Un interno de 46 años que cumplía condena en el centro penitenciario Alicante II de Villena perdió ayer la vida mientras comía pan de molde de una conocida marca comercial. Desde hacía unas semanas se encontraba en el departamento de Enfermería bajo control médico ya que padecía una grave e incurable enfermedad que se había intensificado en los últimos días debilitando sus defensas. La muerte le sobrevino al mediodía por posible asfixia cuando estaba ingiriendo migas de pan y se atragantó, lo que le produjo una obstrucción severa de la tráquea. En ese momento, según han informado fuentes penitenciarias de toda solvencia, se encontraba con él otro preso que intentó prestarle los primeros auxilios al tiempo que daba la voz de alarma. Los médicos del departamento acudieron rápidamente a la llamada de socorro e intentaron reanimarlo, pero no obtuvieron ningún éxito a pesar de que llegaron a emplear instrumental sanitario para restablecer su respiración.

No obstante, el cadáver fue trasladado en la tarde de ayer al Instituto de Medicina Legal de Alicante para practicarle la autopsia.

Precisamente hoy la junta de tratamiento penitenciario de la cárcel de Villena tenía previsto estudiar su caso. Contaba con un largo historial de condenas que se remontaban treinta años atrás aunque su comportamiento era bueno. Se iba a proponer su paso al tercer grado para poder concederle la libertad condicional al tener una enfermedad incurable en una fase muy avanzada.

La dirección de Alicante II ha lamentado este nuevo óbito, con el que se elevan ya a siete el número de fallecimientos registrados en el centro desde que inició su actividad en julio de 2002. Como este diario ya publicó en su día, la primera de las víctimas tenía 31 años y regresaba a la prisión caminando por la autovía, después de disfrutar de un permiso carcelario, cuando fue arrollado por un vehículo de forma accidental. El suceso se produjo en enero de 2003 y en abril del mismo año otro interno de 29 años murió por una posible sobredosis de pastillas y metadona. Los funcionarios lo encontraron tendido en la cama de su celda. En febrero de 2004 un infarto acabó con la vida de un preso de 41 años que cayó fulminado en el patio de su módulo. En septiembre del mismo año apareció sin vida en una celda del departamento de régimen cerrado un recluso de 32 años. Se había ahorcado con una bolsa de plástico tras recibir unos días antes una carta de su pareja. A mediados de agosto de 2007 falleció la primera reclusa. Se suicidó ahorcándose con una camiseta en su celda. La víctima era de Alicante, tenía alrededor de treinta años y presentaba un cuadro depresivo muy acentuado. Esta circunstancia llevó a la dirección a extremar la vigilancia para evitar que se quitara la vida. Con el mismo fin también se trasladó a su celda a una compañera para que estuviese acompañada en todo momento. Sin embargo la fallecida aprovechó que ésta última dormía para quitarse la vida de madrugada y con total sigilo. Hace justo una semana otro reo de 29 años falleció mientras dormía en la celda que compartía con su hermano. Padecía una patología cardíaca agravada por dificultades respiratorias y las primeras hipótesis apuntaban a un posible infarto, aunque las fuentes consultadas no descartaban que el consumo de alguna droga hubiera podido desencadenar la muerte.