siempre que con tanto giro quien los da no acabe mareado y perdiendo el norte magnético. Kant ya nos alertó de que sólo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que sólo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas.

Seguro que después de esto vuelvo a soñar con el tío la motosierra.