«-Así que usted políticamente no está comprometido…

-¿Yo? ¡Apolítico total! De derechas, como mi padre».

La escopeta nacional (1978), película de Luis G. Berlanga

El fuego amigo se reactiva en el seno del Camelot ilicitano de progreso y tal. Los desencuentros entre los dos socios del gobierno sostenible son cada vez más insostenibles, y es de esperar que vayan en aumento a medida que avancemos hacia la cita electoral de dentro de un año. Es una comezón que se apodera de gobernantes y políticos en general, como si de la alergia primaveral se tratara, ya sea en el ámbito local, autonómico o estatal (a las pruebas remítome) y que se manifiesta en forma de críticas, rebotes, mosqueos e incluso rechazos abiertos a iniciativas, obras u omisiones de otra parte contratante de la gobernanza compartida. Tanto PSOE como Compromís aseguran que son diferencias de criterio normales en cualquier maridaje político (y no digamos cuando se trata de un amancebamiento poliamoroso, como el Govern del Botànic II). Tal vez estos flirteos con la oposición y/o ninguneos internos no sean motivos suficientes como para romper un matrimonio de conveniencia tan discrepantemente bien avenido, pero erosión, haberla háyla.

ENCORNUDAMIENTOS

Ha pasado siempre en las cohabitaciones entre socialistas y EU, primero, y Compromís, después. La recta final de cada una de las legislaturas ha exacerbado las diferencias y las ansias por marcar estilos propios ante el electorado. Y ahora no iba a ser menos. Aunque no escasean los antecedentes, el pleno municipal de esta semana fue una clara evidencia de ello. Por ejemplo, con la controvertida tasa turística. Los/as tres socios/as del Botànic II (PSOE, Compromís y Unides Podem) dicen estar de acuerdo en someterla a la aprobación de Les Corts, pero los socialistas están en contra de su aplicación, con Ximo Puig a la cabeza y nuestro alcalde, Carlos González, entusiásticamente alineado con el jefe del Consell. A partir de ahora la sintonía con el president va a ser total, más aún si cabe: pese a sus diferencias, podría ser su principal (y tal vez única) baza para repetir como candidato municipal. En último extremo, de aprobarse el pago por estancia en hoteles, cada municipio será libre de aplicarla o no… a partir de finales de 2023, tras las elecciones autonómicas, con lo que de haber cambio de color político en la Generalitat, la quimérica tasa quedaría tasada en cero. Así son estas cosas.

Compromís quería un respaldo del pleno ilicitano al gravamen que están empeñados en promover, pero sus socios mayoritarios se alinearon con la oposición

Compromís quería un respaldo del pleno ilicitano al gravamen que están empeñados en promover, pero sus socios mayoritarios se alinearon con la oposición y votaron a favor de una moción de Vox retocada por el PP en contra de su aprobación. Toma encornudamiento. Yo, lo que diga Ximo, argumentó el alcalde. En esto y en lo de Medicina en la UA, apostilló, por si quedaba alguna duda (ya tiene de nuevo al rector cabreado, con lo que le costó descabrearlo por lo de la E en las siglas). Aquí, hasta que no tengamos el hotel de las clarisas no seremos municipio turístico, apostilló, con su donaire habitual, el edil del ramo, Carles Molina. Si no querías caldo, toma dos tasas.

Y es de esperar que vayan en aumento a medida que avancemos hacia la cita electoral de dentro de un año

Total, que la portavoz compromisaria, Esther Díez, se quedó sola, fané, descangayada, y a punto estuvo de echarse a la bebida de agua mineral con gas. Pero las previsibles nefastas consecuencias de un empacho carbónico quedaron disipadas al recomponerse momentáneamente la armonía conyugal tras votar los socialistas (y los demás grupos, o sea, que no tenía mucho mérito) a favor de la propuesta compromisaria de que la Dama venga a Elche de forma permanente. Pues vale. No en vano Schopenhauer ya se percató de que, a menudo, las cosas no se le dan al que las merece más, sino al que sabe pedirlas con insistencia. En esas estamos.

El remiendo conyugal bipartito pareció casi hecho al tener que enfrentarse juntos, espalda con espalda, a la traicionera carga con aviesas intenciones de toda la oposición en bloque (con Pablo Ruz a la cabeza, en plan maquinista de la General) reclamando que Puig nos ponga ya el tranvía, y que permitan a Carlos Mazón que la Diputación haga un estudio informativo al respecto, con la ilusión que le hace. Pero el gobierno de progreso logró mantenerse firme, limadas asperezas (tiempo hubo en las siete interminables horas de sesión plenaria), y rechazó la embestida a base de andanadas del nuevo plan de movilidad local. Sin el Tram, que es algo del pasado, de la primera transición ecológica; ahora lo último en movilidad sostenible 2.0 es mejorar Cercanías de Renfe. Besitos y algo de toqueteo entre los socios, aunque de consumar la reconciliación, nada.

Pero el presidente provincial no acepta un no como respuesta y a renglón seguido dejó claro que con la aquiescencia del ejecutivo ilicitano o sin ella hará el estudio porque, según denunció, Elche tiene tren, Elche tiene tren pero no tiene tranvía, como Alicante y las grandes ciudades del mundo entero. Así que, con el contumaz apoyo de Ruz, va a poner remedio a este agravio. Si el año que viene los ilicitanos continúan sin tener el tranvía transitando por la avenida de la Libertad será por culpa de Ximo Puig y de Carlos González, y que cada palo aguante su catenaria. Le faltó añadir a Mazón que, si consigue hacerse con la presidencia de la Generalitat, se compromete a hacer realidad por fin el Tram ilicitano que prometió su antecesor Francisco Camps hace 16 años. Quizás se lo guarda para la campaña.

Resulta que unos días antes del último pleno, los dos ediles compromisarios ya habían votado en contra en la junta de gobierno de la modificación del organigrama laboral municipal por la oposición socialista a promocionar a un técnico del área de la edil Díez. Luego llegó la decisión del alcalde de retirar del pleno la polémica propuesta agrupada de cuatro modificaciones del PGOU relativas a los mercados central antiguo y futuro, el uso hotelero del convento de la Merced y la zona verde de L’Escorxador. Una táctica torticera empleada por los gobiernos municipales de todo signo y condición para obligar a la oposición a votar a favor o en contra de un todo, sin darle opción a diferenciar su voto a tenor de cada uno de los puntos. Es algo habitual, por ejemplo, cuando se aprueban subidas de tasas y tributos.

En esas que el edil sin grupo ni señor, Eduardo García-Ontiveros, propuso algo tan sensato como retirar el punto del orden del día y presentar en el próximo pleno por separado las cuatro modificaciones. Vale, concedió el alcalde, todo sea en aras a la búsqueda de un mayor apoyo político más amplio, añadió, mientras miraba de reojo a los dos ediles de Compromís, que fruncían sus ceños respectivos ante la perspectiva de tener que retratarse sin subterfugios en dos cuestiones peliagudas para sus credos existenciales. Una, construir un nuevo mercado central en una zona verde con concomitancias fluviales, y la otra (de mayor enjundia), despejar el camino normativo al hotel en el antiguo convento mercedario aspirante a BIC.

Y quién sabe si con un nuevo encornudamiento, si el PSOE, ante el eventual abandono compromisario, consiguiese sacar adelante esta y/u otras modificaciones del PGOU

Asunto este último que volverá a poner a prueba las costuras de la coalición y hacer peligrar la progresión administrativa del proyecto hotelero, con la eventual nueva bronca conyugal en el bipartito. Y quién sabe si con un nuevo encornudamiento, si el PSOE, ante el eventual abandono compromisario, consiguiese sacar adelante esta y/u otras modificaciones del PGOU con el apoyo o la abstención de parte de la oposición: pongamos por caso Cs, Vox y no adscrito. El PP, por supuesto, sigue enconadamente a favor del centro cultural y en contra de la hospedería no monástica, a no ser que Mazón consiga reconvenirles. Que no creo.