La vocación de curar. Así es como entiende su trabajo un grupo de médicos, enfermeras, auxiliares y cooperantes del Hospital General de Elda que lleva seis años realizando expediciones al África subsahariana. Sólo les mueve un fin. Prestar ayuda humanitaria a los enfermos de una de las regiones más deprimidas del mundo. Una zona donde la medicina pública es pura utopía, en la que un cirujano cubre una población de 500.000 habitantes y donde cualquier medicamento, si es que lo hay, puede tener el mismo valor que los ingresos de toda una familia en medio año de duro trabajo.

Este fin de semana la expedición sanitaria, organizada por la ONG alicantina Oasis, viaja de nuevo a las poblaciones de Dapaong (Togo) y Binde (Ghana) para continuar con una labor iniciada en 2003 que cuenta, en su lista de logros, con 160 pacientes operados y más de mil consultas en las especialidades de cirugía ortopédica y traumatología y cirugía plástica y reconstructiva.

En esta ocasión, el equipo se ha marcado el reto de realizar otras 50 intervenciones quirúrgicas -principalmente de retracciones por quemaduras, secuelas en rodilla y pie por poliomielitis, deformidades, úlceras y labio leporino- así como atender a 300 nuevos enfermos -la mayoría niños de 1 a 14 años- en un plazo de dos semanas.

Para ello volverán a trabajar desde el amanecer hasta el anochecer sin apenas tiempo para comer ni descansar. Desde el día de hoy y hasta que regresen en la primera semana de noviembre, tal y como llevan haciendo todos los años desde hace seis, volverán a "exprimir" las 24 horas del día dejando constancia de un compromiso moral y profesional que les impide cerrar la consulta mientras haya una sola persona esperando ser atendida. Bien saben ellos que muchos de sus pacientes volverán a llegar desde lejanas aldeas tras una caminata de tres días sin apenas agua ni comida que echarse a la boca. Además, la mayoría se entera de la presencia de los médicos "batules" gracias a la labor difusora que realizan los misioneros. Ellos se encargan de avisar a la gente de sus respectivos poblados durante las misas y el boca a boca hace el resto.

Incertidumbre

Pero este viaje es especial. Está marcado por la incertidumbre. Los dos traumatólogos, dos anestesistas, el cirujano plástico, el anatomopatólogo, la enfermera, la auxiliar y dos cooperantes que componen la expedición no saben lo que les espera en el hospital rural de Binde. Un conflicto político con connotaciones étnicas impidió cualquier uso del mismo por orden judicial. De este modo el centro sanitario que el misionero menorquín Manolo Bonet construyó con gran esfuerzo permanece cerrado desde 2006. El sacerdote tuvo incluso que huir precipitadamente para salvar la vida.

Sin embargo, en los últimos meses el conflicto parece haber alcanzado una vía de solución pacífica y el hospital rural de Binde se dispone a retomar ahora su actividad. De hecho, el primer grupo de cooperación que va a operar en sus instalaciones son los componentes de la ONG Oasis. Y lo van a hacer a partir del 26 de octubre si nada lo impide porque en el corazón de África todo es posible.

Al menos en Dapaong las cosas van a ser diferentes. En este caso operarán en un quirófano modular de PVC que la Fundación Cotero, de Santander, construyó en 2002. Pero eso sí. Se han llevado desde España todo el material quirúrgico y farmacéutico porque las carencias con las que se encuentran cada año les dan vértigo incluso a ellos.

Pero la solidaridad de este equipo de cooperantes no sería posible sin la decidida ayuda de la dirección médica y de enfermería del Hospital General de Elda, las donaciones privadas y, en este caso, las aportaciones económicas de los ayuntamientos de Sax, Águilas y Ontinyent.

Todo cuenta para seguir rompiendo fronteras con vocación de curar.